El amor entre Aleida Rodríguez y Rolando Artiaga no surgió a primera vista. Cuando se han vivido 64 y 68 años, respectivamente, se tiende a sopesar con más tino cada paso en la vida. Luego de conversar varias veces en las colas para cobrar la jubilación y encontrarse por el barrio, fue despertando el interés de conocerse más a fondo, comenzaron a visitarse y, poco a poco, les nació una nueva ilusión. 

«Yo no había pensado volver a tener pareja, pues llevo más de 10 años separada del padre de mis hijos. La verdad es que siempre dije que esas cosas son para viejas ridículas, que no saben entender que su tiempo ya pasó. Me daba pena hasta pensar que me vieran desnuda», confesó a SEMlac algo sonrosada.
Sus propios prejuicios y los de parte de su familia cohibieron al principio el sentimiento, pero con la insistencia de Rolando, Rodríguez terminó aceptando la nueva posibilidad de ser feliz.

«Mi hijo, que hace cinco años vive en Argentina, puso el grito en el cielo y empezó a celarme», recordó. Sin embargo, el apoyo de la hija menor y de la nieta de 15 años, con las cuales convive en el capitalino barrio de Atarés, en el municipio Cerro, contribuyó a que se sintiera segura de su decisión.
Los mitos en torno a la sexualidad y el erotismo en la tercera edad se encuentran muy arraigados en la cultura, pues el placer se sigue asociando a la edad reproductiva, principalmente para las mujeres.
«Algunas personas consideran que al pasar por el proceso del climaterio ellas pierden el erotismo, con la imposibilidad de procrear, pero es totalmente falso», aclaró a SEMlac la sexóloga cubana Beatriz Torres.
«A ello se suman los tabúes ancestrales sobre el placer femenino, mucho más silenciado, y la influencia de una cultura donde la juventud sigue siendo el paradigma de la belleza», acotó.
Sin embargo, especialistas coinciden en que mantener una vida sexual satisfactoria en la vejez es un derecho y, además, indicador de calidad de vida.
Un estudio realizado en 2008 entre 205 adultos mayores que acudieron al policlínico «Aleida Fernández», del municipio La Lisa, en La Habana, concluyó la existencia de un alto porcentaje de personas con más de 60 años que mantenía alguna actividad sexual.
La principal zona erógena identificada por la pesquisa, tanto en mujeres como en hombres, fueron los genitales y, en el caso de quienes tenían pareja estable la frecuencia del coito fue quincenal.
Desde su experiencia al frente de las Cátedras del Adulto Mayor, la sicóloga Teresa Orosa ha notado el elevado interés por estos temas entre quienes se gradúan.
En un reciente panel sobre envejecimiento, sexualidad y derecho, convocado por la Sociedad Cubana Multidisciplinaria para el Estudio de la Sexualidad, la especialista apuntó que muchos de los trabajos de curso presentados en las 55 aulas de este tipo que existen en el país confirman que se vive un patrón cultural donde la sexualidad se entiende todavía desde lo coital, lo juvenil, lo matrimonial, lo reproductivo y lo patriarcal.
«En la tercera edad hay derecho al erotismo, a la búsqueda de la ternura, del placer por el otro, por lo que debemos buscar estrategias para vivir un envejecimiento activo», apuntó Torres. 

Canas felices
Entre los aspectos que pueden atentar contra el disfrute del erotismo y la sexualidad en la tercera edad destacan los cambios corporales y fisiológicos, la propensión a padecer enfermedades crónicas, entre otras cuestiones físicas para las que es posible prepararse con un estilo de vida sano.
A criterio de la doctora Torres, el proceso de envejecimiento poblacional que presenta la sociedad cubana llama a crear mecanismos para atender las necesidades sociales, individuales y sicológicas de esa etapa de la vida, donde también la sexualidad es un elemento importante.
«Debemos lograr una necesaria nueva perspectiva acerca del proceso de envejecimiento y entender la edad como un potencial y no como una patología», refirió.
Según la Encuesta Nacional de Envejecimiento Poblacional, realizada entre diciembre de 2010 y marzo de 2011 por el Centro de Estudios de Población y Desarrollo (CEPDE), Cuba presenta un crecimiento poblacional deficiente, índices de fecundidad por debajo del nivel de reemplazo, baja mortalidad infantil, elevada esperanza de vida y un saldo negativo de la migración externa.
Estos factores han afectado la estructura de la población por edades en el país, con poco crecimiento y más personas ancianas. Si en 1985 la población mayor de 60 años representaba el 11,3 por ciento, en 2010 ascendió a 17,8 y para 2025 se espera un porcentaje de 26.
No obstante, el envejecimiento no debe ser un problema, sino entenderse como un reto que la sociedad debe asumir de conjunto, coinciden especialistas, aunque alertan sobre la tendencia a contar cada vez con menos personas laboralmente activas y más en condición dependiente.
«Debemos aprovechar las experiencias de las personas envejecidas, sobre todo laboral, y analizar la transferencia de conocimientos y apoyos», indicó la demógrafa Grisel Rodríguez Gómez.
A criterio de la profesional del Centro de Estudios Demográficos de la Universidad de La Habana (CEDEM), debe atenderse particularmente las relaciones intergeneracionales, a la vez que se deben crear opciones para los adultos mayores, desde la recreación hasta el ordenamiento urbanístico y la venta de calzado adecuado.

Educar para el bienestar
Aunque por el momento prefieren no vivir juntos para no afectar la armonía de sus hogares ni añadir responsabilidades innecesarias, en los 10 meses de relación Aleida y Rolando notan que ha mejorado su humor, autoestima y deseos de vivir.
«Cuando una ya tiene a su familia encaminada y se retira, sobreviene la soledad, porque solo se preocupa por los hijos y los nietos, sin darse cuenta de que estar vieja no significa estar muerta», reflexionó Rodríguez.
Las complejas condiciones de la vivienda en Cuba, donde muchas veces habitan entre tres y más generaciones en un mismo espacio, se encuentran entre los principales obstáculos para la necesaria intimidad de las parejas que peinan canas.
Otro de los inconvenientes de estos años es la soledad, pues con la jubilación, la viudez y el divorcio pueden enfrentarse problemas de socialización. Según la encuesta del CEPDE, 87 por ciento de los hombres y 71 por ciento de las mujeres en estas edades son jefes de sus hogares de residencia, si bien 52,2 por ciento no convive con sus descendientes.
Los datos de la investigación constatan que la proporción de viudez, divorcio y soltería en este segmento etario asciende a 54.4 por ciento, por lo que un considerable grupo carece del importante vínculo afectivo de la pareja. De ellos, 69,7 por ciento son mujeres, quienes enviudan más frecuentemente por la sobremortalidad masculina y mantienen la tendencia a permanecer sin pareja después de terminar una unión.
Las que estuvieron laboralmente activas se encuentran con el conflicto de la multiplicidad de roles cuando regresan al hogar, pues por lo general asumen el cuidado de nietos y ancianos mayores, labores domésticas, entre otras responsabilidades que afectan su inserción social.
«Con el tema de las cuidadoras de la tercera edad estamos ante el problema de que, al estar agobiadas y cansadas, dedican muy poco espacio al placer», advirtió Torres.
En su opinión, las mujeres deben educarse con amor a sí mismas y no para los otros. «Tenemos derecho a tener pareja o no, a tener una sexualidad saludable, al autoplacer y a que respeten nuestro espacio y tiempo», indicó.
Por su parte, Orosa otorgó a los medios de comunicación cierta responsabilidad en romper las barreras culturales sobre la pareja y el erotismo en la tercera edad.
«La sociedad ve a los adultos mayores como los abuelos y no como mujeres y hombres con sus propios proyectos. No hay que ser joven con experiencia sino llevar la edad con potencialidades, bienestar, felicidad. El factor educativo es fundamental no solo para la persona mayor sino para la sociedad entera», sentenció.

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