La población rural femenina en Cuba precisa de miradas y acciones que tengan en cuenta su diversidad y realidades específicas a nivel territorial y local, coincidieron expertas en La Habana.
“Hay una gran heterogeneidad al interior de las zonas rurales y esa realidad debe tenerse en cuenta para hacer cualquier análisis, algo muy importante también cuando se refleja en los medios de comunicación”, precisó la doctora Luisa Íñiguez, geógrafa y demógrafa, al intervenir el pasado 6 de marzo en VI Taller “Igualdad de Género en la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible”.
Organizado por el Instituto Internacional de Periodismo José Martí (IIPJM) y el Sistema de Naciones Unidas (SNU) en Cuba, el encuentro permitió socializar información relevante sobre género en la Agenda 2030, entre periodistas de medios nacionales y capitalinos, en vísperas del 8 de marzo dedicado este año a nivel global a las mujeres rurales.
Para Íñiguez, investigadora de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO), cobra especial relevancia el estudio de las desigualdades, desequilibrios y asimetrías que existen en los territorios, desde una perspectiva de género.
Las mujeres rurales constituían poco más de 21,3 por ciento del total de la población femenina de Cuba al cierre de 2016, según datos del Anuario Demográfico de Cuba, del Centro de Estudios de Población y Desarrollo (Cepde), de la Oficina Nacional de Estadísticas e Información (Onei).
Pero, de acuerdo con esta especialista, la definición de “rural” no es una categoría absoluta, pues contiene gran variedad de situaciones que dependen de la ubicación geográfica, las fuentes de desarrollo económico, las construcciones culturales, entre otras dimensiones.
“Igual sucede con las mujeres rurales, ninguna se parece a otra”, precisó Íñiguez.
Algunos datos del último Censo Nacional de Población y Viviendas, realizado en Cuba en 2012 permiten ilustrar algunas de las realidades a las que hizo referencia la experta.
En ese momento, ellas estaban empleadas básicamente en el sector agrícola como trabajadoras de Unidades Básicas de Producción Cooperativa (37 %), y alrededor de 29 por ciento se ubicaba en cooperativas agropecuarias o como como pequeñas agricultoras y asociadas a cooperativas de créditos y servicios. Apenas 13 por ciento desarrollaba algún emprendimiento por cuenta propia.
Íñiguez, sin embargo, llamó la atención especialmente sobre un dato que puede esconder profundas inequidades.
El 56 por ciento de las cubanas de zonas rurales se dedicaba a los quehaceres del hogar, según el censo. Sin embargo, esa cifra también incluye a las muchísimas mujeres que atienden a los animales, cultivan huertos y pequeñas parcelas o ayudan en las duras tareas del campo, labores que no clasifican precisamente como trabajo doméstico.
Al exponer otras diferencias, Íñiguez también llamó a preguntarse, por ejemplo, por qué en la zona más oriental del país muchos más hombres que mujeres carecen de estudios universitarios o suelen declararse solteros.
“Todos esos datos nos pueden dar una idea de esa heterogeneidad, pero hay que particularizar en lo que ocurre en los municipios y pequeños asentamientos, donde existen distintas condiciones de vida que demandan atención particular”, insistió la investigadora, autora de los libros Las tantas Habanas y Oriente por dentro, este último aún en proceso de impresión.
La geógrafa se refirió también a la publicación del Atlas de la infancia y la adolescencia en Cuba, un análisis de la población de 0 a 17 años a partir del Censo de 2012, y su utilidad para “construir o reformar rutas a favor del bienestar de la infancia y la adolescencia en Cuba”.
Por su parte, Blanca Munster, profesora e investigadora del Centro de Estudios de la Economía Mundial, también conferencista del taller, abundó sobre las diferencias entre los espacios urbanos y rurales y las brechas existentes entre hombres y mujeres en la propiedad de la tierra, las horas que dedican al trabajo remunerado o no remunerado, entre otros temas.
Especialista en economía feminista, Munster identificó algunas de las desigualdades que en materia de género subsisten en el ámbito rural cubano, como las brechas salariales, de ingresos y de empleo, la participación en puestos de toma de decisiones y los retos de la conciliación entre el espacio público y el privado.
Igualmente, la economista sugirió acciones que pudieran contribuir a la reducción de esas inequidades en las zonas rurales, como por ejemplo “el impulso de emprendimientos femeninos a través de microempresas y programas de crédito para mujeres”.
Munster también contextualizó la situación global en que se inserta la Agenda 2030, el análisis de las metas específicas de género y los retos que emanan para su implementación.
La Agenda 2030 en Cuba
En general, el taller, cuarto de su tipo que se realiza en el IIPJM, aportó herramientas para analizar las estadísticas con lupa de género, en busca de desentrañar brechas y diferencias territoriales que impiden el avance de las mujeres y obstaculizan los caminos del desarrollo.
Estas jornadas buscan profundizar en temas vitales para la preparación de periodistas y comunicadores con vistas a que puedan contribuir a visibilizar las dificultades y avances que en materia de género se registran en el camino de la implementación de la Agenda 2030, explicó la periodista Dalia Acosta, coordinadora técnica de la campaña Únete para eliminar la violencia hacia las mujeres y las niñas, del SNU y una de sus principales organizadoras.
Para complementar ese objetivo, el día de trabajo cerró con un panel donde representantes de cinco fondos y agencias del SNU en Cuba, junto a su coordinadora residente, Consuelo Vidal-Bruce, compartieron detalles acerca de su contribución en Cuba al logro de las metas de género de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS).
“Lograr la igualdad de género y empoderar a todas las mujeres y las niñas” es propósito del ODS 5, explicó Vidal-Bruce, aunque subrayó que estos temas aparecen de manera transversal en los 17 objetivos de la Agenda 2030.
La coordinadora residente también llamó la atención sobre el papel de la mujer rural, a menudo invisibilizado en la sociedad actual, pese a su extraordinaria relevancia.
María Machicado, representante del Fondo de Naciones Unidas para la Infancia (Unicef) y al frente del Grupo Interagencial de Género del SNU, enfatizó sobre el valor que se le otorga a la comunicación y el periodismo en el desarrollo de las mujeres.
“Entre las actividades que se organizan a propósito del 8 de marzo, esta es una de las más estratégicas por la necesidad del acompañamiento de los medios de comunicación, que pueden perpetuar las desigualdades cuando no se enfocan adecuadamente”, apuntó Machicado.
Cristian Morales, representante de la Organización Panamericana de la Salud y Organización Mundial de la Salud (OPS/OMS), Laura Melo; del Programa Mundial de Alimentos (PMA); así como la representante residente adjunta del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (Pnud), Soledad Bouza; y el coordinador internacional de Programa del Fondo de Población de las Naciones Unidas (Unfpa), Rafael Cuestas, completaron el panel interagencial.
Isabelita también estuvo en el taller
Inspiradora también de estos encuentros, la doctora Isabel Moya, recientemente fallecida, estuvo presente en el encuentro en un homenaje merecido a su militancia feminista y los muchos esfuerzos dedicados a “encender los bombillos de género” en el ejercicio del periodismo y la comunicación.
A iniciativa de la dirección del IIPJM y del SNU, una parte de la tarde se dedicó a recordar a la destacada periodista y académica, quien falleció el pasado cuatro de marzo. Colegas, trabajadoras de la Editorial de la Mujer y la Unión de Periodistas de Cuba se reunieron para recordar a Moya con anécdotas y planes para continuar su legado.
De esa manera, se insistió en la necesidad de establecer mecanismos y redes para impulsar el trabajo generado por la querida “Isabelita” en la inserción de la visión de género en los medios de comunicación, las facultades de Periodismo del país y desde la propia Cátedra de Género y Comunicación Mirta Aguirre, del IIPJM, que ella soñó, organizó y dirigió.
Los representantes del SNU se sumaron al homenaje póstumo a quien también fue una aliada de la agenda de género a nivel global y le dedicaron la jornada pues, al decir de Rafael Cuestas, del Unfpa, “ella también fue una de esas activistas a las que Naciones Unidas dedica este 8 de marzo, cuya pasión y compromiso han permitido hacer realidad los derechos de las mujeres generación tras generación, y a las que debemos los cambios conseguidos”.