La historia de las mujeres no está en los libros de Historia

Por Sara Más / saramas_2000@yahoo.com

Los nombres de Cecilia Aristi, Luisa Martínez Casado, Dominga González o María Josefa Agüero no se conocen popularmente en Cuba. Tampoco abundan los libros donde aparezcan sus historias u otras similares de cubanas del pasado que todavía la memoria no ha podido rescatar del olvido para las nuevas generaciones. Aristi fue una de las grandiosas pianistas de la isla, comparada para la música con “lo que fue Gertrudis Gómez de Avellaneda para la literatura”, apunta la historiadora Raquel Vinat, autora de varios libros y acuciosa investigadora de las figuras femeninas de la Historia de Cuba.
Entre ellas Luisa Martínez Casado, “tronco fundamental del teatro cubano”; Dominga González, “obrera de la que solo conocemos, por un periódico, que fundó uno de los primeros gremios feministas de las despalilladoras” (parte del proceso de fabricar tabaco), o María Josefa de Agüero, “la primera que hizo un club patriótico, anterior a los de 1868”, explicó la profesora.
Menos todavía se sabe a fondo de Edelmira Guerra. Ella propuso, tras la guerra de 1895 a 1898, el derecho al voto, al divorcio, al trabajo, la separación de la Iglesia del Estado y, además, pidió reivindicación para las prostitutas.
Transgresoras todas en su momento, “ellas y muchas otras le dieron a Cuba una gloria extraordinaria, aunque apenas las conocemos”, aseguró Vinat, ponente en un panel sobre la presencia femenina en la historia, realizado el 14 de abril, bajo el título Épica y mujeres, en la sede de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (Uneac), como parte del encuentro mensual “Mirar desde la sospecha”.
Ese espacio forma parte del Programa Género y Cultura del Grupo de Reflexión y Solidaridad Oscar Arnulfo Romero (OAR) y cuenta con los auspicios de la Agencia Suiza para el Desarrollo y la Cooperación (Cosude).
Convencida de que “la historia verdadera de las mujeres no la vamos a encontrar nunca en los libros de Historia”, Vinat instó a buscarla en las llamadas “fuentes secundarias”, en bibliotecas, archivos y periódicos, en la música y el discurso poético de siglos pasados.
“Tenemos cerca de 400 fuentes vivas y no vivas que hablan de ellas y pocas veces vamos a buscarlas. Hay muchas imágenes de las mujeres, no solo una”, alertó.
Si bien ha existido históricamente poco aprecio de la historiografía acerca de las figuras femeninas, también influye una ideología patriarcal que ha calado hondo en mujeres y  hombres, a lo largo de las épocas hasta la actualidad, asegura la historiadora.
Para el doctor Julio César González Pagés, el modelo de mujeres elegibles para ser visibilizadas en la historia nacional se sigue repitiendo de la enseñanza primaria a la universitaria.
Autor del libro En busca de un espacio: historia de mujeres en Cuba, la  obra fundamental de Pagés ha estado dirigida a  destacar la trayectoria de las feministas y sufragistas en la isla.
“A veces es tan dogmática la  enseñanza, que para ver a una persona en la Historia tiene que estar relacionada con la vida política”, reflexionó. “Y si tenemos en cuenta que la política la han desarrollado de forma categórica los hombres, en los siglos XIX y XX, difícil será encontrar a las mujeres. La Historia reproduce estos cánones”, señaló.
En el relato histórico, a ellas se les perpetúa muchas veces en el papel de esposas o madres, y no se profundiza en lo que hicieron, pensaron o escribieron. “No es un problema de la historiografía cubana, sino mundial”, precisa el también coordinador de la Red Iberoamericana de Estudio de las Masculinidades.
Hay numerosas evidencias de silencios y olvidos. Con más de 500 documentos valiosos, el libro de Documentos de la Historia de Cuba apenas refiere a tres relativos a las mujeres. “Una ausencia que los contemporáneos debemos de suplir”, opina Pagés.
Como también “debiera estudiarse el feminismo en las carreras de Historia y Filosofía, como materia curricular, y tener en cuenta el pensamiento filosófico de esas mujeres, en lugar de seguir desarrollando solo el canon filosófico de los hombres”, sostiene.
Otro tanto sucede con los congresos nacionales de mujeres de 1923 y 1925, que son “solo dos párrafos en el libro que hizo el Instituto de Historia de Cuba”, agregó.
El cambio es difícil, a juicio de la profesora de Historia de la Universidad de La Habana Yamilé Hernández Galano. “El gremio es muy cerrado y conservador todavía, y quienes hacemos historias de mujeres somos, en mayoría, personas jóvenes y muy pocas”, comentó a SEMlac la joven graduada en 2003.
En su opinión, falta divulgar más las investigaciones y tesis “que duermen el sueño eterno en las bibliotecas”. Se trata de estudios que suelen quedar en el círculo cerrado de la academia y pocas veces trascienden a la enseñanza.
La perspectiva de género llegó al ámbito académico en Cuba tardíamente, en la década de los noventa, y su influencia transitó primero por las escritoras, los ámbitos de la Filosofía, la Sociología y la Psicología, antes de llegar a la Historia.
La historiadora María del Carmen Barcia, Premio Nacional de Literatura, fue de las primeras que, en la vida académica reciente, al rescatar los sujetos marginados de la Historia, sacó a la luz aspectos pocos estudiados y valorados de personajes femeninos transgresores en las familias esclavas o entre las prostitutas, entre otros.
Igual se inscriben en esta corriente novedosa los trabajos de Raquel Vinat sobre las mujeres despalilladoras de tabaco o las que hicieron un valioso recorrido por el siglo XIX.
Sin embargo, Hernández Galano no cree que todo esté perdido y reconoce que empieza a abrirse el interés por la historiografía de las mujeres  entre el alumnado de ese alto centro de estudios, bajo el impulso de cursos “que todavía son opcionales, no materia obligada”, promovidos en la Facultad de Filosofía e Historia por el profesor Pagés.
El rescate necesario debe alcanzar a las mujeres protestantes, opinó Daylíns Rufín Pardo, teóloga del Seminario Evangélico del Instituto de Ciencias Bíblicas de La Habana. “Que se recuerde a la primera mujer que presidió el Consejo de Iglesias de Cuba, a las primeras que fueron ordenadas pastoras; a Nerva Cot, la primera obispa”, detalló.
“El enfoque de género nos cambió la vida. Es un arma valiosa que, una vez que la utilizamos, no podemos apartarla en el análisis de los fenómenos”, precisó la profesora Vinat, quien inició su contacto y formación con la teoría de género en Magín.
Magín fue una agrupación de mujeres comunicadoras, nacida en 1993 en Cuba y que buscó profundizar en el estudio de los temas de género.
Aunque tuvo corta vida, de apenas tres años, aglutinó a reconocidas periodistas, artistas e investigadoras y evidenció la necesidad de reflexionar sobre la posición desigual que ocupan  mujeres y hombres a partir de la construcción social que se erige sobre el hecho biológico de ser de uno y otro sexo.
“La de Magin es otra historia que también debemos recuperar y escribir”, opinó Danae Diéguez, profesora del Instituto Superior de Arte y una de las coordinadoras del espacio “Mirar desde la sospecha”, que acoge estos debates.
“En estos empeños de recuperación histórica, los medios de comunicación tienen un papel fundamental”, insistió la investigadora y comunicadora Irene Esther.  “A veces un dramatizado, un corto o una novela tienen más alcance y más fuerza que un libro o una clase de Historia”, comentó.
Los medios pueden ser aliados o convertirse en obstáculos, como mediadores en la información. “Está en manos de realizadores, creadores y guionistas, en sus perspectivas y referentes”, dijo la periodista Soledad Cruz.
Todas y todos “tenemos responsabilidad, pues hay una mentalidad que lamentablemente atraviesa a toda la sociedad y nos puede hacer involucionar”, agregó. “La batalla es compleja, pero espacios como estos nos permiten empujar para dinamizar estas aspiraciones”, señaló Cruz.

Abril de 2011

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