A equipo de realización de la sección Cuba dice:
Saludos, mi nombre es Lirians Gordillo Piña soy periodista y activista feminista. Les escribo porque me preocupó mucho la última emisión de la sección.
El reclamo de un periodismo cubano abocado a la crítica, al contraste de fuentes, a la investigación profunda resulta cada vez más frecuente. Sin embargo, ese interés por superar los prejuicios y vicios en los que ha caído nuestra profesión no fecunda en temas relacionados con las mujeres, el feminismo, el machismo, la homofobia, el racismo y otras expresiones de discriminación. La sagrada sociedad patriarcal continua impoluta y se legitima a todo color.
Recientemente altos directivos del ICRT han hecho público su compromiso de no permitir que se denigre la imagen de la mujer cubana en productos televisivos; congresos, lineamientos políticos, legislaciones, investigaciones, espacios académicos y sociales dan fe de las contradicciones que persisten mientras diversas voces reclaman una sociedad libre de exclusiones. Sin embargo, algo sucede, pues aún en nuestros medios se reproduce y naturaliza la discriminación.
El 29 de abril la emisión estelar del Noticiero Nacional de Televisión transmitió un capítulo de la sección Cuba dice sobre la baja natalidad en el país, el mismo programa fue transmitido al día siguiente en la Revista de la Mañana.
La periodista e investigadora Helen Hernández Hormilla escribió un excelente comentario sobre esa emisión. «Mi cuerpo me pertenece» es el título del texto que hoy circula en la web.
Me sumo a la denuncia de mi colega y amiga. Aunque el título que da nombre al espacio compromete al equipo de realización a visibilizar la pluralidad y la complejidad que nos caracteriza como nación, en el programa dedicado a la natalidad Cuba dice distó de acercarse al país que hoy somos todas y todos.
Como comentó Helen, las palabras importan, a través de ellas—y aún sin quererlo—se reafirman estereotipos y prejuicios que han justificado la dominación y la violencia hacia las mujeres durante siglos.
«Tener un hijo ha de ser la mayor aspiración de una pareja», fue la primera sentencia del programa. Esa afirmación tajante, desconoce y por consiguiente discrimina a un buen grupo de personas, impone en un medio público un punto de vista que por demás reproduce preceptos religiosos y tradicionales que conciben la reproducción de la especie como principal fin de las relaciones sexuales.
Las sociedades patriarcales y heterosexistas han utilizado ese argumento para sostener la homofobia, aun hoy cuando se habla de PAREJA muchos erróneamente se refieren únicamente a las heterosexuales. ¿Dónde quedan las parejas de gays y lesbianas cuando se habla de natalidad? ¿Qué opinan aquellas parejas de mujeres que aun deseando tener descendencia no pueden acceder a los servicios de reproducción asistida que hoy existen en el país?
La mencionada frase tampoco reconoce el derecho de una persona soltera a tener descendencia y también «condena» aquellas parejas heterosexuales y homosexuales cuya aspiración máxima no es la procreación.
Por ejemplo yo, que «cumplo» con los cánones establecidos—mujer casada con dos hijos (una niña y un niño)—me siento ofendida, discriminada.
Mi esposo y yo no concebimos a nuestros hijos como la principal aspiración de nuestra relación. Ellos forman parte de un proyecto de familia que construimos, proyecto que incluye y reconoce nuestras aspiraciones personales y de pareja.
Para mi compañero lo más preocupante era que según parecía este no sería el comienzo de una serie que pudiera profundizar en las dudas, problemáticas e ideas que quedaban en el aire pues el fenómeno de la natalidad resulta multifactorial y complejo. (Les envío algunos artículos y reportajes disponibles en la web, ojalá pudieran motivar la continuación de esta zaga) «¿Dónde estamos los hombres en esta historia, los que participamos en el cuidado de nuestros hijos y los que no. Por qué aparecen solo dos papás que por demás reproducen los clichés de siempre?», me preguntó mi esposo también molesto.
Responsabilizar a las mujeres por la baja natalidad fue un error en el que incurrió, lamentablemente, el diseño del espacio.
Según el espacio nosotras somos las principales interesadas en el tema, quizá por ellos solo aparecen en pantalla tres hombres (dos papás y el especialista del Programa Materno Infantil). Las opiniones seleccionadas refuerzan la sublimación de la maternidad como principal preocupación, proyecto, deber para las cubanas y se desconoció el machismo y la organización patriarcal de la sociedad como base de los fenómenos económicos, políticos y culturales asociados al tema.
Me preocupó sobremanera la siguiente afirmación: «el creciente desarrollo de la mujer es otra de las causas de la baja natalidad». Entonces, ¿menos desarrollo de la mujer hará crecer la natalidad y así frenamos el envejecimiento poblacional? Por una parte la dirección del país estimula y reconoce la participación pública de las cubanas y por otra un medio estatal define esas reivindicaciones como un freno. ¿Cómo resolvemos semejante contradicción? En mi opinión, no es el desarrollo de la mujer lo que frena la natalidad, sino el diseño de una sociedad pensada para y por el dominio patriarcal.
Hernández Hormilla ilustra la raíz sistémica del fenómeno cuando reclama en su artículo «Si el asunto de la fecundidad hace tornar la vista hacia las mujeres: ¿Por qué no preguntar sobre la participación de los hombres cubanos en la manutención y la crianza de sus hijos e hijas? ¿Por qué no insistir en la irrisible cantidad de hombres que optaron por la licencia de paternidad en casi una década de ley? ¿Por qué no mencionar las débiles garantías legales para las madres divorciadas, que muchas veces ven partir al esposo «para siempre»? ¿Por qué no hablar de la baja calidad de la educación y el déficit de círculos infantiles? ¿Por qué no mencionar la sobrecarga del cuidado familiar que pesa sobre las mujeres, sobre todo en la edad mediana? ¿Por qué no cuestionar aquellos directivos o dueños de negocio que no emplean a mujeres gestantes o con hijos pequeños? ¿Por qué no exigir a las instituciones sus propias estrategias para garantizar el cuidado de las familias de sus trabajadoras y trabajadores, por ejemplo: guarderías dentro de las empresas? ¿Por qué no se menciona que las mujeres con hijos tienen más dificultades para estudiar, acceder a postgrados, ocupar cargos de dirección, superarse?»
Ese diseño patriarcal se resiste a los nuevos modelos sociales, productivos y familiares que hacen posible la igualdad de derechos, oportunidades y responsabilidad entre mujeres y hombres.
¿Cómo se desconocen esas propuestas, cómo se perpetúa la desigualdad que genera la injusticia? Cuba dice apostó por una selección de testimonios que enaltecen como un valor el sacrificio de las mujeres a favor de la maternidad; no se menciona la responsabilidad y participación de los hombres incluso de aquellos que hoy construyen una paternidad responsable y activa. Por último, quizá sin proponérselo, el material justifica en cierta medida el control patriarcal sobre el cuerpo y la sexualidad de las mujeres.
«Conspira contra la natalidad el incremento de abortos como medio anticonceptivo», concluye una de las periodistas y seguidamente aparece el fragmento de la entrevista a una joven que recomienda «Si ya decidieron arriesgarse y no protegerse y ya lo tienen allí que lo tengan». Ambas afirmaciones desconocen las realidades de cada mujer ante un embarazo no planificado o no deseado. Y más aún, condena entre líneas el derecho al aborto.
A mi juicio lo que conspira contra la natalidad no es el incremento de los abortos, sino la deficiente educación sexual y planificación familiar cuyo efectos se reflejan, por ejemplo, en el incremento de los embarazos adolescentes y no deseados. De lo que se trata es de hacer más cercana y efectiva la educación sexual y no condenar el aborto, mucho menos frenarlo pues así se violaría el derecho de las mujeres a decidir sobre su cuerpo.
Para reforzar la tesis de la responsabilidad femenina ante la natalidad y el cuidado de niñas y niños se reserva para el final de la sección la frase «La mujer cubana se prepara responsablemente para el cuidado de sus hijos».
Los procesos y temas de población, entre los cuales se encuentra la natalidad, ¿no son acaso cuestiones que atañen a toda la nación, a familias, parejas, instituciones y gobierno?
Ojalá y el debate que ha generado el programa sea un incentivo para continuar con nuevos acercamientos al tema, desde diversas aristas y voces. Es tiempo de que la televisión también de respuesta a estos reclamos y consolide en actos su compromiso de promover una imagen más apegada a la realidad, un acercamiento más consciente.
Saludos
Lirians Gordillo Piña
La Habana, 1ro de mayo de 2014
PD: Existen varias/os especialistas que han polemizados sobre el tema.
El libro De lo individual a lo social: Cambios en la fecundidad cubana de la Dra. en Ciencias Económicas y Demógrafa Grisell Rodríguez Gómez, quien es además Profesora Titular del Centro de Estudios Demográficos de la Universidad de La Habana (CEDEM) resulta un texto de consulta muy valioso y puede contribuir a nuevas ideas para próximos programas.
Les paso también títulos hipervinculados a algunos textos disponibles en la red nacional, todos de la autoría de la periodista Dixie Edith, quien ha investigado sistemáticamente sobre el tema.
Fecundidad en Cuba: tras las huellas de un bebé