“Jazzistas” a escena

Por Dixie Edith

En el mundo del jazz, dominado desde sus orígenes por los hombres, las mujeres cubanas están sentando pautas, sin prisa y sin pausa.
Nombres como el de Bellita Expósito, pianista y compositora; o los de la saxofonista Lucía Huergo; la vibrafonista Tamara Castañeda; la vocalista María Caridad Valdés y el conjunto vocal Sexto Sentido, entre otros, se escuchan, edición tras edición, en los festivales de jazz latino. Desde hace alrededor de cinco años, espacios como “Mujeres en el Jazz”, del club nocturno capitalino “La zorra y el Cuervo”, van ganando cada vez más seguidores.
A juicio de Lilia Expósito, más conocida como Bellita, líder del cuarteto Bellita y Jazz Tumbatá y promotora de los primeros encuentros “Mujeres en el Jazz”, este es apenas el principio.
“Las cubanas serán cada vez mejores en el jazz. Entre las muchachas se está tomando conciencia de que la jerarquía no te la da con quién tocas, sino cómo lo haces”, precisa.
Según la talentosa artista, en las escuelas de música de la isla, donde existe una representación balanceada de sexos y se practican todos los géneros y estilos, en los últimos años el jazz latino ha hecho furor. “En algunas especialidades, piano, flauta y percusión, casi siempre se deriva hacia la improvisación jazzística”, comenta.
Pianista, cantante y compositora, Bellita tiene una formación académica muy completa. Estudió piano en el Amadeo Roldán y se graduó de Musicología en el Instituto Superior de Arte (ISA).
También adquirió experiencia en agrupaciones de prestigio dentro del panorama musical cubano. Antes de crear su propio equipo, fue tecladista de los grupos Mezcla, Manguaré y Zarabanda y se insertó en los terrenos del jazz por todo lo alto. Su primer disco con Jazz Tumbatá fue nominado al Grammy en 1998.
A ella se debe, además, la organización del Primer Encuentro de Mujeres Jazzistas en Cuba, hace un lustro, para promocionar el género y debatir sobre los aportes de las cubanas.
En su opinión, ha llegado la hora de demostrar que, entre las mujeres del patio, hay buenas instrumentistas y que, en la medida en que el fogueo crezca, ellas crecerán todavía más.
El desempeño de jóvenes figuras como Tamara Castañeda, premio del JOJAZZ de 2001, da la razón a la Expósito. Considerada la única vibrafonista en la historia del jazz cubano, Castañeda también se ha dado a conocer como compositora.
Es graduada de percusión en el Conservatorio Amadeo Roldán y ha estado en varias formaciones musicales como la Orquesta Sinfónica Juvenil y TCI Trío, que ella misma fundó en 1998 y donde debutó en el vibráfono.
Su especial talento la ha llevado a compartir el escenario con figuras míticas del jazz como los estadounidenses Ateve Colleman, Roy Hargrove y Bol Chilson; o el cubano Chucho Valdés, director de Irakere.
En 2001, Castañeda se alzó con el Grand Prix del Festival de Jóvenes Jazzistas, JOJAZZ, y es presencia habitual en los Festivales de Percusión PERCUBA y en los festivales del Jazz Plaza de La Habana.
Desde estudiante apostó su talento a la percusión, a pesar de ser considerada “cosa de hombres”. “Siempre los hombres lo vieron como algo fuerte, pero los prejuicios han disminuido. En lo personal conté con una enseñanza libre de tabúes y muy femenina”, explicó durante una presentación reciente en la ciudad de Santa Clara, a unos 300 kilómetros de La Habana.
El reto no es broma. Tradicionalmente, incluso en Estados Unidos, considerada la cuna del jazz, a las mujeres se les dejó sólo el espacio de vocalistas. Las grandes del género, Ella Fitzgerald, Sara Vaughan, Carmen McRae, entre otras, trascendieron por ser magistrales intérpretes de jazz o blues.
Pero, con el tiempo, han ido apareciendo fenómenos como el de Regina Carter o la directora de bandas María Schneider, que van cambiando la tradicional distribución de funciones al interior de esta música.
En Cuba, la participación de las mujeres en la música se remonta a los primeros tiempos de la colonia. Por entonces, ante la escasez de profesionales, se utilizaban cantantes negras en las iglesias.
En un censo de 1582, realizado en La Habana y Guanabacoa, no aparece registrado ningún músico de profesión. Sin embargo, en Santiago de Cuba, una pequeña orquesta compuesta por dos tocadores de pífano y un sevillano tocador de violón llamado Pascual Ochoa, ya incorporaba dos negras libres en su nómina: las hermanas Micaela y Teodora Ginés.
Teodora se hizo famosa por sus canciones y precisamente una de ellas, El Son de la Ma Teodora, está considerada la más antigua composición cubana conocida.
Otras mujeres destacaron posteriormente, pero en la llamada música culta, limitada a los salones más selectos.
Ya en el siglo XX, los nombres de María Teresa Vera, considerada figura esencial dentro de la trovadoresca cubana, y Rita Montaner comienzan a repetirse entre los amantes de la música en la isla. Intérpretes como Esther Borja y compositoras como Ernestina Lecuona, también trascendieron en esos años.
Pero son las agrupaciones de mujeres, al estilo de la célebre Anacaona, el antecedente más directo de las jazzistas de hoy.
Fundada en febrero de 1932, por Concepción Castro Zaldariaga y sus hermanas Olga, Ada y Ondina, Anacaona primero surgió como septeto y luego se convirtió en jazz-band, con un amplio repertorio de música tradicional cubana.
Tuvieron que luchar duro, sobre todo contra las incomprensiones propias de la época. Según anécdotas históricas, un profesor del Conservatorio Municipal expulsó de ese recinto a una de las muchachas de Anacaona porque se había atrevido a tocar lo que llamó ese “vulgar tipo de música”.
También enfrentaron la discriminación contra la mujer que trabajaba en la calle, más aún en cabarets u otro tipo de centros nocturnos. Todas ellas contribuyeron a dignificar la presencia femenina en la música cubana “aunque en circunstancias más adversas para el despliegue de sus dones”, ha escrito la musicóloga Alicia Valdés.
Anacaona continúa sonando en la actualidad bajo la batuta de otras hermanas, Georgia y Dora Aguirre, quienes en la pasada década del ochenta, al graduarse en el conservatorio Amadeo Roldán, fueron invitadas por las fundadoras para integrar la agrupación.
Georgia Aguirre, la actual directora, define la sonoridad de Anacaona como “femenina, pero fuerte” y asegura que los hombres no tendrán cabida en el grupo. “Nosotras somos las continuadoras de un patrimonio que tiene un prestigio, una historia y ese es nuestro compromiso”, asegura.
“La música es una sola, no es femenina ni masculina”, sentencia, pero argumenta que muchas veces se duda de las mujeres que la hacen pues “lamentablemente, este mundo de la música popular es eminentemente masculino”.
“A la orquesta de mujeres se le exige mucho también en la imagen, casi es lo primero, y eso no es justo, aunque tengamos que cuidarla. Existen grupos que venden caras bonitas, coreografías, ropa de moda… y luego te quedas frustrado cuando los escuchas”, argumenta.
Con Aguirre coincide, en parte, la muy joven y multifacética Yusa, tresera, bajista, cantante y compositora, quien es integrante de la agrupación Interactivo, ganadora del Gran Premio del festival Cubadisco 2006.
“Me parece que lo único que ocurre es que, en general, hay menos mujeres haciendo música que hombres, si descontamos a las que no hacen propiamente música sino exhiben su figura (cosa que, por cierto, podrán hacer sólo unos años)”, declaró a la revista La Gaceta de Cuba, de la Unión de Escritores y Artistas de la isla.
“Está claro que ser mujer implica una sensibilidad especial, pero sólo eso, distinta”, precisó.
Para ella, la mayoría de los hombres músicos “tiene el machismo histórico sentado cómodamente en su silla turca”. Pero el talento, finalmente, se impone: “Para cada uno de ellos, dejé de ser una mujer músico para ser, a su lado, un músico”.

Solicite el trabajo completo a semcuba@ceniai.inf.cu

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