La felicidad es tan misteriosa y mágica que puede habitar en un pequeño trozo de madera. Bien lo sabe Anay Gutiérrez Marrero, que la ha visto reflejada en el rostro de decenas de niños y niñas, cuando se encuentran por primera vez con los juguetes que ella fabrica junto a su familia.
Entonces la alegría lo invade todo, porque el objetivo primero de cada pieza que realizan es justo ese, contribuir a la felicidad de los infantes.
Así lo imaginaron cuando pensaron en un emprendimiento familiar que les permitiera aprovechar las habilidades manuales del esposo, Roger Moreno Torres; el tiempo que tenían en medio de la pandemia de covid-19 y que había puesto una pausa los estudios de Derecho de su hija, Analy Moreno Gutiérrez, y el inicio de la universidad del hijo, Roger Moreno Gutiérrez.
A la vez, buscaban algo que les permitiera obtener algunos ingresos, pues Anay misma, trabajadora de una agencia de turismo, estaba en casa sin actividad laboral.
De esa manera surge Pedacitos, en octubre de 2020, un proyecto de fabricación de juguetes de madera y otros productos reutilizados que los tiene a todos en casa motivados, porque lo hacen “con el corazón” y es “un aporte a la sociedad en medio de las complejidades de la pandemia”, asegura ella.
Es un emprendimiento que ha tributado a la unión familiar, dice Anay a SEMlac. Pero no solo a la suya, sino a la de todos los clientes, quienes se convierten en parte de la creación de las piezas.
“Cuando los padres llegan a nosotros, intercambiamos mucho con ellos sobre los niños a quienes quieren obsequiarle el juguete: qué les gusta, si son inquietos, qué edad tienen, si son comunicativos… y de esa manera conformamos juntos la propuesta, en caso de que no vengan con un concepto definido”, comenta.
Rescatar los juegos tradicionales es uno de los propósitos que persigue Pedacitos. Conscientes de la importancia que tienen las tecnologías en la vida moderna, gracias a las cuales durante la pandemia se mantienen lazos afectivos, puestos laborales y programas educativos; sí perciben cómo han quedado atrás juegos que fomentan la creatividad e imaginación infantiles.
Es por ello que, además de elaborar juguetes tradicionales, también trabajan el ámbito didáctico. Aspiran a que, mediante sus piezas, los pequeños compartan, se comuniquen y contribuir de esa manera a su pleno desarrollo.
El cuidado del medioambiente es otro propósito que los alienta, pues el reciclaje es su fuente principal de materias primas. “Queremos que, a partir de algo que no se va a usar más, un pedazo de sillón viejo, un cama rota que desarmaron, la recortería de las carpinterías, los desechos de madera… de todo eso, hacer algo útil y hermoso”, refiere Anay.
Así mismo, emplean telas recuperadas y las bolsas de entrega de los juguetes son recicladas, adquiridas mediante contrato con la empresa de Materias Primas de La Habana.
Crecer en tiempo de pandemia
“Los cuatro le hemos puesto el corazón, estamos enamorados desde el minuto cero”, afirma la madre de familia, al hablar de cómo ha sido sacar adelante el emprendimiento en medio de la pandemia.
“Hemos dado todo lo que ha estado a nuestro alcance y así lo vamos a seguir haciendo”, agrega y confiesa que el secreto para crecer en esta etapa difícil ha estado en esa entrega y en ver oportunidad donde podría parecer que no la había.
“En cualquier esquina donde han botado un pedazo de silla, lo recogemos, porque lo lindo de todo esto es poder transformarlo; más en un bien para un niño o niña”, acota.
Cada integrante de la familia aporta lo mejor de sí. El esposo es “el artista”, la persona que convierte en realidad las ideas y quien tiene la licencia como artesano, “lo cual le permite utilizar la madera y otros elementos naturales”.
El hijo de 19 años ha seguido sus pasos. Luego de salir del servicio militar activo y mientras esperaba poder iniciar la carrera de Ciencias de la Computación, decidió acompañar al padre a un pequeño taller que tiene en la casa de los abuelos. Ahí descubrieron su talento y hoy es el creador de muchos de los juegos y juguetes en el catálogo.
En tanto, la hija de 23 años se convirtió en la fotógrafa y asesora legal y de comunicación del proyecto. Ella guió los pasos para el establecimiento de la licencia, los contratos necesarios y la marca, que ya transita por la última fase para su registro en la Oficina Cubana de la Propiedad Industrial.
Anay es la estratega, la que traza el camino, hasta dónde quieren llegar, cómo hacerlo… En sus manos están todos los procesos administrativos: fichas de costo, actividad comercial, búsqueda de proveedores, gestiones bancarias, publicidad… Asegura que su formación y su trabajo en el turismo la ayudaron en esta nueva etapa de su vida laboral, pero todos hacen lo que sea necesario.
Pedacitos es un trabajo colectivo, insiste en el diálogo y recuerda que, junto a su hija Analy, pensaron en ese nombre basadas en la idea de aprovechar cada retazo de madera.
También fueron ellas quienes esbozaron la imagen que querían: un dibujo infantil, a su manera y sonrientes, “porque su felicidad es el principal objetivo”, enfatiza.
Un amigo diseñador las ayudó a dar forma a la idea, comenta y revela algo que, para esta mujer de 47 años, ha sido esencial durante estos meses: “enamorar a todos los que se han involucrado en el proyecto”.
“Hemos contado con la ayuda incondicional de amistades y familiares, que han estado presentes desinteresadamente todo el tiempo. Además, se han ido sumando personas, como la suegra de mi hijo, mi hermano e incluso algunos de los primeros clientes que tuvimos; quienes nos dan ideas, comparten imágenes… Así hemos ido creciendo poquito a poquito, paso a paso, pero con mucha solidez y de modo organizado”, considera.
Para nuestros guerreros y guerreras
Para nuestros guerreros y guerreras es la forma bajo la cual aparecen en el catálogo de Pedacitos las espadas de madera que confeccionan. Allí no hay divisiones que hablen de juguetes para niñas y juguetes para niños, aun cuando decidieran denominar los prototipos de casitas de madera con el nombre de las pequeñas que las tuvieron por primera vez.
“A la hora de elegir un juego, no pensamos en si es para un niño o una niña”, explica Anay. “Lo bonito es que pueda llegar a todos. Nosotros intentamos fomentar la igualdad, la libertad, que sean ellos mismos quienes elijan con qué juguete quieren divertirse. En el proceso de selección, intentamos no etiquetar un juego, no asignar un rol específico asociado al género y, por supuesto, sí nos interesa mucho fomentar valores que no tienen nada que ver con esos estereotipos”.
Con esos principios aspiran a seguir creciendo y llegar a muchos lugares de Cuba donde no los conocen todavía. “Queremos seguir enriqueciendo nuestro catálogo con nuevas piezas, no estancarnos, para seguir haciendo felices a niños y niñas”, plantea.
Sin embargo, asegura que no tienen intención de alcanzar una escala comercial de producción.
“Internacionalmente existen grandes empresas, unas más comerciales que otras. No niego que haya algunas que hagan juguetes más personalizados, más artesanales, pero predomina la producción comercial de juguetes.
“En el caso de Cuba, hay un déficit bastante grande de producción, lo que precisamente fue una de las oportunidades en las que pensamos cuando ideamos el proyecto. No obstante, tenemos claro que no queremos llegar a una escala comercial, queremos algo personalizado, artesanal y que aporte valores a niñas y niños”.
Anay y su familia tienen el deseo de que, cuando las personas oigan hablar de Pedacitos, lo que les venga a la mente sean los objetivos que se trazaron. “Que cuando tomen la bolsa con el juguete sepan, o le pregunten a su papá, qué significa el símbolo de reciclaje que tiene la etiqueta. Y que les guste a los padres, les resulte agradable a los niños y las niñas. Que, además, encuentren un aprendizaje para el desarrollo o, simplemente, la felicidad y el entretenimiento”.