La Habana, febrero (SEMlac). Ser cubana en Cuba, en estos tiempos, es “reinventarse todos los días”, “ser resilientes” y “enfrentarse a una sociedad que cada vez te exige más”; pero también es “un orgullo”, “tejer redes de solidaridad” y “tener alegría y deseos de vivir”, opinan estudiantes y trabajadoras de la Facultad de Comunicación (Fcom), de la Universidad de La Habana.
Con ellas coincidieron cinco mujeres de profesiones diversas invitadas por el centro docente para reflexionar acerca de las trabas que enfrentaron para llegar a sus desempeños actuales y los principales problemas que aún quedan por resolver en la aspiración a la igualdad.
La actriz Yaité Ruiz, la jurista Yamila González, la bioquímica Darielys Santana, la deportista Margarita Mayeta y la periodista Iramis Alonso coincidieron en que sus vidas, más allá de cualquier otra consideración, son una lucha permanente.
“Eso está muy relacionado con la fuerza que aún tiene el patriarcado. Parte de ese sacrificio que reconocemos tiene que ver con la necesidad de seguir luchando por no estar sobrecargadas ni ser violentadas”, razonó González, vicepresidenta de la Unión Nacional de Juristas de Cuba.
“Hemos avanzado muchísimo y a veces, cuando intercambio con mujeres de otros países, me doy cuenta de que somos afortunadas por todo lo que hemos logrado, pero eso no quiere decir que nos podamos parar, porque tenemos muchísimos desafíos, agregó González, quien también representa a Cuba en el comité de supervisión de la Convención sobre la eliminación de todas las formas de discriminación contra la mujer (Cedaw).
Para ella, un reto muy importante es la falta de cultura jurídica en la población y, en particular, en las mujeres.
“Tenemos normas muy avanzadas, pero tenemos instaladas en la subjetividad muchas cosas que hay que cambiar. Estereotipos, mitos, las mentalidades no cambian de un día para otro”, afirmó.
¿Qué derechos conquistaron, qué desafíos están pendientes? Las interrogantes guiaron el coloquio “Ser mujer, ser cubana”, que abrió la jornada por el Día Internacional de la Mujer en Fcom, partiendo del reconocimiento de que las cubanas no han estado ajenas a las luchas por la equidad y reivindicación de derechos.
A Alonso, las primeras lecciones de empoderamiento se las dieron sus padres cuando, desde muy niña, la educaron sin paternalismos.
“Mi familia siempre apoyó todo lo que yo quise hacer. Me respetaron y me dejaron aprender por mí misma”, asevera la actual directora de la revista Juventud Técnica.
“En lo personal, no he sentido trabas por ser mujer, pero eso no quiere decir que no existan. Hice mi servicio social –adiestramiento laboral- en las montañas del Plan Turquino, en la provincia de Holguín (a más de 700 kilómetros de La Habana). Fue mi mejor año profesional, pero también pude ver realidades, violencias, brechas de género que no conocía desde mi burbuja de estudiante en La Habana”, narró.
Por su parte, Ruiz, quien acaba de poner rostro en una telenovela a una cubana con una discapacidad intelectual, que defendió su derecho a decidir sobre su vida, valoró la necesidad de apostar por la solidaridad femenina.
“Yo me he encontrado muchas, muchísimas trabas. Las peores, que hoy considero aprendizajes, en su momento fueron puestas por mujeres. Pero superarlas tiene que ver con la educación y con el afán de echar para adelante, de imponerte”, valoró.
La actriz reflexionó acerca de los desafíos de su medio donde, a menudo, “se intenta sexualizar y banalizar la profesión”, sobre todo cuando se trata de las actrices.
Para ella, haber podido acceder al Instituto Superior de Arte, “dando tumbos y sin tener un estatus económico”, como sí tenían otros de sus colegas, fue parte de esa formación.
En tanto Mayeta, voleibolista cubana del primer equipo en competencias internacionales de alto nivel, vino a sentir realmente el machismo cuando asumió la responsabilidad de crear el béisbol femenino en el país.
“Ahí si tuve que aprender a enfrentarme a los hombres y al machismo. Pero dije: ‘aquí va a haber béisbol femenino, yo no sé cómo, pero habrá’”, contó durante la jornada.
Nacida en una familia de ciencia, Santana asegura que aprendió de la pujanza de sus padres las claves para trabajar en el mundo de la investigación científica. Integrante del equipo del Instituto Finlay que creó las vacunas Soberanas contra el SarsCov 2, virus de que provoca la covid-19, ha vivido muchos meses encerrada en un laboratorio, prácticamente sin tiempo para hacer nada más.
Cuando se graduó quiso investigar, pero le encomendaron la producción de la vacuna contra la Haemophilus influenzae tipo B, un grupo de bacterias que pueden causar diferentes enfermedades que involucran la respiración, los huesos, las articulaciones y el sistema nervioso.
“Se presentó un problema en una etapa ya muy avanzada de la producción y me tocó buscar qué estaba pasando allí. Fue una formación intensa, además del reto de encontrar el problema y solucionarlo”.
“Nuestro sector surgió con mayoría de hombres, pero las mujeres nos fuimos imponiendo”, asevera, aunque también enumera entre los retos pendientes el desafío de la conciliación entre esa profesión de entrega y sacrificio, y las tareas puertas adentro de la casa.