Hombres para mujeres nuevas

Diferentes maneras de conformar las parejas, altas cifras de divorcio y otras tendencias al interior de los hogares confirman la convivencia de viejos y nuevos paradigmas en torno a qué significa ser hombre y mujer en la Cuba de hoy. 

Dayanelis Marín Ochoa recién acaba de firmar su segundo divorcio. Ingeniera Informática y con 29 años recién cumplidos, esta capitalina del municipio de Marianao todavía recuerda con dolor los meses que precedieron a su primera separación matrimonial.

“Yasser y yo fuimos novios desde la secundaria, escogimos la misma carrera y nos casamos cuando estábamos en quinto año de la universidad. Estudiamos juntos para los exámenes finales y la investigación de tesis, pero en cuanto tuvimos el título de graduados en la mano, las cosas se empezaron a poner malas”, contó a SEMlac.

Privilegiada dentro del contexto cubano, la pareja formada por Marín y su esposo pudo tener vivienda propia desde el inicio, pues ella había heredado la casa de sus abuelos paternos. La sobrecarga doméstica de la muchacha no tardó en comenzar a provocar conflictos en la pareja.

Ella llegaba a la casa mucho más tarde que el esposo, pues trabajaba en un centro de investigaciones en la periferia de la ciudad. Pero, irremediablemente, la llamada segunda jornada laboral la estaba esperando. 

“Todo me tocaba a mí. Cocinar, luego fregar, limpiar, lavar, buscar mandados… reaccioné el día que tomé conciencia de que me estaba levantando a las cinco de la mañana para dejar cosas adelantadas para la tarde. Me divorcié enseguida”, explicó Marín.

Luego, al cabo de un par de años, detalles más o menos, la historia se repitió con su siguiente pareja y Marín parece haber interiorizado aquello de que “mejor sola que mal acompañada”.

“Creo que la próxima vez que me enamore voy a ensayar la convivencia antes de decidir si me caso”, confesó a SEMlac.

Las cuitas de Marín tienen su origen en las nuevas relaciones de género que se han ido construyendo en esta isla, en el último medio siglo, a partir de cambios profundos ocurridos en la situación de las mujeres.

De ser consideradas el “sexo débil” pasaron a sumar mayorías entre los profesionales y técnicos del país; comenzaron a percibir ingresos iguales -e incluso mayores que sus congéneres- y tuvieron acceso a planificar los hijos, decidir libremente su matrimonio, la vida familiar y también el divorcio.

“El matrimonio no dura ya para siempre porque en la actualidad pensamos muy diferente de antes. La mujer se ha independizado, ya no depende del esposo, piensa mucho mejor y se valora más que antes. Cuando decides estar con una persona es porque la quieres, pero si llega el momento en que ya no hay comprensión ni amor, hay que separase para poder ser feliz”, razonó Marín.

 

 

Contradicciones

Este vertiginoso proceso de cambios, sobre todo a nivel de juicios y comportamientos, no ocurrió de manera pareja para las cubanas y los cubanos.

Según especialistas, ha estado acompañado de la reproducción de estereotipos y prejuicios sexistas; como el mantenimiento de roles familiares que responden a los patrones más tradicionales de la división del trabajo doméstico, con la consecuente sobrecarga para las mujeres.

A juicio de la doctora Marta Núñez Sarmiento, profesora de Sociología de la Universidad de La Habana, las mujeres “hemos tenido que transformar, reconstruir los patrones de género y la mayoría de los hombres no lo han hecho todavía”, según afirmó en un panel dos meses atrás, acerca de género e identidad, convocado entre las actividades de la semana de la cultura italiana en Cuba.

Con ella coincidió la doctora Mayda Álvarez, directora del centro de Estudios de la Mujer (CEM), de la Federación de Mujeres Cubanas (FMC), y ponente del mismo evento.

“La sociedad cubana en los últimos 50 años ha experimentado cambios profundos que todavía están ocurriendo, donde lo viejo convive con lo nuevo”, reflexionó Álvarez.

Estudios de la también doctora Patricia Arés, de la Facultad de Psicología de la universidad capitalina, respaldan los criterios de estas dos investigadoras.  

Según esta experta en asuntos de familia, los hombres cubanos, como grupo social, están experimentando una crisis de masculinidad que se presenta de maneras diversas.

“Primero, les cuesta reconocer esa crisis, muchos siguen pensando que son los principales suministradores de ingresos al hogar y los principales decisores y eso va pasando, poco a poco, a ser un mito”, ha explicado Arés a SEMlac.

Por obra y gracia de una persistente tradición patriarcal, los varones cubanos no son educados para expresar sus sentimientos ni para ser cariñosos, atender las tareas del hogar o ser tolerantes y colaboradores, lo cual está tropezando con los niveles de integración social y laboral alcanzados por sus congéneres femeninas.

El resultado de esas contradicciones se traduce en múltiples tendencias que van asomando al interior de los hogares.

Según datos del Centro de Estudios de Población y Desarrollo (CEPDE), de la Oficina Nacional de Estadísticas (ONE), entre 1953 y 2002, fecha del último Censo Nacional de Población y Viviendas, las llamadas uniones consensuales han crecido en la isla en 6,4 puntos porcentuales.

Aunque las encuestas y la vida cotidiana confirman que la mayoría de los hogares en Cuba siguen teniendo jefatura masculina, los núcleos familiares encabezados por mujeres han ido creciendo. De constituir apenas 14,4 por ciento en 1953, a inicios de esta década ya representaban 40,6 por ciento.

También ha crecido vertiginosamente la tasa de divorcios y se ha postergado la edad en que las mujeres se casan y tienen a sus primeros hijos.

Para Juan Carlos Alfonso Fraga, director del CEPDE, el incremento de las uniones consensuales, en particular, indica la aparición no solo de un nuevo tipo de pareja, sino de un nuevo tipo de relación familiar que se va estableciendo y encontrando acomodo en la sociedad.

Similar criterio sostiene la doctora Lourdes Fernández Rius, profesora de la Facultad de Psicología de la Universidad de La Habana. Para ella, en los últimos tiempos de aprecian cambios de valores acerca de la vida en pareja.

“El matrimonio patriarcal se ha ido dinamitando por importantes modificaciones en la posición social de la mujer, como la elevación de su nivel cultural, mayor participación en el empleo -que le da independencia económica- además del apoyo estatal en la manutención y educación de los hijos. La mujer sola o separada, ya no es mal vista por la sociedad, ni queda desprotegida junto con su descendencia”, ha explicado la experta.

En pocas palabras, como sentenció la doctora Núñez, “los hombres cubanos aspiran a mujeres que ya no existen y las mujeres soñamos con hombres que aún no existen”.

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