Por Mariana Ramírez-Corría / Foto: Carmona
De los 15.000 judíos que se encuentran hoy en Cuba –ya sea de ascendencia o manteniendo las tradiciones–, 60 por ciento son mujeres, explica a SEMlac Maritza Corrales Capestany, historiadora de la Comunidad Hebrea.
Sobre costumbres y vida de esa comunidad en la isla caribeña, parte de sus historias y tradiciones, conversó SEMlac con esta especialista.
SEMlac: ¿Por qué decimos que la mujer es la piedra angular del judaísmo?
Maritza Corrales: Ella es quien lo transmite. Según la ley judía, el hijo de vientre judío, es judío. Ella es quien tiene la obligación de hacer llegar a sus hijos e hijas todos los conocimientos de la ley judaica. Ella es quien enciende las velas de Shabat (día de descanso de la semana) los viernes en la noche, cuando salen las primeras estrellas, tanto en el templo como en la casa. ¿Por qué es ella quien enciende las velas?
Es parte de su obligación. En el judaísmo todo está relacionado con la historia bíblica y el Talmud. Ella enciende, con la vela central, las otras velas, sean dos, siete o nueve en los candelabros. Por ejemplo: el candelabro de siete velas es una réplica del que estuvo en el templo Menoráh. El de nueve velas es sólo para Januka (Hanukkah en inglés), en diciembre. Es la fiesta de las Luminarias, la que se refiere a los ocho días en que celebran la victoria de Judas Macabeo sobre los Sirios en 165 a.e.c. (antes de la era común) y que condujo a la independencia nacional y purificación del templo. Esta fecha coincide, generalmente, con la Navidad Católica.
En cierta forma no es exclusivo de las mujeres el encender las velas. Puede ser un hombre, de acuerdo al Talmud, libro de los sabios. Pero la razón que dan para que sea la mujer es que Eva, la primera mujer de la creación, hizo que la luz del mundo bajara su intensidad por cometer el pecado mortal y por eso ella debe devolver la luz al mundo.
¿Y es la mujer la que transmite la tradición a los hijos?
Sí. A la hembra o hembras, la Ídish mame (madre judía) transmite las tradiciones. Las enseña a hornear el pan para las fiestas, a limpiar la casa y las educa en todo lo referente a la tradición judía. El marido así lo acepta. De este modo, la o las hijas deberán hacer lo mismo cuando tengan su hogar. Estos valores son lo más importante: amor a la familia, ayudar a los necesitados y hacer el bien. Hay que estar juntos y ayudarse mutuamente.
¿Cuál es la importancia del número 18?
Hay un símbolo que se lleva al cuello, el Jai, que significa la vida, y en la tradición es el número 18. Jai es una identidad que refleja la capacidad que este pueblo siempre ha tenido para multiplicar sus vidas, resurgir de sus cenizas y renacer.
En el Talmud, el libro más importante del judaísmo, junto con el Antiguo testamento de la Biblia, es 36 la cantidad de Tzaddikim histarim, o sea, de los hombres justos, sencillos, modestos, necesarios en una generación, para salvar al mundo y a la vida judía. El 36 es el múltiplo de 18, y 18, en hebreo, quiere decir vida.
¿La educación académica es muy importante para los hijos en una familia judía?
Sí. Los primeros inmigrantes, o sea, digamos la primera generación que llegó a Cuba, fueron vendedores ambulantes de productos confeccionados por ellos mismos. Ya en 1906 se había creado la primera sinagoga reformista y se fundó el primer cementerio judío en Guanabacoa.
Por aquel entonces la población judía en nuestro país era de unas mil personas aproximadamente. En 1910, cuando la inmigración turca, y de los países balcánicos en 1914, se fundó la primera sociedad sefardita Chevet Ahim, en la calle Inquisidor.
Además, se abrió un pequeño cementerio cercano al ya creado en 1906.Ya en 1925 eran 8.000 entre askenazies, sefarditas y estadounidenses. Esa primera generación se dedicaba a vender de forma ambulante. De esta forma, esos productos eran mucho más baratos que los que se vendían en tiendas de la época. Por ello alcanzaron mayores ganancias y, además, inventaron las ventas a plazos para aquellas personas de poco poder adquisitivo. Muy pronto las ventas de los judíos les ayudaron a escalar a una clase social superior.
En la década del cuarenta del pasado siglo, surgieron diversos establecimientos judíos y fabricaron sus primeras casas. Esta parte de la ciudad se conoció como el barrio Polaco, porque así era como los cubanos llamaban a los judíos, de igual forma como a todos los españoles les llamaban gallegos, sin importar de qué parte de España provenían.
La mujer seguía siendo la Maestra que conservaba la tradición. Los hijos estudiaban para convertirse en profesionales y así, accedían a una clase social superior.
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