Desmontar la violencia requiere una respuesta social integral

Cuando se le pide diseccionar el concepto de imaginarios sociales que sostienen la violencia de género, la Doctora en Ciencias Sociológicas María Isabel Domínguez García apunta que “son construcciones mentales de significación práctica, legitimadas y compartidas en la sociedad”. De inmediato agrega: “están compuestos por simbolismos que configuran mentalidades resistentes al cambio”.

La también Titular de la Academia de Ciencias de Cuba, investigadora y Coordinadora del Grupo de Estudios sobre Juventudes del Centro de Investigaciones Psicológicas y Sociológicas sostiene que los imaginarios relativos al género parten de una construcción social histórica y cultural, con base en la dominación patriarcal como sistema que condiciona las asimetrías de poder y subordina a las mujeres, al tiempo que excluye las diversidades sexuales, a partir de modelos binarios de lo masculino y lo femenino.

¿Cuáles son los imaginarios juveniles que sostienen la violencia de género?

Podemos destacar varios: la superioridad masculina, la virilidad como valor a demostrar y reforzar de forma continua, a partir del control de las emociones, en particular el miedo y el dolor.

Asimismo, la fragilidad femenina: “el sexo débil”; el mito del amor romántico; el derecho de los hombres a acceder y controlar el cuerpo de las mujeres; la mayor necesidad sexual en los hombres que justifica la infidelidad masculina; los celos como expresión de amor; el piropo como expresión de reconocimiento a las mujeres y elevación de la autoestima; el hombre como proveedor familiar y la mujer como cuidadora; la identificación de la mujer como madre que debe sacrificarse y soportar por su descendencia; las mujeres que son víctimas de violencia es porque se lo han buscado o porque les gusta: “Las mujeres son hijas del maltrato” o “mientras peor tratas a las mujeres más te quieren”; la heterosexualidad como modelo de normalidad…

Estos imaginarios sociales, entre otros, prevalecen en la sociedad y se reproducen en las juventudes, en dinámicas de continuidades y rupturas, de manera que con mayor o menor presencia son también imaginarios juveniles.

¿Cuáles impactan más en la realidad cubana?

De una forma u otra, todos están presentes en la realidad cubana, aunque tienen menos peso aquellos que ven a la mujer como sexo débil, al hombre como proveedor o el sacrificio por los hijos de mantener relaciones de pareja insatisfactorias, sustentado en el rol social de la mujer, sus niveles educacionales, su incorporación al trabajo o como jefas de hogar.

Conservan un alto peso entre los y las jóvenes los imaginarios referidos al valor del piropo y de los celos como expresión de halago y de amor, respectivamente; la mayor necesidad sexual en los hombres, el rol de cuidadora de la mujer, a la vez que aparecen nuevas formas de control en correspondencia con las características del contexto actual, por ejemplo, a través de la telefonía celular.

El desmontaje de mitos e imaginarios, ¿qué lugar ocupa en una estrategia de país contra la violencia?

Creo que se va tomando conciencia de que no bastan cambios estructurales para modificar las relaciones de género y contrarrestar y prevenir la violencia, si no se cambian los imaginarios que la sustentan.

¿Cómo se explica que una sociedad que tiene los elevados porcentajes de mujeres universitarias y profesionales de Cuba, mantenga relaciones asimétricas en la vida doméstica y en el disfrute del tiempo libre, si no es por el peso del rol de cuidadora que se le atribuye? ¿Cómo es que mujeres jóvenes inician relaciones sexuales sin protección, e incluso se embarazan en edades tempranas, para complacer a sus parejas? ¿Cómo es que aún se dan casos en que se presencia escenas violentas contra las mujeres como mero espectador, en el entendido de que algo habrán hecho ellas o les gusta que las maltraten? ¿Cómo se justifica que se expresen burlas hacia personas de la comunidad LGTBI, o que niños, niñas y adolescentes se sientan rechazados por sus compañeros en la escuela por mostrar orientaciones no heterosexuales?

Mucho se ha hecho desde las políticas sociales en favor de la igualdad de derecho de las mujeres. En los últimos años, se ha trabajado en visibilizar la violencia de género en sus distintas manifestaciones, se han diseñado campañas y se vienen realizando distintas acciones, pero aún no puede hablarse de una estrategia de país que articule los ámbitos de formación con los de prevención, atención y protección, y que ponga la mirada en los mitos, arquetipos e imaginarios predominantes para contribuir a desmontarlos.

¿Qué implicaría abordar la violencia de género desde las juventudes?

Cuanto más temprano se inicien las acciones para transformar los imaginarios sociales que sustentan las violencias de género, más posibilidades habrá de obtener mejores resultados. Implicaría iniciar el trabajo desde la infancia y hacerlo desde la experiencia cotidiana que viven niños, niñas y adolescentes en sus espacios de interacción escolar y comunitaria, con el lenguaje y las situaciones que viven diariamente.

Abordarlo en etapas más avanzadas de la adolescencia y la juventud requiere también la adecuación a las personas y situaciones que les impactan y les sirven de referentes, así como el aprovechamiento no solo de los espacios formales, como la escuela, sino también los culturales, lúdicos, recreativos, en los que interactúan. El papel de la música es clave en esta etapa de la vida y, desafortunadamente, en la actualidad actúa más para el reforzamiento de los imaginarios sexistas y patriarcales que para su desmontaje.

Para la actual generación joven, el espacio digital y las redes sociales se convierten en un escenario imprescindible en el cual colocar el tema de manera creativa y atractiva, y ello es un nuevo desafío.

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