Un catálogo enjundioso de mujeres ilustres para la cultura e historia de Cuba en las primeras décadas del siglo XX constituye el libro Damas de social, presentado por la Editorial Boloña, de la Oficina del Historiador de la Ciudad, el 13 de febrero en La Habana, como parte de la 24 Feria Internacional del Libro.
La compilación de las escritoras Nancy Alonso y Mirta Yáñez se centra en 28 mujeres intelectuales que colaboraron con la revista Social, una de las más influyentes publicaciones culturales cubanas que vio la luz, mensualmente, de 1916 a 1933, y entre 1935 y 1938.
Cada apartado incluye la fotografía de una de esas damas, su síntesis bio-bibliográfica, uno de sus trabajos publicados en Social y un texto escrito especialmente para el volumen por una intelectual contemporánea, de modo que autoras del presente dialoguen con su tradición.
Nombres trascendentes para las letras de la isla caribeña como Luisa Pérez de Zambrana, Lydia Cabrera, Serafina Núñez, Dulce María Borrero, Mariblanca Sabas Alomá y Aurelia Castillo de González figuran entre las seleccionadas.
Junto a ellas, aparecen otras con menos suerte para ahuyentar el olvido como Fanny Crespo, Graciela Garbalosa, Flora Díaz Parrado o Natalia Aróstegui, cuya presencia en la selección recupera la amplitud de sus respectivos legados.
Los artículos acompañantes, redactados desde el presente, van de lo reflexivo a lo ficcional, prueba de la diversidad de expresiones en la escritura femenina contemporánea. Igualmente sucede con los textos tomados de la revista, con los cuales las compiladoras intentaron reflejar variedad de géneros y temáticas.
Según narró Alonso, en el temprano 1919 Social dedicó su número de abril a difundir la labor cultural de las mujeres mediante una selección de intelectuales de la época que firmaron todos los trabajos.
El hallazgo de ese dato, hace más de siete años, mientras preparaba el epistolario del historiador Emilio Roig de Leuchsering, motivó a la narradora a investigar la participación femenina en las páginas de la revista y descubrir una «descollante colaboración de las mujeres en Social», muchas de ellas posteriormente soslayadas de los relatos históricos nacionales.
Como parte de su labor arqueológica, Alonso y Yáñez desempolvaron ejemplares de la revista y así lograron visualizar todas aquellas firmas femeninas, muchas de ellas sin referencias históricas.
No obstante, alcanzaron a acopiar datos significativos de cada una y ofrecer un panorama ampliado de la producción creativa de las cubanas, con alta calidad estilística.
La obra demuestra la variedad de espacios sociales en los que las mujeres alcanzaron legitimidad en tiempos de lucha incipiente por los derechos femeninos. Escritoras, pedagogas, músicas, pintoras, periodistas, críticas de arte, feministas y activistas políticas son algunas de las afiliaciones representadas.
Para Alonso, los esfuerzos aunados de tantas mujeres de hoy para honrar a las damas de aquel tiempo expresan una «deuda de gratitud» con ellas, por haber iniciado una batalla aún por ganar.
El investigador Rolando López del Amo evaluó el volumen como un excelente ensayo histórico sobre la primera República cubana, pues recoge a mujeres que enriquecieron, con su obra y pensamiento, la realidad social de entonces.
El presentador elogió también la edición cuidada, así como el diseño, que incluye ilustraciones provenientes de algunos números de la revista, que revolucionó la gráfica de la época al incorporar tendencias modernas.
Significativo aporte resulta el listado final de todas las mujeres que publicaron en Social y las referencias a sus artículos, a lo que se añade una ficha para cada una de las 28 autoras contemporáneas incluidas, índices onomásticos y un ensayo final donde Mirta Yáñez pone en contexto la situación cultural de las mujeres en los primeros años de la República cubana.
Social, dirigida por Conrado W. Massaguer y con Emilio Roig como editor literario, comenzó como una publicación de entretenimiento, pero se convirtió en el órgano de la vanguardia intelectual cubana por la profundidad de sus textos.
Asegura Yáñez que, contrario al ensañamiento de algunas publicaciones de la época con las feministas, no tuvo cabida allí el «machismo rampante» y sus páginas evidencian el apoyo de Roig y Massaguer a sus colegas femeninas, protagonistas de un tiempo en que florecían el movimiento sufragista y el feminismo.
Sus colaboradoras -periodistas, escritoras, artistas y feministas en su mayoría- dejaron un trazo de progreso en la cultura cubana, sostiene la autora.
«Todas se merecen el recuerdo y el homenaje. Y alguna vez, alguna plaza, alguna calle, alguna biblioteca cubana, llevará sus nombres», escribe Yáñez en el ensayo recopilatorio con que concluye el libro.