Ocho mujeres en primera persona

Por Sara Más
Grabadora y bolígrafo en mano, unos deseos enormes por conocer más de Cuba y la idea fija de hablar con sus mujeres le bastaron a la mexicana Eugenia Meyer para escuchar y grabar interminables horas de relatos a ocho cubanas, en la década del setenta.
Ese fue el origen, quizás sin ella saberlo aún, de El futuro era nuestro, un voluminoso libro de testimonios que por estos días acaba de presentarse en La Habana, con la presencia de su autora. Tal como se anuncia en la contraportada, se trata de una obra que recupera las narrativas de vida de ocho cubanas “cuyos relatos oscilan entre la cotidianeidad y su participación en el proceso revolucionario, en un ejercicio de memoria colectiva que, sin proponérselo, abarca casi todo el siglo XX y finaliza en la actualidad”.
“¿Por qué ocho mujeres? Simplemente porque con el correr de los días y las horas ellas fueron las que el destino puso en el camino, a las cuales aprendí a conocer, entender, admirar y respetar”, comenta Meyer en la introducción.
Sin preguntas ni introducciones, cada capítulo abre paso a una voz diferente: la de la profesora Esterlina Milanés Dantín, con más de 70 años; la de la negra Norberto Rivas Ibáñez, una empleada doméstica devenida agricultora, maestra y líder comunitaria y la de “La guajira” Gladis Naimó Brito, trabajadora comunal.
Les siguen la historiadora Sonnia Moro Parrao; la más joven de las entrevistadas, Mireya Herrera Martínez, técnica y empleada estatal; Migdalia González Cruz, trabajadora de Comercio; Consuelo Rolo Hernández, obrera primero y costurera después; y finalmente cierra el libro la artista Antonia Eiriz Vázquez, bautizada como “la pintora de lo trágico” y no suficientemente reconocida en su momento.
De diverso origen social, racial y generacional, las ocho protagonistas nacieron durante la primera mitad del siglo XX, pero cada una desanda sobre sus pasos, trayectorias y vivencias muy diferentes entre sí. Tienen en común, sin embargo, que sus relatos permiten reconstruir una valiosa parte de la memoria social y cultural de la isla caribeña, que es parte también de latinoamericana y caribeña.
De acuerdo con Meyer, su propósito fue rescatar esas historias de vida y adentrase así en la forma en que cada una de esas cubanas, desde sus propias perspectivas, experimentaba las “transformaciones con y por la revolución”.
Esta profusa recopilación reúne, entonces, las voces diversas que se expresan, tal y como lo contaron, con amplia comunión de imágenes, sentimientos, ideas, contradicciones y vivencias humanas. “Cada historia de vida me significó un esfuerzo singular por comprender a la mujer que frente a mí ha desenredando la compleja madeja de su memoria”, ha descrito la autora, al reconstruir las entrevistas que, por mucho tiempo, fue realizando en Cuba.
Además de los testimonios, el contexto, la historia, lo avatares, enseñanzas, vivencias y antecedentes que por ellos se deslizan, El futuro era nuestro se inscribe en la tradición oral como válido método investigativo.
“Cada historia de vida me significó un esfuerzo singular por comprender a la mujer que frente a mí iba desenredando la compleja madeja de su memoria, en ocasiones con color y otras con alegría era capaz de hurgar en el pasado, recuperar del olvido situaciones supuestamente perdidas, a fin de que yo pudiera ordenar sus relatos y darles coherencia y ritmo, comenta Meyer.

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