La familia demanda políticas públicas integradoras

“¿Quién es el jefe en tu casa?”, preguntó una especialista cubana en temas de familia a varios niños y niñas. Las respuestas, aunque distintas, apuntaban a una misma persona responsable: “mi mamá”.

Los argumentos variaban: “Creo que mi mamá, porque ella tiene más cosas que hacer que mi papá”, contestó uno; “Mi mamá, porque ve todo cuando entra a mi cuarto. Ella ve hasta lo que hay debajo de la cama”, respondía otra. “Mi mamá no quiere ser jefe pero tiene que serlo, porque mi papá nunca está”, añadía un tercero.

Aunque hubo muchas más respuestas, estas tres le valieron de ejemplo a la socióloga María Elena Benítez, especialista del Centro de Estudios Demográficos (CEDEM) de la Universidad de La Habana, para ilustrar una de las tendencias reconocibles en la familia cubana actual: la feminización de las jefaturas de los hogares.

“Cada vez hay más mujeres al frente de sus hogares”, señaló Benítez durante una sesión científica convocada por el CEDEM, con motivo de celebrarse el 15 de abril del Día Internacional de la Familia.

Las cubanas pasaron de ser el 14,4 por ciento de los jefes reconocidos en el hogar, de acuerdo con el Censo de Población y Viviendas de 1953, a representar el 40, 6 por ciento en el estudio más reciente de este tipo, de 2002.

”El cociente entre el número de jefes y jefas indicaba que, en 2002, aproximadamente en dos de cada cinco hogares cubanos la persona que ejerce la jefatura es una mujer”, puntualizó la especialista.

Según ese último censo, al interior del grupo de jefas había un conjunto variado, pero la mayoría (56,7 por ciento) fungía como tal en ausencia de su cónyuge. “En general, las cubanas tienen más posibilidades de convertirse en cabeza de familia cuando enviudan, se divorcian o separan de sus parejas. Son los llamados ‘hogares sin hombre’ o ‘sin un proveedor hombre’ que ayuda a los ingresos de ese hogar”, comentó Benítez a SEMlac.

Entre los jefes hombres, en cambio, las estadísticas indican una situación más homogénea, pues 77,8 por ciento están casados o unidos.

Además del incremento de la jefatura femenina, Cuba comparte otras tendencias de la familia en el mundo actual, sobre todo con países de América Latina y el Caribe, agregó la socióloga.

Considerada de un tamaño pequeño, la célula de la sociedad cubana ha visto reducir sus integrantes en cerca de dos personas, en casi 50 años, según los censos de 1953 y 2002.

A la par, ha crecido el número de hogares donde ambos cónyuges trabajan, desciende la fecundidad, aumenta el número de hijos que nacen fuera del matrimonio y son más las rupturas conyugales y los matrimonios reconstituidos.

Igualmente se incrementan los hogares con un solo progenitor, la población de edad avanzada –con predominio femenino–, los hogares unipersonales y hay más personas dispuestas a emigrar.

“El cambio más notable de la distribución, según tipo de hogares, lo constituye el sistemático aumento que se registra en los unipersonales, que son los que más crecen”, precisa Benítez.

Del 8,9 por ciento en 1981, los hogares unipersonales han pasado a representar 13,8 por ciento en 2002. Según la especialista, ello se atribuye en buena medida al envejecimiento de la población, a la mayor longevidad de las mujeres y al aumento de las separaciones y los divorcios.

“Por tanto, la vida en solitario puede ser un estado por el que se puede transitar varias veces a lo largo de la vida”, agrega.

La contradictoria realidad cubana, a la vez, devela situaciones en ángulos opuestos. Mientras crecen los hogares unipersonales, en otros la convivencia se hace compleja por la coexistencia en familias extendidas. El déficit de casa propia limita la formación espontánea de nuevos núcleos y, en ocasiones, atenta contra la estabilidad familiar.

Para el caso cubano, “los datos sugieren que la familia extendida no es del tipo tradicional, en el cual se fusionan varios núcleos familiares bajo un mismo techo y un mismo patrimonio; sino de tipo yuxtapuesto en que, a falta de una vivienda, se adicionan nuevos núcleos a familias ya formadas, algunas incluso con estrategias de vida diferentes”, describe Benítez.

Pero más allá de cambios, avances y retrocesos, la especialista cree que “un solo aspecto ha permanecido inmutable: la familia sigue siendo lo más importante en la vida de los cubanos”.

No obstante, académicos y especialistas de diversas ramas del saber insisten en que hace falta tener en cuenta a la familia como unidad de análisis e integración de las políticas públicas. En ocasiones, las políticas y programas atienden fragmentadamente a sus integrantes –la mujer, la infancia, los adultos mayores– de forma aislada, en detrimento del desarrollo y la dinámica familiares. 

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

3 × cinco =