Miradas desde la lejanía

Unos se fueron buscando mejores condiciones de vida o desarrollo profesional. Algunos dicen que querían recuperar derechos perdidos o ayudar a su familia. Para otros, la causa fue el matrimonio. Desde la distancia, no pocos recuerdan con nostalgia lugares y amigos, sin arrepentirse de su decisión de emigrar.

En sus viajes, independientemente del país de destino, hay tantas historias como emigrantes. Cada persona tuvo sus motivaciones y expectativas personales. Unas veces se cumplen del todo; otras, sólo en parte, según reveló un sondeo realizado por SEMlac vía correo electrónico.

Iris, universitaria, 37 años, vive desde hace tres en España. Tomó la decisión por “una mezcla de necesidades económicas permanentes, sin solución, y la decepción y la desesperanza ante la imposibilidad de mejoría personal y nacional”.

Es universitaria y habla fluidamente tres idiomas. Pese a momentos difíciles,
considera que, básicamente, se han cumplido sus expectativas, pero “lo que pasa es que, marxistamente, mis necesidades son crecientes y nunca, en ninguna parte, estarán completamente satisfechas”.

Según la psicóloga cubana Consuelo Martín, del Centro de Estudios de Migraciones Internacionales (CEMI) de la Universidad de La Habana, la decisión de emigrar es multicausal y no se reduce a un absoluto económico, o político, o jurídico, sea voluntaria o forzosa, legal o indocumentada.

A su juicio, más bien es el resultado de la combinación de múltiples factores que expresan su coherencia en las nociones que integran el sujeto (individual, familiar y social), en la configuración subjetiva de su historia personal.

Mayuli salió de Cuba hace 12 años, invitada por su padre y con la idea de conocer otro sitio y forma de vida. Aunque sus proyectos se han cumplido “queda la esperanza de conseguir más”, asegura a SEMlac.
En España, y con nacionalidad española, “puedo viajar a cualquier país del mundo sin ningún tipo de cartas de invitación, ni objeciones” y “entrar a cualquier hotel, comercio, supermercado o playa, sin tener que dar explicaciones”.

Antonio (53) era médico y Ninetta (55) trabajaba en la televisión. Salieron de Cuba en septiembre de 1992, como refugiados políticos. Hoy él es profesor en universidades estadounidenses. Ella enfermó de fribomialgia y está incapacitada para cumplir un compromiso laboral.

Hace 15 años que Carlos, universitario de 47, partió de Cuba ante la imposibilidad de continuar trabajando para una agencia de prensa extranjera. Sus aspiraciones se han cumplido, «incluso algunas que no había previsto”.

“Se me abrió un horizonte de libertad donde cada día tengo la opción y la angustia de elegir, sin que el Estado intervenga en mi cotidianidad. El exilio me ha hecho más instruido, más plural y menos egoísta”, confiesa.

Tras seis intentos fallidos para llegar a Estados Unidos por vía marítima e ilegal, Eduardo finalmente logró salir de la isla y lleva 21 meses viviendo en Miami. Con 50 años, decidió probar suerte en otro lugar y alcanzar “la libertad de disponer de mi persona, de mis recursos, inteligencia y habilidades”.

También en Estados Unidos, María Elena, de 50 años, sostiene que el motivo principal de su partida fue “la pérdida total de mis derechos como ciudadana: a tener una vivienda y disponer de ella, poder alquilar en un hotel, a disponer libremente de mi día a día, a viajar, y a tener una calidad de vida digna”.

En Cuba existe un déficit de más de 500.000 viviendas. Las leyes permiten intercambiar casas pero no venderlas. El turismo internacional acapara la mayoría de los hoteles, en el resto, las reservaciones son otorgadas fundamentalmente a trabajadores destacados.

“Aunque al principio, como todo emigrante, tuve que hacer de todo, al final encontré `mi nicho´ y puedo planificar mi futuro”, agrega María Elena.

A un lugar distante y apenas conocido llegó Claudia hace un año. Aunque en Irlanda no ejerce su profesión de actriz, se siente en parte complacida: está junto a su esposo irlandés e intenta adaptarse a su nueva vida y a una sociedad muy diferente.

Un aspecto que sobresale en los vínculos con la isla es la posibilidad de enviar remesas. Según Carlos, “me ha permitido ayudar a mi familia y amigos”. Igual piensa Iris. Aunque el empleo es precario, manda dinero sistemáticamente.

Janey es una cubana que llegó a Chile a inicios de 2007 para casarse con un cubano residente en ese país. Desde su llegada, comenzó a trabajar para ayudar a su madre. Extraña y ya está planeando unas vacaciones a Cuba, este año.

Según estudios del CEMI, basados en datos del Censo de Estados Unidos de 2000, el Censo de Población de Cuba de 2002 y de la Dirección de Inmigración y Extranjería de 2003, entre 1959 y 2004 han emigrado un millón 359.650 cubanos.

Si se añaden los flujos de movimiento temporal, la cifra se incrementa a 1.600.000-1.700.000 personas hacia unos 148 países. Según el último censo de población realizado en la isla (2002), sus habitantes suman 11,2 millones.

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