La historia de las mujeres negras en Latinoamérica, sus luchas, resistencia, sacrificios y resiliencia merecen ser visualizados, expresaron participantes en el II Coloquio Internacional de Estudios sobre Afroamérica, realizado del 14 al 17 de junio en la Casa de las Américas, en la capital cubana.
Ponentes de Chile, Colombia, Cuba y Uruguay hablaron de esas luchas por la emancipación, el reconocimiento de sus raíces y la no discriminación.
La doctora Alejandra Fuentes González, de la Universidad de los Andes en Chile, refirió que la trayectoria vital de las mujeres negras y afromestizas entre los siglos XVII y XVIII, en su país, estuvo matizada por la resistencia, pero también por la sumisión.
Mediante el análisis microhistórico de 12 casos presentados en esa época a la audiencia eclesiástica del Arzobispado de Santiago de Chile, explicó que entonces había historias diversas. Por un lado, se articularon estrategias de resistencia jurídica para enfrentar el discurso del poder colonial o luchar por su libertad o reconocimiento formal; por el otro, hubo historias de mujeres cuyas vidas estaban sujetas a las de sus amos, explicó la especialista.
La fragilidad de aquellas esclavas que pasaban de una casa a otra, de un amo a otro; que eran objeto de litigios de familia incluso, contrasta con la fuerza y perseverancia de otros relatos hallados en archivos de la sede religiosa, que aluden a procesos judiciales de hasta dos años para reconocer la libertad de una mujer, relató.
Los aportes de la escritura de las mujeres afrocaribeñas que legaron cuentos, novelas y poesías fueron destacados por Laura Daniela Rivera Puello, la máster Laura Carolina Castañeda Sua y el doctor Yilson Javier Beltrán-Barrera, de la Universidad Nacional de Colombia.
Su estudio revela el potencial de estas narrativas, con voces polifónicas frente a las violencias y temáticas específicas que se reiteran, como las plantaciones, los huracanes y los cuerpos territorios.
De acuerdo con los autores de “Silencios de la plantación: mujeres afrocaribeñas, naturalezas y narrativas”, pese a la relevancia de la literatura de esas mujeres, sus aportes son los más invisibilizados, tanto en el campo literario como en la investigación científica; de ahí que pueda hablarse de un doble silenciamiento.
“La escritura de las mujeres, fundamentalmente del Caribe hispano, se ha mantenido en un doble silenciamiento, conceptual y de difusión. Aunque algunas investigaciones profundizan en la cuestión de género, dejan de lado la variable raza como marcador concomitante para comprender la creación literaria de ellas”, señaló Rivera Puello.
Esos silenciamientos son resultado de la estructura patriarcal y racista que da forma al proyecto de modernidad e invisibiliza otras narrativas y discursos, acotó.
Castañeda Sua destacó el aporte que representa la incorporación de un nuevo sujeto corpolírico, que es esta mujer que se narra a sí misma. Explicó que sus obras aluden a la plantación, no solo como espacio que habla de un modelo económico, sino que define el día a día en sus vidas. No iban allí solo a ejercer su trabajo, sino a realizar labores de cuidado que también sostienen el modelo de plantación.
Los autores consideraron que, tanto en la plantación de la época colonial, como en sus expresiones contemporáneas, se perpetúan prácticas de racialización y generización en la explotación de los cuerpos-territorios.
Las narrativas estudiadas reflejan memorias de resistencia silenciadas por las teorías sociales y el canon literario de la región, así como un antropocentrismo derivado de dicho ocultamiento, apuntaron.
La cubana Anabel García, de la Universidad de Cienfuegos, ciudad a unos 250 kilómetros de La Habana, se enfocó en los inicios del siglo XX en la nación caribeña, luego de tres guerras por la independencia de la isla de España, cuando el sueño de la República trajo aparejada una mayor fuerza en la lucha de las mujeres negras y mestizas por lograr un espacio en la sociedad.
La joven investigadora dijo que frente a los cambios en la sociedad civil de entonces y el boom asociativo que se produjo, las mujeres negras y mestizas salieron a buscar un lugar que respondiera a sus intereses.
No obstante, “la lucha por el empoderamiento de las mujeres negras no está exenta de los contrastes de una sociedad profundamente machista y patriarcal y, por tanto, es difícil para los investigadores sacar a la luz sus acciones, debido a la alta invisibilización”, acotó.
De forma general, dijo, el papel de la mujer en Cienfuegos, entre 1899 y 1910, estuvo limitado por patrones patriarcales, pero es posible apreciar su empoderamiento a partir de algunas figuras, como la antigua esclava Carmen Soler, una de las 11 fundadoras de la agrupación lucumí Santa Bárbara; Escolástica Olivera, vinculada al comité de honor de señoritas de Santa Bárbara, o Úrsula Coimbra, pianista, maestra, periodista y luchadora por la defensa de los derechos de las mujeres negras y mestizas, quien estuvo involucrada en el surgimiento de la sociedad Minerva, con gran repercusión en el escenario provincial.
Por su parte, María Paula Iglesias Rocha, de la Universidad de la República de Uruguay, habló de una laguna teórica en lo que respecta al afrofeminismo y abogó por situar a esas mujeres como sujetas políticas que transforman una estructura de opresión y como constructoras de su propia historia.
Su investigación se centra en el colectivo Afrogama, creado en 1995 y que, mediante el artivismo (teatro, danza, candombe), visibiliza y denuncia problemáticas de las mujeres afro. Ellas crearon la primera cooperativa de mujeres afro, denominada Ufama al sur, y denuncian la presencia del machismo en lo cotidiano, a partir de la falta de acceso y oportunidades, comentó.
La labor de estas mujeres se dirige a generar autoestima afrodescendiente y es significativo que, en su opinión, también existe racismo al interior del movimiento feminista uruguayo, pues muchas veces son invitadas a los eventos a tocar, pero no a hablar ni compartir sus experiencias.
En tanto, el Movimiento de mujeres Mizangas (cuentas que forman un collar de protección), fundado en 2006, es un grupo horizontal que se propone sensibilizar a otros movimientos sobre el racismo. Este movimiento se articula con la marcha de la diversidad y se convierte en promotor de la protección de los derechos humanos.
Iglesias Rocha también estudió el Bloque antirracista, conformado en 2020 y al cual se integran mujeres racializadas y no, disidentes, migrantes e indígenas, con el objetivo de visibilizar la lucha antirracista y la situación de la población afro, mediante el artivismo.
Su constitución durante la preparación para el día de lucha de las mujeres, el 8 de marzo, y su extraordinaria participación en la movilización de 2020 marcaron su camino, en constante revisión de las prácticas machistas, de denuncia de la cosificación de los cuerpos afrodescendientes y sacando a la luz las falsedades de la descreencia o minimización de la existencia del racismo en la actualidad.
Los tres colectivos acusaron que existe falta de conciencia racial en la sociedad uruguaya y, por tanto, es preciso crear espacios de construcción colectiva de la identidad que les permita reconocerse como sujetas políticas, portadoras de una ascendencia étnico-racial. Se trata de especificidades que las llevan a hermanarse e identificarse en un accionar político específico, como constructoras de su propia historia.