Mujeres negras en el deporte, una historia para ser contada

Dentro del patrimonio cultural de la nación cubana, la contribución de las mujeres negras al deporte es un tema aún poco estudiado, más allá de biografías dispersas, coincidieron deportistas, activistas e intelectuales. «A un ejercicio de reivindicación social y de género, que muestre más allá del momento de las pasiones en que la gente gana una medalla», invitó Roberto Surbano, conductor del encuentro convocado el jueves 28 de marzo por El Club del Espendrú, un espacio que promueve el activismo en la lucha antirracista en el país.

«Hay una historia anterior, muchas veces dura, para llegar ahí, y una historia después; que en el caso de las mujeres, en especial la mujer negra, no ha sido suficientemente contada», dijo el escritor.
La investigadora Irene Esther Ruiz Narváez señaló que si bien con frecuencia se tiene una mirada occidental sobre el origen del deporte, situada en los primeros juegos olímpicos de Grecia, se olvida dónde nació la civilización y la humanidad: en África», destacó la activista.
«Esas personas, mujeres y hombres, caminaron del sur al norte, hasta que poblaron el mundo. Por lo tanto, ese ejercicio físico tiene un antecedente que está relacionado con el nacimiento del deporte», significó.
Según la también exdeportista, más de un mito han estado presentes en relación con la población negra y la práctica deportiva, como es la práctica del lanzamiento, privativo durante muchos años de las personas blancas y en particular de los hombres.
«La historia está llena de evidencias de mujeres lanzadoras con arcos, flechas y lanzas combatiendo contra otras tribus o los colonizadores europeos», dijo.

Una carrera contra el silencio
Hasta qué punto el deporte ha sido reconocido como parte de la sociedad cubana, en términos de producción cultural, reflexionó Surbano.
En opinión del destacado intelectual, los deportistas son modelos sociales, personas que entregan una gran energía social inmaterial, pero que, al igual que las medallas que pueden o no obtener, son parte de la identidad nacional.
Destacó que aún se carece de investigaciones que muestren que el deporte ayuda a legitimar la condición social, la capacidad humana de sectores no privilegiados en Cuba, y que han encontrado en este sector un espacio de legitimidad y ascenso social. «Hablamos de personas que entregan sus mejores años, su sacrificio en los entrenamientos, violentando muchas veces su cuerpo, para ese reconocimiento social», dijo.
En el caso de las mujeres eso se multiplica, pues generalmente ellas tienen que aplazar o renunciar a la maternidad y al momento de hacer una familia. No se pueden obviar estos elementos para entender el valor y el peso de estos sujetos, protagonistas en la sociedad, destacó Surbano.
De acuerdo con Ruiz Narváez, la primera evidencia de mujeres negras en Cuba participando en juegos oficiales se sitúa en 1928. «Durante el siglo XIX, el deporte era realizado por personas blancas porque respondía al nivel social a cual pertenecían. Si no se tienen en cuenta los antecedentes históricos, es imposible reconocer el valor que tiene hoy que los éxitos en el deporte tengan un peso fundamental en mujeres negras y mestizas», refirió.
En la historia del atletismo cubano, 48 mujeres han traído al país 165 medallas, de estas 76 de oro. Todas ellas negras y mestizas, dijo.
La incorporación de las mujeres negras al deporte en Cuba es algo meritorio para Caridad Agüero, una de las pioneras del atletismo cubano y vencedora en el lanzamiento del disco en los Juegos Centroamericanos y del Caribe de 1962. «Pero es un camino con muchos obstáculos», destacó.
«Hubo una época donde nos teníamos que desnudar ante un comité, para la prueba de la sexualidad, donde corroboraban si éramos o no mujeres», dijo.
«Incluso el deporte tiene la cara contradictoria de concepciones prejuiciadas en la sociedad actual que ven al deporte como algo de negros, y a la actividad deportiva como algo menor en la escala social, lo cual nos ha marcado también», reflexionó la joven activista Lisandra Landrián.
De los costos personales de ser mujer y deportista de alto rendimiento habló María Cristina Betancourt, ganadora de tres platas y un oro en Juegos Centroamericanos y finalista en los Juegos Olímpicos de Montreal 1976, con la mejor actuación de un lanzador latinoamericano.
«Fui madre con 29 años, puedo decir que bajo protesta, porque ocurrió después de la olimpiada de 1976. Fui llevada hasta la comisión de atletismo para deliberar si me dejaban o no tener mi hijo, pues se esperaba más resultados. Iba a perder mi matrimonio, mi esposo quería tener hijos y me decía: ¿hasta cuándo es esto? Son cosas que nos suceden a nosotras las atletas», rememoró.
Según Lázaro Betancourt, gloria del deporte cubano y figura destacada del atletismo en la nación caribeña, cuando la mujer ingresó a los Juegos Olímpicos comenzó con cinco pruebas, mientras los hombres tenían 23. Hoy día ellos tienen 24 y las mujeres también.
«Dicho crecimiento se debe a los rendimientos que han logrado y los resultados con los cuales se han impuesto».
En Cuba, dijo, las mujeres se han empoderado en todos los deportes, luego del proceso revolucionario iniciado en 1959. Pero es algo que debe preservarse en un contexto mediado por una creciente penetración del mercado, la pérdida de relevo en las distintas disciplinas y un insuficiente proceso de captación en el ámbito escolar, refirió.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

cuatro + quince =