La búsqueda de la equidad social, con sus dimensiones de justicia social y de derechos, es clave para entender y aceptar la diversidad de familias y creencias religiosas que conviven en la sociedad cubana. Así lo reiteraron participantes del intercambio “Mujeres, familias y religiosidad”, convocado por la Sociedad Cubana Multidisciplinaria para el Estudio de la Sexualidad (Socumes), el 22 de marzo, en la capital cubana.
“Hay modelos de familias en los espacios religiosos y relaciones que se dan entre esas familias que se distancian un poco del espacio social”, sostuvo Luis Carlos Marrero Chasbar, teólogo del no gubernamental Centro Oscar Arnulfo Romero (OAR).
Sin embargo, el modelo de familia tradicional que promulgan el cristianismo, el budaismo y el islamismo no es el único del universo religioso, explicó. Existe también la familia denominacional, de la comunidad religiosa; o aquella que conforman madrinas y padrinos, las de las casas de los santos de otras prácticas religiosas cubanas, expuso como ejemplos.
“Otros modelos de familia se vienen incluyendo, pero las integradas por personas de la comunidad LGBT (lesbianas, gays, bisexuales y trans) siguen siendo vistas como pecado por muchas religiones”, remarcó.
Para la también teóloga Daylíns Rufín Pardo, se trata de una pluralidad que es ideológica, espiritual y de cosmovisiones.
“Aunque la familia es, para las religiones, más que la biológica, en esta se reivindica el modelo tradicional, atravesado por una matriz patriarcal que es también cultural”, sostuvo la investigadora y especialista del área de articulación religiosa de OAR.
En opinión de la psicóloga Mareelén Díaz Tenorio, se impone pensar en los derechos de las personas, las familias y la sociedad, donde aún se viven situaciones de inequidad social.
“Debemos preguntarnos cuántas instituciones religiosas y no religiosas reproducen discriminaciones que apartan y excluyen a determinadas personas del entramado social”, dijo.
Se refirió, además, a las violencias múltiples que se viven al cruzarse varios motivos: una mujer puede ser discriminada por su género, por profesar determinada religión, ser negra, residir en el campo o vivir con alguna discapacidad, expuso como ejemplo.
“Siempre que se miran los grupos con mayores desventajas, ahí están las mujeres, un tejido social que hay que visibilizar”, apuntó.
De cualquier manera, el tema de las religiones interesa a especialistas y profesionales de diversas disciplinas.
“Debemos tener una idea más amplia al respecto para poder ubicarnos en el contexto que viven las personas que las practican y por el impacto que ello puede tener en sus comportamientos, sea en la vida de pareja, la sexualidad o los mitos y las creencias que puedan estar arraigadas en ellas”, consideró la psicóloga Beatriz Torres, presidenta de Socumes.
La acción educativa es necesaria porque se conecta con la producción y el quehacer político en el país, a juicio de Joel Suárez, coordinador general del Centro Memorial Martin Luther King (CMMLK).
“La religión es un fenómeno muy antiguo y opera con mecanismos que nutren los imaginarios de las personas; por lo tanto, es responsable de varias conformaciones culturales”, sostuvo. Reiteró, por ello, el valor de estudiar las dinámicas familiares y religiosas desde el enfoque de la equidad social y los derechos.
“En el crisol de religiones que hay en Cuba, hemos vivido hasta ahora en un ambiente de convivencia religiosa y de respeto”, reconoció.
En cambio, en el escenario actual lo más grave ha sido la presencia, ampliación y consolidación del fundamentalismo religioso en el proceso de conformar imaginarios y conductas de grupos muy bien organizados, sostuvo Suárez.
“Para ese fundamentalismo religioso, quien no comparte su mismo imaginario puede ser sacrificado”, dijo al referirse a un fenómeno que “por su naturaleza y por sus nexos, se conecta con aparatos y agencias del gobierno de Estaos Unidos cuya misión política ya estamos viendo en América Latina”, agregó.
En medio de una gran variedad de familias, prácticas religiosas y formas de asumir las relaciones de género, toma relevancia la formación, reiteró la psicóloga Díaz Tenorio.
“Se necesita, además, cultura de diálogo dentro y fuera de la familia, entre la ciudadanía, las instituciones; junto a una educación en materia de derechos, porque llegarán los míos hasta donde empiecen los de otras personas”, resumió la especialista de OAR.