El fantasma de la ideología de género responde a una estrategia o campaña desarrollada por grupos e instituciones conservadoras para descalificar las posiciones de los movimientos feministas. Estos grupos se basan en información imprecisa y falsa para generar confusión y temor sobre el posicionamiento de la teoría y práctica feminista.
El feminismo no es el enemigo. El feminismo se sustenta en la lucha por los derechos de las mujeres, a partir de comprender las desigualdades entre los sexos determinadas por relaciones de poder establecidas por la cultura de la sociedad patriarcal, que ha mantenido a las mujeres en condición de opresión. En su lucha, también se ha incluido la defensa de las personas gay, lesbianas, bisexuales, transgénero y todas las expresiones de la diversidad sexual, en un marco de derechos humanos.
Las ideas de los grupos que preconizan la ideología de género no tienen sustento. Estos grupos niegan la realidad biológica del ser humano, considerando que el feminismo adoctrina para promover en niños y niñas la homosexualidad, la bisexualidad o ser transgénero, desconociendo que la orientación sexual y la identidad de género no pueden ser inducidas, sino que son producto inherente a expresiones del ser humano. Atentan contra el reconocimiento de los derechos humanos de las mujeres y de las niñas, desconocen el derecho a recibir educación sexual como vía para prevenir embarazos tempranos en niñas y adolescentes, las que generalmente son producto de violencia sexual y, como consecuencia, compromete su vida biológica y social. Los que sustentan la ideología de género esgrimen la lucha contra el aborto desconociendo el derecho a decidir de las mujeres sobre su cuerpo, así como los altos índices de morbilidad y mortalidad por la práctica del aborto inseguro.
Por el contrario, los movimientos feministas luchan por exigir a los Estados el respetar, proteger y garantizar el derecho humano a la salud, para evitar muertes que son prevenibles, evitables e injustas, violatorias de los derechos humanos de las mujeres. Estos movimientos no luchan contra la vida, sino contra la discriminación de cualquier forma de violencia basada en género, por el derecho a la autonomía de la orientación sexual y la identidad de género.
Corrientes fundamentalistas religiosas han incorporado a su discurso la ideología de género utilizando los textos bíblicos como prueba de verdad. El discurso posiciona a la mujer en relaciones de desigualdad con el hombre; limita el cuerpo femenino a la reproducción y desconoce su sexualidad; niega la educación integral de la sexualidad, el derecho a decidir expresado en la oposición al aborto, el reconocimiento de la diversidad sexual manifestado en rechazo al matrimonio igualitario, lo que expresa estigma, discriminación y vulneración de derechos. Visto así, la ideología de género es expresión del rechazo a cualquier expresión que salga de lo estrictamente normado. Estas restricciones, en su esencia, son formas de violencia basada en género, producto de las relaciones de poder en manos de quien tenga el “discurso sagrado” y la verdad “verdadera”.
Cuba no escapa a esta situación. En su artículo “Fundamentalismo religioso genera nuevas alarmas”, la periodista Lirians Gordillo hizo referencia a la Alianza de las Iglesias Evangélicas, que proclaman la ideología de género. Esta alianza recientemente declaró su separación del Consejo de Iglesias de Cuba, confraternidad de iglesias cristianas, movimientos e instituciones ecuménicas que ha mantenido una relación y representación ante el gobierno cubano y que ha favorecido las relaciones de intercambio en el marco de respeto institucional.
La incorporación de la ideología de género en el discurso de las instituciones religiosas constituye un riesgo para la sociedad, al utilizar los textos bíblicos para hacer valer una verdad basada en una interpretación sesgada de la realidad. Las creencias están relacionadas, desde las primeras poblaciones humanas, en dar una respuesta a necesidades de los seres humanos. En estas condiciones se crea un sustrato fácil para aquellas personas cuyas convicciones no son sólidas y buscan en la fe la solución a sus problemas. Aunque no tengo evidencia, hipotéticamente puede suceder que, debido a los roles de género –que recaen fundamentalmente en las mujeres, más vinculadas a las necesidades de vida cotidiana, como cuidado de personas ancianas, enfermas, doble jornada, limitaciones económicas para dar respuesta al diario vivir, soledad y aislamiento (nido vacío) por la salida de sus hijos e hijas del hogar–, hace de ellas una población más vulnerable para acceder a este tipo de grupos de asociación.
La fuerza de persuasión se pierde cuando la ideología de género utiliza el género como el fantasma del miedo (aborto, diversidad sexual, educación sexual, feminismo). Los textos bíblicos no tienen en cuenta las relaciones de desigualdad engendradas por la estructura de un sistema de poder patriarcal, que se entrecruza con otras relaciones de opresión como el territorio, color de la piel, orientación sexual e identidad de género. Los textos bíblicos plantean la relación binaria hombre/mujer, fórmula simbólica donde la mujer siempre va a depender del otro, como pareja, madre, hija, y que marca la subordinación obligada en correspondencia con el contexto histórico social.
La proclamación de la ideología de género es un proceso retardatario, sustentando en la defensa de una supuesta “verdad”, del “deber ser” de la sociedad tradicional, sin tener en cuenta las relaciones de poder que colocan a las mujeres y a la población de la diversidad sexual en situación de vulnerabilidad, por aceptar relaciones de subordinación, dominación, que limita la toma de decisiones y que se presenta como práctica cultural asumida. Ninguna creencia o práctica cultural puede justificar la violación de los derechos humanos; por tanto, la cruzada contra la supuesta ideología de género constituye un fantasma que se hace visible como expresión de violencia cultural, a la que hay que enfrentar demostrando que sus bases son construidas sobre un imaginario que desconoce y niega los derechos de las personas.
Los fantasmas no existen en lo material, pero sí en el imaginario de personas que los vivencian como reales. La base de ese imaginario radica en el significado de la ideología como doctrina y su significado reside en la capacidad de controlar o dirigir el comportamiento de los seres humanos en una situación determinada, en una posición de poder y de toma de decisiones en las personas que se convierten en sus seguidoras. Es una teoría falsa desde el punto de vista científico, por lo que no debiera tener durante mucho tiempo fuerza de persuasión. Esperemos que este sea el caso de un fantasma que hay que de-construir a partir de resultados prácticos, experiencias, lecciones aprendidas que constituyan la necesaria evidencia para que el fantasma se vuelva humo y desaparezca como obstáculo de la defensa de los derechos humanos de las personas. Sin lugar a dudas, queda mucho por andar.