Las mujeres de Magda González Grau

Filóloga de profesión, realizadora audiovisual por vocación y feminista por “aprendizajes múltiples”, como ella misma reconoce, la directora de cine y televisión Magda González Grau valora, por sobre muchas cosas, la persistencia. Además de sus propias reflexiones, sus avatares creativos lo evidencian. Comenzó en la Televisión Cubana haciendo subtítulos y doblajes, un trabajo que le gustaba mucho. Esos ejercicios, que implicaban “crear toda una dramaturgia a partir de la voz y la actuación, para luego sumarle la imagen”, probablemente cimentaron parte de los conocimientos que la han llevado a convertirse en una excelente directora de cine y televisión.

Pero González Grau también ha sido persistente con los proyectos y con los asuntos que la seducen o apasionan.

Una rápida búsqueda entre entrevistas concedidas por la realizadora a medios de comunicación en los últimos años, o entre las reseñas a los estrenos de no pocas de sus obras, pueden dar fe de sueños mantenidos durante mucho tiempo y conseguidos a golpe de constancia.

La teleaudiencia cubana asistirá, el próximo sábado 2 de septiembre, al estreno ante el gran público de una de sus creaciones de largo nacimiento, “Piña colada”, un audiovisual de una hora de duración, sobre un texto original de la escritora Laidi Fernández de Juan.

“Llevar esta obra a la pequeña pantalla fue un poco difícil. La producción demoró y finalmente salió por el departamento de programas infantiles y juveniles, donde había más presupuesto”, explicó González Grau a SEMlac.

“Cuando finalmente íbamos a comenzar a grabar, fue necesario hacer ajustes a la propuesta, pero en ese momento Lil Romero, la guionista, no podía y nos dio luz verde para hacerlos. Nos sentamos con Laidi Fernández y la idea original fue creciendo. Luego las actrices también defendieron características particulares de sus personajes, que no estaban en el original”, agregó.

Un elenco de reconocidas actrices cubanas como Camila Arteche, Edith Massola, Luisa María Jiménez y Alicia Echevarría comparten los papeles junto al adolescente Carlos Adrián González y al actor Omar Alí.

A juicio de la directora de “Puertas”, “Sol y sombra”, “Clase magistral” y “Añejo 5 Siglos”, ese proceso llevó a “Piña colada” a convertirse en una obra que habla de las muchas mujeres que ejercen su maternidad en solitario, del valor de las familias; pero también de los derechos y deberes de los padres frente a sus hijos y de los conflictos de la adolescencia en la Cuba de hoy.

“Y de la amistad y la cotidianidad, pues todos esos temas pasan bajo la óptica de cuatro escritoras, de edades diferentes, que muestran todo un abanico de la realidad que vivimos las mujeres cada día”, aseveró la directora.

“El 49 por ciento de las familias cubanas son monoparentales y tienen una madre al frente. De eso apenas se habla en los medios de comunicación. Es importante saber que las cubanas son madres excelentes, aunque cometan errores. Todo el tiempo están al lado de los hijos y me parecía interesante reflejar eso”, agregó.

“Piña Colada” será transmitida durante la última edición de 2017 de “Una calle y mil caminos”, una revista televisiva veraniega de corte social que González Grau dirige desde 2015 y este verano ya ha abordado temas como la discriminación racial y la prostitución. Esta vez Patricia Arés, psicóloga y experta en temas de familia, será la invitada para comentar sobre el tema central.

“Yo sí creo en la gotica de agua”

Producido más o menos en paralelo a “Piña…”, el primer largometraje de ficción de González Grau y quinto en ser dirigido por una mujer en Cuba en poco más de 50 años, “Por qué lloran mis amigas”, también llegará a las pantallas grandes de la isla antes de que cierre 2017, producido por RTV Comercial.

Persistente en sus preocupaciones y en la elección de sus protagonistas, la creadora vuelve a reunir a cuatro actrices cubanas ante múltiples conflictos bien peliagudos y, “no por casualidad”, dos de ellas coinciden con las del corto que se verá el próximo fin de semana en televisión.

“Luisa María Jiménez, Amarilys Núñez, Edith Massola y Yasmín Gómez interpretan a cuatro amigas que hace más de 20 años no se ven, se reencuentran y hacen catarsis sobre sus vidas”, relató González Grau.

“Una es lesbiana, la otra recién sale de prisión, la tercera es una mujer revolucionaria, vanguardia y entregada en su trabajo, pero su marido no entiende las prioridades de su vida; y la cuarta es muy religiosa, muy conservadora, pero tiene un hijo heterosexual que vive con VIH, cuando ella había asumido que el sida era una enfermedad de homosexuales”, detalló.

“Es una película íntima, con ningún exterior, un caso raro en el cine cubano. Estas cuatro amigas actúan de forma diferente ante la vida, tienen distinto nivel cultural, sin embargo, logran ayudarse a través de la amistad”, precisó.

La historia llegó a González Grau a través de la joven guionista Hannah Imbert, que se inspiró en una experiencia con las amigas de su mamá.

“Pero son mujeres con las que podría identificarme. Trabajo con personajes femeninos, porque es lo que más conozco: mis amigas, mi madre, yo misma”, reflexionó González Grau.

Se ha dicho en varias oportunidades que esta es una “película de mujeres”. Cómo directora, ¿dirías que es más una película “de género”?

Nunca me propongo algo así de manera explícita, pero sí; se trata de una película que aborda temas de género, como el respeto a la diversidad sexual, por solo poner un ejemplo. Y lo confirmé cuando vi la reacción de algunos hombres cuando la vieron en el ICAIC (Instituto Cubano de Arte e Industria Cinematográficos).

Un funcionario de ese instituto me comentó que era muy interesante ver por primera vez en una película cubana conversaciones íntimas de mujeres, ver la manera en que nos relacionamos en privado.

La escritora y crítica literaria Zaida Capote, por su parte, me dijo: “me encanta que tus mujeres se sienten a hablar con sus maridos”.

Has repetido que eres feminista, pero también has contado que llegar a ese convencimiento fue parte de todo un proceso. ¿Por qué?

Cuando le dije a mi papá por primera vez: ‘yo soy feminista’, él me replicó: ‘Ay Magda, no me digas eso…’. Y ese mismo papá fue el que enseñó a sus tres hijas a ser independientes y nos decía que tuviéramos muchos novios y viviéramos a plenitud la condición de mujer.

Creo que por alguna razón heredamos un prejuicio muy grande contra el feminismo desde los primeros años de la Revolución, que por suerte ha ido pasando. Porque aunque llegué racionalmente al convencimiento de que era feminista, las raíces ya estaban ahí y al principio no las reconocí.

Mi mamá fue muy adelantada para su época: fue maestra, se graduó de Filosofía, dirigió el Teatro Nacional de Cuba. Tuvo cuatro hijos –tres niñas- y nunca dejó de trabajar. Era la jefa de mi papá cuando se conocieron y él la respetó y apoyó siempre; nos cuidaba para que ella trabajara. Eso es algo que se aprende de una manera inconsciente.

Entonces, siendo vicepresidenta de la UNEAC (Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba), la crítica y profesora Danae Diéguez y un grupo de feministas fueron pidiendo un espacio en la institución para desarrollar unos talleres. Le dije a Danae que yo no era feminista y ella me dijo que no importaba.

La propia Danae y otras mujeres como Dalia Acosta, periodista, me fueron demostrando que los temas que me interesaban y los puntos de partida de mis obras eran feministas. Con mujeres como ellas aprendí mucho y ahora puedo decir con orgullo que me considero también feminista.

Confiaste a Daphne Guisado, una exalumna de la Facultad de Arte de los Medios de Comunicación Audiovisual, y a Celia Suárez, aún estudiante, el sonido y la edición de tu película. ¿Crees en la juventud como protagonista, como motor de cambio?

Siempre. Yo no creo en eso de que ‘los jóvenes están perdidos’. Hay jóvenes y jóvenes, adultos y adultos, y viejos y viejos. Pero esa confianza lleva asociada la certeza de que hay que formar a esa gente joven, capacitarles en múltiples temas entre los que están los de género.

Tenemos que aportar al cambio y ser muy activos en ese proceso. Por eso me negué a pasar mis clases en la universidad para el cuarto año. Prefiero quedarme en primero, cuando esas muchachas y muchachos están recién llegados de la enseñanza media y tienen sus primeras ideas sobre lo que quieren contar. Lo considero mi granito de arena en su formación como creadores.

El valor de la capacitación también lo he confirmado durante mi trabajo con la Campaña UNETE contra la violencia hacia las mujeres y las niñas, de las Naciones Unidas. Cuando yo decidí identificarme como feminista, sabía que empezaba una caminata de aprendizaje, de sedimentar conocimientos que quizás sabía por instinto pero que es necesario racionalizar.

Eso ha sido para mí la Campaña UNETE. Hemos realizado talleres con estudiantes, con los creadores de la Televisión Serrana, en las montañas del oriente del país, y siempre es impresionante ver cómo influyen esos aprendizajes en las obras, incluso mucho tiempo después.

También he aprendido de mis alumnos, de las mujeres que me han rodeado, o con las que he trabajado. Danae (Diéguez) siempre me decía que de buenas intenciones está empedrado el camino del sexismo, o del machismo, no recuerdo bien la frase.

Y es verdad: si una no estudia, se prepara, con la mejor de las intenciones puede terminar haciendo algo que atente contra lo mismo que está defendiendo.

¿Vale también ese análisis para la formación en temas de género al interior de la Televisión Cubana? ¿En qué momento estamos en ese sentido?

Yo diría que en un momento fatal. Creo que hace unos años hubo un avance, alguna comprensión en relación con esos temas. Pero el medio sigue siendo bastante machista. Todo el movimiento que se logró ante el llamado del Cenesex (Centro Nacional de Educación Sexual) y de su directora, Mariela Castro, para llevar debates importantes a la pantalla, no trajo, en el fondo, evolución real.

Cuando pasa el momento de la campaña, resurge el pensamiento machista, retrógrado, androcéntrico. Y se impone, que es lo peor. Incluso en el tema del respeto a la diversidad sexual, en el que no niego que ha habido avances importantes, el tratamiento sigue siendo forzado y ajustado a fechas, campañas.

Por eso hay que seguir capacitando, insistiendo. Quienes no quieren que las cosas cambien, están apostando a nuestro cansancio. Pero esa ola rompiendo contra el arrecife logra cosas.

Por eso yo hipoteco los primeros seis meses del año preparando un programa como ‘Una calle y mil caminos’, a pesar del trabajo que cuesta sacarlo al aire; pero le llega a las personas. Este verano pusimos una dirección de correo electrónico y estoy conmovida por las respuestas que hemos recibido.

Ese es mi aporte; también el trabajo con los estudiantes. No me importe lo que gane en dinero, o lo que sufra para conseguirlo. Yo sí creo en la gotica de agua, pero tiene que ser constante.

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