Quedarse con un solo hijo, más que decidir no tener ninguno, se ubica entre las decisiones que más inciden en las estadísticas de fecundidad en Cuba.
Esa fue una de las conclusiones obtenidas por SEMlac durante un sondeo realizado a 50 parejas cubanas en busca de sus principales motivaciones a la hora de proyectar su descendencia.
“Entre la niña, la casa, el trabajo y cuidar a mi abuela enferma, que vive aquí cerca, apenas tengo tiempo ni de dormir, ¿qué me hago entonces si tengo otro hijo?”, se preguntó la abogada Daymarelis Falcón, de La Habana y con 27 años de edad, una de las participantes en el sondeo.
Residentes en la capital, en la central provincia de Villa Clara y en Holguín, al oriente de la isla, las mujeres y hombres entrevistados, entre 20 y 45 años, ya acumulaban más de dos años de vida en común.
No se eligió esos territorios por gusto. Villa Clara –270 kilómetros al este de la capital cubana– y Ciudad de La Habana son las dos provincias más envejecidas del país y las que registran cifras más bajas de nacimientos.
En tanto, Holguín, a 734 kilómetros de La Habana, forma parte de la región oriental cubana, donde especialistas han constatado un ideal reproductivo ligeramente superior al del resto de la isla; es decir, las personas confiesan querer un número mayor de hijos que en el resto del país.
Poco más de la mitad de las parejas entrevistadas tenía un hijo o hija; en 10 de las casas visitadas estaban a la espera del primer bebé y, en el resto, aún no existían planes de algarabías infantiles, ni expectativas de tenerlos, al menos a corto plazo.
Solo seis de las 50 parejas declararon querer un segundo bebé. Tres de ellas viven en el oriente cubano, dos en Villa Clara y una en la capital.
Sin embargo, al entrevistar por separado a quienes integran las parejas, la cifra de los padres que querían tener más hijos creció hasta sumar 22. Con cierta displicencia, en ocho de los 22 casos reconocieron que quizás su deseo tenía que ver con que son “quienes menos cargas reciben con el nacimiento de un hijo”.
Mario Alberto Ramírez, un mecánico villaclareño de 34 años, suspira cuando escucha a su esposa afirmar que “ni loca tendré un segundo hijo”.
Si por él fuera llegarían hasta tres, pero reconoce que tiene que respetar los deseos de Dania Ramos, su pareja. “La pobre, estuvo más de 24 horas en trabajo de parto cuando nació Albertico”, explicó Ramírez a SEMlac.
A ella, sin embargo, lo que más le duele no son los apuros de aquel alumbramiento. “Nadie sabe lo que cuesta enfrentarse a una batea de pañales sucios después de una mala noche; el niño estuvo hasta casi los tres años pidiendo leche dos y tres veces en la madrugada y de todo eso me ocupé yo sola”, detalló Ramos.
Los resultados de una investigación nacional iniciada en Holguín y Cienfuegos por el Centro de Estudios de Población y Desarrollo (CEPDE), de la Oficina Nacional de Estadísticas, coinciden con los obtenidos por SEMlac.
Al analizar el cumplimiento de los ideales reproductivos masculinos en esas dos provincias, especialistas del CEPDE apreciaron que cerca de 64 por ciento de los hombres entrevistados desea más hijos de los que tiene.
Economía y algo más
Varios elementos concretos marcan las principales respuestas obtenidas durante la indagación de SEMlac en relación con las razones de la reducción del tamaño de las familias: problemas de vivienda, aspiraciones de superación o desarrollo profesional por parte de las mujeres, y poco o ningún apoyo de sus esposos en la atención a los bebés.
Les siguen el deseo explícito de darle “lo mejor” a un hijo, sueño que, aparentemente, se complica si nacieran más.
“Mi hija tiene ahora un cuarto para ella sola, comodidad para estudiar y podemos complacerla en casi todo, pero no sería así si tuviéramos más de uno”, explicó la holguinera María Raquel Espinera.
Las parejas entrevistadas también reclamaron más infraestructura de apoyo al hogar: lavanderías, círculos infantiles y trámites menos engorrosos en todo lo relacionado con la llegada al mundo de un nuevo miembro de la familia. En menor medida, refirieron el déficit de viviendas y otros problemas económicos o materiales.
Habla la historia
Negarse a la maternidad no solo obedece a carencias económicas profundizadas por crisis económicas sucesivas. Un siglo atrás, las cubanas ya parían poco para su época y su entorno.
El Censo de Población, realizado bajo la ocupación estadounidense, en 1899, aseguraba entonces que no había ningún país, del cual se tuvieran datos, con una proporción más pequeña de niños menores de cinco años como la que exhibía Cuba.
Según ese texto, la cifra de nacimientos por mil, que fue hasta 1896 superior a 12,1, experimentó una disminución paulatina para reducirse en 1899, prácticamente, a la mitad.
Análisis posteriores, realizados por el Centro de Estudios Demográficos de la Universidad de La Habana (CEDEM), identifican como causas esenciales del descenso de la fecundidad en los últimos años de la Guerra de Independencia contra la metrópoli española, la inestabilidad familiar y nacional, las deficientes condiciones de vida y las pérdidas humanas que produjeron desproporciones en la estructura por sexo y edad de la población.
El profesor e investigador de esa institución, Raúl Hernández, divide el caso cubano en dos etapas fundamentales: una, que va desde 1900 hasta 1934, donde la esperanza de vida alcanza los 41,5 años en 1930, y la tasa bruta de reproducción (TBR) –cantidad de hijas por mujer en edad fértil– desciende hasta 2,2 en 1931.
El especialista afirma en su libro La revolución demográfica en Cuba que 1975 podría tomarse como el fin de la segunda etapa, en la cual la esperanza de vida al nacer se eleva a 72 años y la TBR se deprime hasta sólo 1,06 hijas por mujer.
Para la doctora María Elena Benítez, también del CEDEM, este descenso de la fecundidad de las cubanas requiere una explicación que va más allá de la dinámica interna de las variables demográficas.
“En este sentido, son de obligada referencia medidas como la verdadera igualdad jurídica con el hombre, la masificación de la enseñanza gratuita y la realización de campañas por la elevación de la escolaridad de toda la población, la instauración de un programa nacional de salud gratuito, priorizar la atención materno-infantil y la garantía del empleo, entre otras”, sostiene.
El libre acceso a los métodos de planificación familiar, la opción del aborto legal, gratuito y en condiciones seguras, y la elección por parte de muchas mujeres del desarrollo profesional por encima de la maternidad, sobre todo en el caso de los segundos hijos, se suman a las causas.
Envejecimiento: consecuencia y causa
Entre quienes participaron del sondeo, otras causas más coyunturales acentúan las expectativas de tener familias pequeñas.
Once de las parejas entrevistadas refirieron con fuerza que no gestarían un segundo hijo porque tenían que cuidar a ancianos incapacitados, física o mentalmente.
Estas parejas confiesan desconocer alternativas que les permitan enfrentar la presencia en casa de adultos mayores necesitados de atención permanente, sin dejar de trabajar y desarrollar su vida con normalidad.
En los hogares visitados se percibe preocupación porque ambos progenitores no saben cómo manejar situaciones de la cotidianidad relacionadas con la educación de los hijos y el intercambio o convivencia con el resto de la familia, sobre todo cuando comparten espacio varias generaciones.
Así, el envejecimiento aparece, recurrente, como causa y consecuencia de la actual coyuntura demográfica.
La baja fecundidad siembra el terreno para que florezcan las canas pero, a la par, las mujeres, generalmente sin hermanos o cuñados que las apoyen, comienzan a identificar el cuidado de ancianos –padres, suegros o abuelos– como causa de su baja fecundidad.