Feminismo en Cuba hoy: como un pez en el asfalto

El corto de ficción El pez de la torre nada en el asfalto (2008), de Adriana F. Castellanos, inspiró este título. Aquel abordaba la naturalización de la violencia contra la mujer en el espacio familiar y la relación de pareja y dejaba en el público una sensación de dolor y rebeldía. Este comentario ha sido un ejercicio que, de igual manera, provoca ideas y sentimientos encontrados.

La sangre que hierve frente al machismo más rancio o solapado, el sentimiento de soledad que abraza a cada rato y ese ímpetu que sobrevive al re-comenzar «eterno» son realidades que vivo como feminista de estos tiempos. Por eso me vino a la mente aquella imagen de un pez en el asfalto cuando «cocinaba» estas reflexiones.

Las experiencias y consecuentes posturas frente a las resistencias institucionales y prejuicios sociales; la necesidad de desarrollar redes y asociaciones; la relación entre academia y activismo político, así como el rol del feminismo en la construcción de una sociedad más justa son algunas de las cuestiones que desvelan hoy a jóvenes y personas experimentadas.

Las reflexiones que siguen son fruto de esos desvelos compartidos. Preocupaciones que han sido objeto de análisis en publicaciones, espacios de debate y reuniones recientes.

 

Perspectiva de género sí, pero feminista

Como resultado de un arduo trabajo de años, la academia, el ámbito intelectual, cultural y comunitario poco a poco abrazan la perspectiva de género, interés que se traduce en mayores —y muchas veces mejores— productos culturales, investigaciones, proyectos de desarrollo local, campañas y estrategias institucionales.

Sin embargo, las puertas que se abren a la perspectiva de género se entrecierran al feminismo. Las razones, ¿múltiples, contradictorias y hasta misteriosas?

Ser feminista implica una postura política y ética. Claro está, se convierte en una empresa agotadora, pues ni una misma escapa de ese escrutinio, de esa «manera de ser y hacer» enraizada en la conciencia y en el cuerpo.

Una perspectiva de género coherente es en sí misma FEMINISTA. Por eso, asumir sin tapujos nuestra propia filiación feminista ayudaría a superar los prejuicios y estereotipos, resistencias y manipulaciones que aún limitan —por no decir anulan— esa probada filosofía, campo teórico y movimiento progresista que ha sido el feminismo, así como sus diversas expresiones.

Sin pretender una visión romántica, creo que el pensamiento feminista y su expresión en un movimiento cubano, que integre las demandas y discursos de grupos concretos, contribuiría a la resolución de buena parte de los problemas sociales que nos aquejan.

ero mientras llegamos allá, pienso que asumir los principios de la palabra con F1 ayudaría superar algunos peligros que enfrenta hoy «la perspectiva de género», el primero de los cuales sería impedir que la lucha por la igualdad de responsabilidades, derechos y oportunidades entre mujeres y hombres se vuelva una agenda de moda porque exista cierto interés estatal, incremente la «popularidad» y visibilidad en los medios de comunicación, o porque signifique mayores posibilidades de financiamiento si el proyecto, investigación o actividad en cuestión «tiene una perspectiva de género».

Por ejemplo, en busca de visibilidad y hacer posible esa «revolución semiológica» a la que apuntaba Bourdieu en La dominación masculina, muchos proyectos y personas comprometidas con estos temas nos hemos avocado hacia el espacio público, específicamente en el ámbito cultural y artístico.

Si bien artistas con un compromiso asumen sistemáticamente una mirada de equidad, en momentos y campañas puntuales suelen convocarse nuevas voces; creadoras y creadoras de mucho talento, pero que antes y después de esa importante colaboración reproducen estereotipos de género. Debemos pensar, entonces, en el costo de estas decisiones, pues no solo se debilita la credibilidad de las campañas, sino que también se afecta la imagen de las y los artistas.

Creo, fervientemente, que el carácter contestatario que ha tenido el movimiento feminista desde su surgimiento hasta hoy nos salvaría de volvernos «políticamente correctas». Sin que esto niegue el desarrollo de redes cooperativas, el respeto a las opiniones y proyectos divergentes, el diálogo franco y la negociación inteligente con las autoridades. Hacer efectivos estos principios no será tarea fácil, ni traerá consigo un salvoconducto frente a los errores. Pero sería, pienso yo, una apuesta honesta y la más beneficiosa a largo plazo.

 

El eco que falta en esta multitud

Varios espacios recientes de debate2 han dedicado intensas sesiones al estado del feminismo cubano actual. Al centro de la polémica se ubica la necesidad de concretar un movimiento feminista que, desde principios comunes y prácticas diversas, defina una agenda y trace rutas para un activismo político a mayor escala. Aún nada hemos concretado y, en cada nueva reunión, pareciera que comenzamos de cero. No obstante…

Es cierto que nos enfrentamos a un contexto adverso. Entre otras muchas situaciones, nos afecta la desmovilización de las cubanas en la lucha por lograr reivindicaciones propias. Me preocupa mucho la despolitización de la lucha por la igualdad de género. Desde los espacios mediáticos se hace evidente un llamado constante a resaltar lo logrado en términos de las capacidades y el protagonismo de las cubanas en el espacio público. Tales tendencias se convierten en un arma de doble filo. Al proyectarse en el imaginario público cierta oda a la supermujer, las cubanas pasamos de ser la madre de nuestros hijos a ser la madre de la sociedad: infatigable, batalladora, sacrificada.

Imbuidas en las batallas por la patria, hemos postergado —fieles a esa imagen sublimada de la feminidad— las propias. Sin ser conscientes, quizá, de que la discriminación (que pasa por la sobre-exigencia y la no distribución de las responsabilidades) de las mujeres y todo lo considerado femenino y/o subalterno empaña y retrasa cualquier victoria, cuando no la hace tambalear como espejismo.

Por otra parte, al centrarse la mayoría de los análisis en el importante aspecto cultural y simbólico del patriarcado, corremos el riesgo de que algunas personas reduzcan la lucha por la igualdad al aspecto subjetivo y de sensibilización, cuando es, en su primera esencia, una cuestión de derechos y políticas públicas.

Resulta necesario ampliar el activismo histórico. Hace falta asumir y dar a conocer el voluntariado, el activismo cotidiano y anónimo que convive con los proyectos y voces que a menudo encuentran espacio en publicaciones casi siempre especializadas y de limitada circulación.

Precisamente, la necesaria visibilidad en los medios de comunicación y la existencia de pocos recursos para el trabajo en materia de género nos pone de cara a un lamentable efecto, no tan colateral: la profesionalización del activismo. La ética feminista marcaría la diferencia entre la profesión que se asume, también, como una expresión más del activismo, y el activismo que se convierte en espacio de realización profesional y personal.

Tan complejo panorama podría variar, dado el protagonismo de las cubanas y su presencia en todos los espacios de la vida pública, así como por la existencia de cierta conciencia de género, subsumida/adormecida en muchas mujeres que, sea por desmovilización, por despolitización o por prejuicios y vivencias personales, no se reconocen como feministas. ¿Podría hablarse, acaso, de cierto feminismo espontáneo?

Aunque la herencia se haya fracturado y se imponga un trabajo de arqueología feminista para rescatarla, hoy conviven personas, eventos y proyectos precursores de importantes cambios, que han resistido y estimulado la pervivencia del feminismo en el contexto cubano desde hace ya más de dos décadas. La existencia de la Federación de Mujeres Cubanas (FMC), principal mecanismo para las iniciativas legislativas en temas de equidad de género en el país, nos brinda la posibilidad de una plataforma nacional y aprendizajes muy necesarios.

Unen también nuestras voces lo común de muchas problemáticas, aunque cada grupo demanda su propia ruta, según su disponibilidad de recursos, origen geográfico, raza, edad, identidad de género y orientación sexual; sin mencionar proyectos, intereses personales y otras tantas mediaciones que la vida cotidiana impone.

Por ejemplo, entre los asuntos de trascendencia común que necesitan ser analizados y resueltos a la luz de estos días se encuentran la violencia por motivos de género, la salud y derechos sexuales de las cubanas, la maternidad, el envejecimiento poblacional, la necesidad de una perspectiva feminista en los cambios económicos y políticos que experimenta el país, el acceso a espacios de dirección y el ejercicio del liderazgo, la homofobia, el racismo y el regionalismo. La diversidad de pensamientos y espacios de acción nos enriquece. Utilizar nuevas plataformas, discursos atractivos y sustanciosos, de principios claros y fácil interpretación daría fuerzas y legitimidad a esa voz común.

 

Propuestas finales

Todo cambio debe nacer de una misma y eso es difícil. Estas propuestas las hago frente a un espejo, son provocaciones que quiero compartir con la esperanza de que pueda, cuando pasen los años, no claudicar y llevarlas conmigo a buen puerto.

2 En julio de 2012 se realizó el panel «El feminismo en cuba hoy: repensar la teoría y la práctica», en el que participaron especialistas y activistas de la capital. A ese encuentro dio continuidad el espacio de debate Mirar desde la sospecha en su sesión «El feminismo en Cuba hoy: los retos que nos unen», realizado en enero 2013.

Rescatar la memoria, mi memoria histórica. Reconstruir las enseñanzas que me legaron las feministas cubanas de otros tiempos, aquellas que vivieron e hicieron tanto a favor de las de hoy.

Reconocer, apoyar y asumir las persistencias/personas/proyectos/ideales del presente: esas/os que me sembraron las primeras preguntas; las que hoy tienen rostros diversos; aquellas con las que no siempre comulgo; todas con las que, definitivamente, quiero seguir dando batalla.

Mantener la fe de que siempre será necesario dar cuerpo y rostro a esta causa y redundará en mayores fuerzas, aunque muchas veces me exponga como carne de cañón —pero nunca con espíritu de víctima.

Participar, hacer. Retar al tiempo, reconocer los límites y apostar. Que mi yo feminista se lleve a marchas y se siente a hacer tertulia con las profesionistas, las amantes, las madres, las amigas, las mujeres que por suerte me habitan.

Notas

1 Véase Toril Moi: «Yo no soy feminista, pero…: cómo ‘feminismo’ se convirtió en la palabra impronunciable», en Criterios, La Habana, nº 10, 1 septiembre 2011.

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