En reconocimiento a una obra poética profunda y trascendente para las letras hispanas, la escritora cubana Reina María Rodríguez (La Habana, 1952) se alzó esta semana con el Premio Iberoamericano de Poesía Pablo Neruda 2014.

Por unanimidad, el jurado integrado por la ministra de Cultura de Chile, Claudia Barattini, y los escritores José Kozer (Cuba), Pablo Brodsky (Chile), Malú Urriola (Chile), Julio Ortega (Perú) y Graciela Aráoz (Argentina) concedieron a la autora uno de los más importantes lauros de este género literario en lengua española.

El jurado aseguró que la escritora descarga en cada verso «el milagro de lo vivo» y subraya «el peregrinaje de la poesía entre la carencia y la diáspora».

Según declaraciones de Barattini, Rodríguez «hace del poema un saber del camino desde la gran tradición poética cubana» y «sostiene un compromiso constante con la literatura y lo social, elaborando un incesante e imprescindible trabajo de escritura, donde la poesía le ha dado la materialidad a lo íntimo para tejer un universo poético».

Quienes integraron el jurado reconocieron también el activismo cultural desarrollado desde la década de los ochenta por la autora de Cuando una mujer no duerme, en favor de las nuevas generaciones literarias acogidas en proyectos como Paidea (años 80), la Azotea de Reina (90) o Torre de Letras (años 2000).

En entrevista telefónica desde Texas, Estados Unidos, la escritora declaró a la prensa su regocijo por recibir este premio de Chile, «un lugar de grandes poetas que todos hemos leído».

«Esto demuestra que la literatura cubana es fundamentalmente de poetas. La literatura no es territorial, puede estar en Cuba o puede estar en cualquier parte», significó Rodríguez durante el breve diálogo, reproducido por varios medios de prensa.

Aprovechó para dedicar su triunfo a todos los escritores de su generación que han tenido que salir de Cuba y recordó la constancia aprendida de su madre, una costurera de 93 años.

El premio llega a pocos meses de recibir el Nacional de Literatura en la Feria Internacional del Libro de La Habana 2014, cuando Rodríguez se definió como una remendadora de la palabra y el lenguaje.
«Esa imperfección me atrajo desde que puse a la escritura como lugar donde convivir con los errores, a los que equivocadamente llamé experiencia, y tomé la decisión de dar puntada tras puntada para recuperar, contra un proceso de olvido sistemático, lo que pude», expresó en febrero pasado durante su discurso de agradecimiento.

Exponente de una generación de mujeres poetisas que sacudió la lírica cubana en la pasada década de los ochenta, Reina María Rodríguez es considerada una de las autoras cubanas vivas más influyentes.

Con decenas de libros publicados, sobresalen cuadernos de poemas como La gente de mi barrio (1975), Cuando una mujer no duerme (1982), Para un cordero blanco (1984), En la arena de Padua (1992), Páramos (1995), La foto del invernadero (1998), Bosque negro (2005) y El libro de las clientas (2005).

Las prosas de Traveling (1994), Te daré de comer como a los pájaros (2000), Otras cartas a Milena (2003) y Variedades de Galiano (2007), junto a la novela Tres maneras de tocar un elefante (2006), revelan una expresividad que supera las fronteras de los géneros literarios.

Entre sus reconocimientos destacan el Premio Casa de las Américas, concedido en dos ocasiones, la Orden de Artes y Letras con grado de Caballero de Francia y el Plural de México.

Según su colega cubano Leonardo Padura, la obra de Rodríguez «llena un espacio imprescindible en el panorama de la poesía cubana contemporánea, con alta calidad estética, ética y conceptual».

Por su parte, el también narrador Arturo Arango señaló que la poesía de Rodríguez «ha sabido ser, a un tiempo, íntima y cívica, existencial y política», lo mismo que sus acciones literarias.

Constantes humanas como la inconformidad, el dolor y la solidaridad distinguen, según Arango, la obra de escritora. «Sus afectos, sus elecciones, suelen quedarse en ella para toda la vida. Es lo que explica la coherencia de su obra», señaló el escritor.

Aunque cierta crítica la reconoce portadora de ideas que traspasan las posturas clásicas de la feminidad en la poesía, Rodríguez prefiere escribir como alguien que ve el mundo desde cualquier género.

«Mi condición de mujer está en lo que he parido, vivido afectivamente, en un tejido que hago, en los tarecos con que envuelvo mi casa, en cómo barro y escondo debajo de la alfombra los desechos», asegura en una reciente entrevista al sitio digital Cuba contemporánea.

Rodríguez es la tercera cubana en alcanzar el Neruda, merecido también por Fina García Marruz (2007) y José Kozer (2013).

Junto a las dos caribeñas, la chilena Carmen Berenguer completa la nómina de mujeres que han obtenido el reconocimiento creado hace una década con apoyo de la Fundación Pablo Neruda, consistente en 60.000 dólares, una medalla conmemorativa y la publicación de una antología.

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