Desde las tablas, rechazo a la violencia contra la mujer

Por Raquel Sierra / raquels@enet.cu / Foto: Olivia Prendes

La mujer se desnuda. Justo al lado, dos hombres permanecen impávidos. Mientras ella se desgaja la ropa como se pela una fruta, ellos ni por un momento interrumpen el acto de comer, develando simbólicamente el silencio, una de las formas en que se disfraza la violencia.

La mujer de carne y leche, una propuesta escénica estrenada en mayo en La Habana, intenta desde un espacio abierto de creación, poner sobre la mesa una realidad creciente y aun así silenciada: la violencia contra la mujer, de género y entre pares.

Esta aventura de un grupo creativo de jóvenes de diferentes disciplinas -música, baile, actuación, diseño, producción y teatrología- comenzó bajo el título original de La mujer de hojalata, pero luego de más de tres meses de experimentación, el colectivo concluyó que lo obtenido en el proceso no se correspondía con la idea original.

 

En su intento por develar ante el público las formas de violencia, el grupo emplea variados recursos escénicos y tecnológicos, desde un violín interrumpido con codazos -algo que rompe el ritmo y desgarra la melodía- hasta mensajes sobre las mujeres víctimas de maltratos y asesinatos.

«Estoy contenta con el resultado. Creo que se ha conseguido la línea inicial: abrir un espacio de reflexión sobre las mujeres y la violencia contra ellas de una forma muy provocativa, sugerente y eso está en el espíritu de la propuesta», dijo a SEMlac Yohayne Hernández González, asesora del proyecto y editora de la revista especializada Tablas.

Los textos, la gestualidad, la música estridente, el forcejeo entre los hombres incapaces de reconocer la superioridad del otro hasta caer casi sin fuerzas, el hombre como dominante en un triángulo amoroso, ponen a reflexionar al público sobre un tema que no es nuevo y, sin embargo, permanece detrás de la puerta de lo privado.

Según expertos, la violencia es el resultado de las relaciones desiguales de poder y es ejercida por quienes se sienten con más derecho a intimidar y a controlar.

Estadísticas internacionales refieren que en el mundo, cada 15 segundos, una mujer es maltratada, lo que indica que no es un fenómeno aislado y ha sido reconocido como problema mundial de grandes dimensiones.

Las agresiones físicas contra las mujeres por parte de sus parejas son la causa del 50 por ciento de las muertes femeninas, mientras que 70 por ciento de los homicidios están asociados a condiciones de género.

Aunque en Cuba no hay estadísticas públicas al respecto, también existe el fenómeno y cada vez es menos casuístico, consideran quienes estudian el tema.

Además del sufrimiento que ocasiona la violencia en sus diversas variantes, sus consecuencias son severas y van desde traumas físicos o desajustes de la personalidad, trastornos depresivos o ansiosos, dolores de cabeza, temores injustificados, deterioro de la autoestima y predisposición al consumo de sustancias hasta deserción escolar, falta de motivación e intentos de suicidio.

Obra en proceso

El proyecto surgió por coincidencias temáticas. Leire Fernández, quien trabaja para la Organización de Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO), andaba empeñada en una campaña contra la violencia, al igual que la diseñadora Yoana Grass.

«Casi todos estábamos gravitando en el tema de la violencia, el machismo, la masculinidad, y decidimos montar una obra. Al principio pensamos en algo clásico, pero después decidimos que debía ser un proceso más creativo», recuerda Fernández.

Desde el comienzo la idea fue cocinada y alimentada con los aportes de cada una de las personas involucradas en el proceso de creación, entre quienes se encuentran también Leire, Idania del Río, Inima Fuentes, Luvyen Mederos, Joel Suárez, Rigoberto Fernández, Alexis la O e Ilam Suárez.

La obra tiene tres líneas fundamentales: el material audiovisual, la propuesta musical y la puramente estética, cada una de ellas autonómica e interconectada.

La escena de familia está representada por un hombre, su esposa, su hijo y su vecina y amante. Él, el macho, tiene una máxima: no perturbar su hogar, la sinceridad, el amor y el respeto, porque a él no le gusta la violencia.

Una de las realidades llevadas a escena y no concebida en los inicios fue una suerte de parodia del espectáculo televisivo Belleza Latina, un concurso de selección de la mujer más bella de las Américas que se transmite desde Estados Unidos y que circula por Cuba mediante copias en discos compactos y memorias flash.

Mientras los actores desfilan ante el público, en la pantalla se proyectan mensajes impactantes: cuántas mujeres sufren de violencia doméstica y sexual, cuántas murieron de mano de sus parejas masculinas, cómo crecen los índices de cirugías estéticas para ajustar el cuerpo y la cara a los patrones dominantes.

«Estamos trabajando la superposición de ideas con lo de Belleza Latina, con un contenido bastante violento contra las mujeres y las estadísticas, gracias a la capacidad que da la tecnología de superponer textos. Estás viendo algo muy terrible en la televisión y estás viendo las cifras, eso que nos da el cerebro para ver el bien y el mal fusionado», dijo Fernández.

La puesta incluye también testimonios sobre la percepción de la violencia, su existencia o no en la realidad cubana y sus raíces, recogidos en las calles de La Habana.

Para Yohayne Hernández lo más importante del proceso artístico ha sido la posibilidad de construir un espacio de creación, discutir y poner a circular ideas y producir un trabajo en colectivo, a partir de motivaciones en el campo de la violencia de género.

«Después de esta primera confrontación con el público, hay muchas cosas que vamos a seguir perfeccionando, cambiando, pero queremos que sea un espacio abierto de creación y se vaya reajustando continuamente, según lo que nos vaya devolviendo el público», señaló Hernández.

Retorno en verano

La acogida del público durante las seis primeras presentaciones en la sala Tito Junco, del teatro Bertold Brecht, en la capital, así como los criterios y sugerencias recibidas, sorprendieron favorablemente al colectivo, comentó Fernández a SEMlac.

A juicio de Elisandro Reyes Zamora, de 27 años, máster en estudios teóricos de danza, La mujer de carne y leche «revisita el tema de la violencia, que se ha tratado en telenovelas, pero han estado cargadas de texto y caían en la obviedad», señaló.

«Esta obra, a partir de otros resortes significativos, ha tratado el mismo tema pero con otros moldes y maneras, otras investiduras que dicen más, porque el público tiene ahora más protagonismo, oportunidad de pensar y decidir sobre el significado final de la puesta en escena», comentó a SEMlac.

La puesta muestra una realidad que acontece en todos los países del mundo, donde muchas veces la mujer es subestimada y relegada a un espacio muy estrecho de la sociedad, marginada a las labores del hogar, consideró Annaliz Tejera, de 37 años, asistente a una de las puestas.

Uno de las intenciones claras de la obra es la de abrir los ojos de los espectadores. «Muchas veces no nos damos cuenta de que somos violentadas, a veces el silencio es la mayor violencia que pueda haber contra la mujer», señaló Tejera.

Según informó a SEMlac Hernández, la obra regresará a las tablas de la capital cubana en agosto, durante todo un mes, para seguir cuestionando e incitando a hablar de violencia de género desde un escenario teatral, con las tecnologías discursivas y artísticas contemporáneas.

«Creo que hay ideas buenas. Hay momentos dramáticos que están muy bien, y otros que hay que trabajar más, sobre todo lo masculino y su vinculación con la violencia. La próxima vez no se parecerá a esta», aseguró Leire.

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