Construir una cronología de la vida de Mariana Ramírez Corría, quien acaba de fallecer en La Habana a los 85 años de edad, podría ser un ejercicio de investigación muy arduo, pues habría más “hechos” que meses y años para contar.
Corresponsal jefa de este servicio de noticias desde su nacimiento en Cuba, en 1982, Ramírez Corría logró consolidar y mantener un equipo de trabajo muy estable, casi una escuela según sus colegas, que se ha ido reinventado a medida que pasan los años y cambian los contextos.
“Mariana es una de las muchas mujeres que contribuyeron a formar la persona que soy ahora mismo. Todavía era estudiante cuando llegué a su casa, por 1992 o 1993, de la mano de Dalia Acosta. Entonces armábamos un boletín que se llamaba Habanera, de modos muy artesanales, pero con tremenda seriedad y disciplina. Fue un aprendizaje enorme”, rememora Dixie Edith Trinquete, periodista y colaboradora de SEMlac Cuba.
“En ese espacio, por ejemplo, se publicaron trabajos muy profundos sobre alcoholismo, aborto, prostitución y hasta una entrevista excelente de Mariana a Dulce María Loynaz, cuando era difícil que la escritora concediera una”, agregó Trinquete.
“Mariana ha sido un puntal en mi vida profesional y personal, también de muchas personas que hemos compartido con ella parte del trabajo, dentro y fuera de Cuba”, aseguró la colega Sara Más, corresponsal adjunta de SEMlac Cuba y quien trabajó estrechamente junto a Ramírez-Corría en los últimos 25 años.
“Mujer inteligente, culta y sensible; también fuerte, decidida, valiente y muy trabajadora. Transgresora en muchos sentidos. De ella aprendí siempre y me hizo crecer como periodista y ser humano”, agregó.
De acuerdo con Lirians Gordillo, a Ramírez Corría la distinguía la atención con que se preocupaba por las familias, por las cosas cotidianas. “Lo primero que hacía cuando la veía era preguntar cómo iba todo y a veces hacía recomendaciones sobre lo que había escrito”, contó Gordillo.
“Yo era muy joven, recién graduada, cuando empecé a colaborar con SEMlac Cuba y siempre recuerdo que nos decía que para tratar estos asuntos sobre los que trabajábamos era muy importante tener sensibilidad, estar actualizada y estudiar mucho”, precisó.
Herencias de familia
Periodista, actriz, cantante lírica, locutora, maestra, combatiente de la clandestinidad en la década del 50, escritora de guiones para radio y televisión y, por si no bastara, también asistenta durante años de su padre, el neurocirujano Carlos Manuel Ramírez Corría, esta mujer que perdimos hoy fue, en muchas cosas, una adelantada a su tiempo.
Cuando se graduó de Historia del Arte en la Universidad de La Habana, en 1977, ya contaba con un título de Licenciatura en Letras obtenido en 1956, de la Universidad de Villanueva, centro de estudios superiores estadounidense fundado por los padres agustinos.
Pero, sobre todo, traía el sedimento cultural de haber crecido en un hogar frecuentado por poetas, artistas plásticos o científicos de todo el mundo, que le aportaron conocimientos y amplitud de miras para asomarse a su entorno y especialmente al periodismo.
“Para mí era lo más normal del mundo”, contó ella misma en una entrevista publicada en el libro En primera persona: 49 entrevistas a mujeres cubanas, publicado por SEMlac con la Editorial Cenesex, en 2010.
Personalidades como el pintor René Portocarrero, la ceramista y pintora Amelia Peláez o la escritora Mirta Aguirre; el ensayista y narrador Juan Bosh, luego presidente de República Dominicana y la familia Henríquez Ureña; los científicos y diplomáticos Roa Kourí o el escultor judío Sandú Darié, el caricaturista Juan David y el lingüista Salvador Bueno, por solo citar algunas, se reunían en su casa a conversar y compartir.
“Me empecé a dar cuenta de lo que significaba, realmente, cuando entré en la universidad y fui alumna de muchas de aquellas personas. Eso, por un lado, es maravilloso, pero por otro te compromete porque yo no le podía sacar menos de cien puntos en los exámenes”, reflexionó entonces Ramírez-Corría.
“Aunque tú no quieras, esas cosas te van metamorfoseando y, de pronto, un día, descubres que ves la vida de otra manera”, agregó.
Cuando cumplió 15 años, su padre –probablemente la persona que más influyó en su formación, según sus propias palabras– le regaló dos relojes: uno para pasear y otro para trabajar, pues “mañana empiezas”, le dijo.
Estudiaba por las mañanas, pero trabajaba en las tardes como asistenta de la consulta de Neurología en un hospital. Y el resto del tiempo lo compartía en todo lo que aparecía.
“Cuando los años fueron pasando, compartía mi trabajo con papi con las otras cosas que iban apareciendo: la televisión, el canto, la actuación, el periodismo… Yo era quien le transcribía todo, inyectaba, preparaba medicamentos… Él me daba a leer lo que escribía y si yo no entendía, lo rompía: ‘Si tú no lo entendiste es porque no sirve, yo lo hice para gente como tú, que no sabe nada de Medicina’, me decía. Era una escuela diaria”, narró Ramírez Corría.
Las lecciones de género
Ramírez Corría se casó con 23 años y tuvo tres hijas de su primer matrimonio; luego, tras un divorcio y un segundo enlace, nació el hijo varón. Compaginar sus muchas ocupaciones con el manejo de casa fue difícil, sobre todo con su primer esposo.
“El machismo en aquella época era muy fuerte. Realmente nunca encajamos mucho en esa zona de la vida, porque yo era muy independiente, tenía mi carro y salía a trabajar. También me ocupaba de las niñas, que nacieron en el 59, el 60 y el 62. Las eduqué gracias a mi madre que me ayudó mucho”, confesó Ramírez Corría.
“Antes de casarme nunca sentí discriminación por ser mujer. Me crié en un ambiente donde se respetaba a las mujeres y había mujeres brillantes. Empecé a chocar con el machismo cuando me casé. La familia y los amigos de mi esposo lo apoyaban en aquello de que la mujer era para la casa y el hombre para la calle. Y yo, revelándome”, aseguraba.
“Muchos años después me contó que, quizás inconscientemente, las experiencias de sus matrimonios y otras historias dolorosas que vivió en alguno de sus espacios de trabajo la prepararon para asumir el reto enorme que representó concebir lo que hoy es SEMlac Cuba”, reflexionó Trinquete.
“Ella ha sido un componente fundamental en la manera en que SEMlac funciona y en la estabilidad de su equipo de trabajo; en la manera de comprender el trabajo periodístico y los temas que abordamos desde la cotidianidad cubana”, coincidió Gordillo.
Ramírez Corría llegó a SEM casi por casualidad. En los años 80 vino a Cuba una colega buscando una periodista mujer que quisiera escribir en Inter Press Service (IPS) para la entonces Organización Internacional de Mujeres (OIM).
“Debía ser una mujer, cubana, que pudiera escribir de su realidad de todos los días. Yo me ofrecí y comencé a escribir. Me gustó muchísimo la posibilidad de escribir sobre mujeres, desde mi visión de género, aunque entonces no le llamaban así”, explicó Ramírez Corría en la entrevista de 2010.
El proyecto luego se convirtió en SEMLAT (Servicio Especial de la Mujer Latinoamericana), más tarde en SEM (Servicio Especial de la Mujer), hasta llegar a la propuesta actual.
“La muerte obliga a recapitular la vida de gente querida, de gente cercana. Y mira, yo diría que Mariana ha sido una ‘mujeranga’”, afirmó Gordillo.
“Fue una mujer que hizo su historia y compartió con gentes muy importantes de la cultura de este país. Mirando atrás y viendo la idea, la fundación de este proyecto, te diría que fue una mujer con mucha sensibilidad y también con voluntad, carácter, fuerza para echar adelante un proyecto y, sobre todo, con pasión para creer en lo que podía lograr”, agregó.
“Mariana era un ciclón, una fuerza de la naturaleza. Me enseñó disciplina de trabajo cuando todavía no era trabajadora y me dio lecciones de cómo multiplicar el día. Fue también familia para mi familia”, confesó Trinquete.
“He perdido una hermana con la que compartí deberes y placeres. La voy a extrañar. Sin su coraje, SEMlac no estaría en pie. Compartí con ella a mi madre y a mis hijos”, escribió la periodista y feminista mexicana Sara Lovera, directora general de SEMlac y de su corresponsalía en México, justo cuando se cerraban estas líneas.