Incertidumbres y hostilidad en tiempos duros

Las primeras demandas realizadas en tribunales de Estados Unidos, el pasado 2 de mayo, fueron la evidencia de que el título III de la Helms-Burton, ley estadounidense de 1996, había entrado plenamente en marcha.

Mientras la petrolera estadounidense ExxonMobil reclama más de 71 millones a las cubanas Cimex y CUPET, a cuenta de estas usar refinerías, distribuidoras de crudo y más de un centenar de expendios de gasolina; dos cubanoamericanos requieren por más de 10 millones a la naviera Carnival, cuyos cruceros atracan en puertos de La Habana y Santiago de Cuba. Se habla también de peticiones legales a las cadenas hoteleras Meliá, Blau y otras empresas.

Estas demandas han sido posibles luego de que la administración de Donald Trump decidiera la aplicación plena del Título III de la Ley Helms-Burton, que establece este tipo de querellas contra empresas que usen propiedades intervenidas y nacionalizadas en Cuba en la pasada década del sesenta.

Washington ha sumado el anuncio de otras medidas, como la restricción de remesas familiares y cambios en los ya limitados viajes de ciudadanos estadounidenses a la nación caribeña.

En lo que analistas destacan como trazas de una vieja política de la guerra fría fracasada y en desuso, se reaviva el bloqueo a la isla y se intensifica la beligerancia, marcada por unas relaciones bilaterales que se han vuelto críticas tras la llegada al gobierno del presidente Donald Trump.

Desde que se avisaron el pasado 17 de abril, hasta que empezaron a aplicarse el último jueves 2 de mayo, esta y otras medidas anunciadas por Washington intensifican el cerco económico a Cuba y generan reacciones de rechazo y resistencia, dentro y fuera de la isla.

“Estamos en un contexto peligroso”, advirtió desde La Habana Johana Tablada, subdirectora general de la Dirección de Estados Unidos de la Cancillería cubana, al intervenir el viernes 3 de mayo en una audiencia pública de la sociedad civil sobre la Ley Helms-Burton convocada por la Unión Nacional de Juristas de Cuba.

“No se van a conformar con la plena activación de la Helms-Burton”, agregó la diplomática y alertó que el plan es “aplicar el máximo daño a Cuba en el menor tiempo posible”.

En 1996, la Helms-Burton endureció en una sola norma el embargo iniciado por Estados Unidos contra Cuba en 1962, pero hasta ahora había quedado sin aplicación la posibilidad de establecer querellas judiciales por el uso de propiedades confiscadas, incluida en el título III, ahora reactivado a plenitud.

A la vez, una ley cubana –también de 1996– impide cualquier aplicación de la Helms-Burton en la isla. La Ley de Reafirmación de la Dignidad y Soberanía Cubanas, conocida como Ley 80, declara ilícita, sin valor ni efecto jurídico alguno la normativa estadounidense.

El mismo día 2 de mayo, cuando se iniciaban las demandas en tribunales de Estados Unidos, Niuris Ysabel Higueras Martínez reconocía a SEMlac que se trata de una situación muy difícil, de las que provocan reacciones y efectos en cadena.

“Esto perjudica a todo el mundo: al sector empresarial que invierte y vive en Cuba, al gobierno, a la población y perjudica mucho más al sector privado”, dijo a SEMlac la habanera de 44 años, al frente de Atelier, un concurrido restaurante del Vedado, en La Habana.

El anuncio de Washington llega en un momento complejo para la economía cubana, tras la caída de las importaciones, en medio de escases de mercancías y alimentos y necesitada más que nunca de desarrollar sectores como el turismo y la inversión extranjera.

“Esas medidas demuelen al sector privado”, recalca Niuris e insiste que su trabajo se nutre, principalmente, “del turismo y de las personas de otros países que viven y trabajan en Cuba”.

En conferencia de prensa, el 25 de abril, el canciller cubano Bruno Rodríguez había advertido también que los pasos anunciados por el gobierno de Estados Unidos no dañan solo a cubanas y cubanos, sino que lesionan “la libertad y el derecho de las personas en Estados Unidos”.

 “Esas medidas demuelen al sector privado”, recalca Niuris Ysabel Higueras, al frente de Atelier, concurrido restaurante del Vedado, en La Habana. Foto SEMlac CubaA casi 20 días del anuncio hecho por Washington, se desconoce el alcance de la revisión a los viajes de estadounidenses a Cuba, pero se espera limitaciones a esas visitas.

Aunque las leyes de Estados Unidos prohíben a sus ciudadanos hacer turismo en Cuba, la nación caribeña recibió el pasado año 650.000 visitantes de la nación norteña que viajaron por motivos religiosos y culturales, entre otras categorías permitidas.

“Aun cuando todavía no sabemos cuáles serán estas medidas, solamente su anuncio ya está afectando la llegada de turistas”, escribió la cubana Marta Deus, fundadora de Deus Expertos Contables, consultaría de contabilidad para negocios privados en la isla.

“Para todos los que trabajan en el sector privado y conviven con el turismo, los últimos meses no han sido los mejores. El número de visitantes norteamericanos a Cuba sigue decreciendo y, en paralelo, los ingresos de los emprendedores”, agregó Deus, una de las creadoras de Negolution, publicación digital dedicada a emprendimientos cubanos.

Las autoridades de la nación caribeña también han reconocido que las nuevas medidas promulgadas por Washington castigan a la población, a todas las familias sin excepción y dañarán gravemente al sector cuentapropista de la economía.

De acuerdo con Deus, “limitar las remesas es limitar el crecimiento del sector privado”, pues ese dinero ha permitido financiar negocios, lo mismo personalmente que a distancia.

Aunque ya se hace sentir la baja de la temporada turística en Atelier, Niuris asegura que la mejor fórmula será seguir trabajando.

Ahora mismo, dice, hay grandes problemas con los abastecimientos. “Pero igual siempre hemos hecho cocina de autor, la carta se cambia todos los días, es una cocina creativa”, explica, como quien le pone al mal tiempo, buena cara.

“En Estados Unidos hay también gente maravillosa, personas lindas a las que quiero muchísimo y, aunque no pensemos igual, sé que tienen valores”, reitera.

En su restaurante, muy frecuentado por estadounidenses a su paso por La Habana, ella es testigo del interés y la simpatía que sienten por la isla y su gente. “Muchos quieren que mejoren las relaciones y no están de acuerdo con lo que decide su gobierno”, reafirma

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