Un cuchillo a punto de caer de una mesa en la cocina, el agua hirviendo en el fogón, el umbral de una escalera… El bebé, de apenas dos años va sorteando, uno a uno, los peligros que lo acechan en un paseo por casa. Al final, la voz en off reitera la advertencia: los accidentes ni son tan inevitables, ni son tan accidentales.
La alerta, contenida en un repetido anuncio de la televisión cubana, apunta a una realidad que, por cotidiana, muchas veces recibe poca atención por parte de la población y hasta del personal de salud.
Y es que el hogar, considerado muchas veces como refugio, puede también convertirse en un espacio de peligro, fundamentalmente para las mujeres, las ancianas y ancianos, y la población infantil.
Edilia Ortega lo confirmó a SEMlac. Jubilada y con 64 años, esta mujer, pedagoga de profesión y residente en el capitalino municipio de Arroyo Naranjo, se ocupa desde hace seis años de su madre, de 87 años de edad, y de sus dos nietos, ambos varones menores de 10 años.
“En los últimos meses he tenido que correr para el hospital tres veces, todas por accidentes. Mi mamá se cayó intentando barrer la casa y se fracturó una clavícula; mi nieto mayor saltó el muro del jardín y terminó con cuatro puntos en la cabeza y luego, cuando todavía tenía reciente la cicatriz, se enredó con una mata de rosas y volvió a herirse los brazos y la cara”, contó a SEMlac.
Ubicados en el quinto escalón de la lista de las principales causas de muerte en Cuba, los accidentes representaron en 2009 el 5,5 por ciento del total de fallecidos. Por esa causa, se reportaron 5,6 años de vida potencialmente perdidos por cada mil habitantes, según datos del Anuario Estadístico de Salud.
De acuerdo con la definición aportada en 1958 por la Organización Mundial de la Salud (OMS), un accidente “es un acontecimiento fortuito, por lo general infortunado o dañino, independiente de la voluntad humana, provocado por una fuerza exterior que actúa rápidamente y que se manifiesta por un daño físico o mental”.
Sin embargo, criterios de diversos expertos, más cercanos al spot de la televisión cubana, prefieren definirlos actualmente como una “cadena de eventos y circunstancias que llevan a la ocurrencia de una lesión no intencional”, precisa la Encuesta Nacional de Accidentes en menores de 20 años, publicada en 2009 por la Editorial de Ciencias Médicas de la isla.
Elaborado durante el año 2007 por el Ministerio de Salud Pública con el apoyo del Fondo de Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF), ese estudio reveló que el 57,3 por ciento de los accidentes ocurridos en los primeros 20 años de vida se ocasionó dentro del hogar.
La mayoría -más del 60 por ciento-, afectó a niñas y niños de entre 0 y 14 años, con mayor incidencia entre los varones.
“Los accidentes en el hogar, según la OMS, son la causa de una mayor morbilidad. Algunos estudios demuestran que la cifra de lesionados es 5 veces superior a la de los accidentes ocasionados por el tránsito”, consta en el informe cubano.
La situación se repite en otras partes del mundo. Una investigación realizada por el Instituto Nacional de Consumo (INC), de España en 2008, estableció que seis de cada diez accidentes se producen en el ámbito doméstico, principalmente por azar o imprudencia.
Según ese texto, las mujeres sufren más accidentes domésticos que los hombres (56,2 por ciento frente a 43,8 por ciento) y entre ellas predominan las quemaduras y las caídas, mientras que ellos sufren más golpes.
La casa es el sitio donde más accidentes se producen, constató la indagación española y, dentro de ella, la cocina encabeza el listado de las habitaciones más peligrosas, especialmente para mujeres, niñas y niños.
Por esa causa, el INC elaboró el juego virtual Teo y Bea, dirigido al público de entre 3 a 6 años, para ayudar tanto a los padres como a los hijos en la prevención de accidentes.
Entre mujeres y hombres
Las construcciones históricas y culturales de la identidad de género son un factor predisponente para sufrir determinado tipo de accidentes, explicó a SEMlac la doctora Leticia Artiles, antropóloga y coordinadora General de la Asociación de Medicina Social (ALAMES).
Los datos otorgan razón a ese criterio de la experta. La Encuesta Nacional de Accidentes en menores de 20 años precisó que “otra variable que se relaciona de modo importante con el lesionado es el sexo. Las lesiones son mucho más frecuentes en los niños que en las niñas”.
Según el estudio, la relación fue de 66.1 por ciento accidentados del sexo masculino, contra 33.9 por ciento en el femenino. Así las cosas, un niño recibe en su primera infancia, como promedio, más puntos quirúrgicos que sus congéneres del sexo opuesto. Y también carga más yesos.
“Los varones tienen mayores niveles de actividad y una conducta más impulsiva, además, están socializados en forma diferente que las niñas. Son menos propensos a tener sus exploraciones limitadas por sus familiares”, detalló el texto cubano.
“Por un criterio de conducta familiar suele decirse que el varón es de la calle y la niña de la casa. A ellas, en la educación, se les reprime y chequea más, aunque sea indirectamente”, confirmó a este servicio la doctora Artiles. En el caso de los adultos, aunque constituyen la quinta causa de muerte para el total de la población cubana, en el universo masculino, específicamente, los accidentes descienden al cuarto puesto y son los de tránsito los que provocan los mayores decesos.
Entre las mujeres, en cambio, se mantienen como la quinta causa de fallecimiento, pero son las caídas imprevistas el evento más frecuente, seguido por los de tránsito y los causados por el fuego.
“El desempeño de los roles reproductivos, básicamente desarrollados por el sexo femenino y ejes, todavía, de la reproducción social, suele conducir a la ocurrencia de accidentes domésticos”, explicó Artiles.
En ese camino, los riesgos se van definiendo de acuerdo al rol de género. El contacto con aguas contaminadas afecta más a las mujeres que a los hombres, pues son ellas las que se encargan del lavado de ropa.
Igualmente, las afecciones respiratorias son más prevalentes en la población femenina debido al humo de las cocinas, lugar en donde ellas desarrollan buena parte de su jornada doméstica; o por el uso de sustancias tóxicas para el aseo.
“Aun contando con mejores condiciones para el trabajo doméstico, éste ocasiona daños a la salud hasta ahora poco reconocidos como una sintomatología propia del ama de casa”, alertó Artiles.
No solo los accidentes se ensañan con las mujeres en los predios domésticos.
Para Artiles, dentro de las amenazas domésticas no se pueden omitir las consecuencias de la violencia, en forma de daños físicos, lesiones o discapacidades permanentes, embarazos no deseados, así como miedo, ansiedad, depresión, problemas alimentarios y disfunciones sexuales.
Igualmente, “la fatiga, el estrés y otras somatizaciones causadas por la llamada doble jornada laboral; a lo que se añade el rol de cuidadora, ampliamente practicado en Cuba por el incremento de la esperanza de vida de su población, generan una morbilidad insuficientemente reconocida por los servicios de salud y hasta por las propias mujeres”, agregó la experta.
Este último es el caso de Edilia Ortega. Cuando fue interrogada por SEMlac, detalló sus cuitas de cuidadora de su madre anciana y de sus nietos, contó de sus accidentes y de los riesgos que esa parte de su familia corre dentro de casa.
Sin embargo, Ortega pasó por alto que desde hace dos años, tiempo que coincide con la permanencia en casa de los pequeños porque la madre trabaja fuera del país, su presión arterial se desestabilizó y ha sufrido dos quemaduras, aunque de poca gravedad.
Solo cuando fue interrogada directamente sobre su estado de salud “recordó” estos episodios.
“Es que con tanto ‘corre-corre’ (premura) todos los días, esas cosas se me van de la cabeza. Por la última de las quemaduras ni siquiera fui al médico. Me la curé sola con las mismas indicaciones que me dio la doctora la primera vez”, explicó.
Tanto en Cuba como en el resto del planeta, las inequidades que se generan por el desempeño de los roles reproductivos, y en particular, por el trabajo doméstico, constituyen una asignatura pendiente en las políticas de salud.
Según Artiles, las políticas de salud no son suficientes e indicadores tales como los “años perdidos por discapacidad” no incluyen las afectaciones generadas por conceptos del trabajo doméstico.
“Una muestra es que no existen estadísticas que reflejen el estado de salud desde estas causas, ni en Cuba ni a nivel mundial, lo que constituye una urgencia para el análisis desde una epidemiología de las desigualdades de género”, precisó.