Los estereotipos de género coartan el desempeño efectivo de las personas e impactan en su vida cotidiana, coincidieron participantes en el debate del grupo psicoeducativo AcompaSex, que el jueves 18 de noviembre abordó ese tema.
Carla Padrón Suárez, psicóloga en el Centro Nacional de Educación Sexual (Cenesex), refirió que estas construcciones socioculturales se relacionan con los prejuicios y las distintas formas de discriminación, en tanto establecen pautas de comportamiento socialmente aceptados y esperados para cada sexo biológico.
“Mediante la construcción de género, la sociedad clasifica, nombra y produce las ideas dominantes de lo que deben ser y cómo deben actuar los hombres y las mujeres. Por tanto, referirse a cuestiones de género es hablar de feminidad y de masculinidad”, definió la especialista, moderadora del espacio.
Precisamente, por esas características, esas ideas preconcebidas impactan en aspectos como la división sexual del trabajo, de manera que se ve a los hombres como más apropiados para las labores instrumentales y de raciocinio, mientras que a las mujeres se les asocia con las vinculadas a la atención al público, el cuidado de otras personas y la atención de la belleza.
“Esto provoca que muchos hombres y mujeres se limiten a desempeñarse en profesiones donde podrían explotar su potencial intelectual y realizar grandes aportes profesionales”, acotó Padrón Suárez, quien explicó que esa experiencia está relacionada con un fenómeno denominado “la amenaza del estereotipo”.
“La persona considera que no tiene todos los recursos y condiciones para enfrentarse a un determinado puesto de trabajo más asociado a su sexo opuesto y, por lo tanto, se le generan estados de mucha ansiedad y angustia, debido a la inseguridad sobre su potencial, que en ocasiones conducen al fallo”, añadió.
Asimismo, dijo que entre los grandes problemas que genera la construcción de estereotipos de género es que no se contemplan otras posibilidades de expresión identitaria, dejando al margen e invisibilizando a muchos grupos que no encajan en la normativa hegemónica tradicional.
La usuaria Sam HD señaló que un efecto es también la llamada masculinidad hegemónica, que hace que el estereotipo construido comience a generar conflictos, tanto para hombres como para mujeres, al ser inalcanzable en ocasiones.
Muchas veces se piensa que esas construcciones solo los afectan a ellos, pero también inciden en las mujeres, pues condicionan lo que esperan de los hombres y lo que enseñan a sus hijos, agregó.
De acuerdo con la experta del Cenesex, estas construcciones les generan angustia a ellos, al no poder expresar su verdadero yo, y en ocasiones los lleva a sentir que no tienen la libertad de ser auténticos y originales, debido a la presión social por no encajar en el molde socialmente construido.
“A ellos se les exige comportarse como un seductor experto en la cama, adivino y responsable de las necesidades y el placer de su pareja; siempre dispuesto y deseoso, siempre con iniciativa y control de la situación”, detalló Padrón Suárez y apuntó que, por el contrario, la mujer asume un papel mucho más pasivo, obediente y objeto de los deseos sexuales de su pareja, a partir de esas mismas concepciones.
Joviana, otra de las participantes, puso la mirada en el rol de cuidadoras que sueles asignarse a las mujeres. “Nos toca cuidar a nuestros padres viejos y los hermanos varones son los encargados de proveer. A pesar de que las mujeres hemos salido al espacio público y aportamos a la economía familiar, seguimos con esa responsabilidad”, expresó.
Los hombres también tienen la capacidad de dar amor y ser afectuosos ante la vulnerabilidad de una persona dependiente de cuidados, remarcó la moderadora y añadió que la idea preconcebida de que ellos no pueden expresar sus emociones y no deben mostrarse vulnerables es una de las condicionantes para que se les perciba como más fríos e incapaces de cuidar.
La familia emergió en el debate como un eslabón fundamental para derribar estas concepciones tan dañinas, que anteceden incluso al momento del nacimiento, pues desde que se identifica el sexo biológico del bebé, ya se construyen expectativas con las cuales quieren que se identifique.
Muchas veces es el hogar donde se afianzan las divisiones antagónicas y excluyentes entre niños y niñas, lo cual da lugar a relaciones dispares y de inequidad entre los géneros, a que haya discriminación y diferencias en las oportunidades para cada persona, consideró la experta del Cenesex.
“Se nos divide por el mundo rosa y el mundo azul. Las hembras y los varones, el sexo débil y el sexo fuerte, el emprendedor y la ama de casa, el hombre fuerte e inquebrantable y la mujer sensible y emocional. Sin embargo, son hipergeneralizaciones que dejan afuera muchos matices enriquecedores de una personalidad auténtica”, manifestó.
La influencia de los estereotipos en la educación que se proporciona desde la primera infancia y el bombardeo cultural –desde las princesas de Disney, laboriosas y en espera del príncipe salvador, hasta los juguetes diseñados para uno y otro sexo biológico– contribuyen a entronizar estos patrones, comentaron varias de las personas participantes.
Es importante reflexionar acerca de que la sexualidad y los juguetes no tienen color o son multicolores, subrayó la especialista del Cenesex Ana María Cano, quien cuestionó la costumbre de diferenciar a niños y niñas por los colores con los que visten o la de castigar a los varones que jueguen con muñecas, si después queremos que cuiden de sus hijos.
“A los niños hay que enseñarles a ser personas de bien, personas que ejercen sus derechos con responsabilidad, personas que respetan los límites propios y de los demás; se les debe enseñar sus derechos y sus responsabilidades como sujetos de derecho”, enfatizó Padrón Suárez.
Lo mejor es educarlos como personas con valores, capaces de defender sus criterios y emprender las tareas en todos los espacios de la vida, concordó la forista Olga Cecilia García.
La influencia de los estereotipos sexistas en la educación que se proporciona desde la primera infancia y el bombardeo cultural contribuyen a entronizar estos patrones, coincidieron en las intervenciones.
“Mediante la construcción de género, la sociedad clasifica, nombra y produce las ideas dominantes de lo que deben ser y cómo deben actuar los hombres y las mujeres. Por tanto, referirse a cuestiones de género es hablar de feminidad y de masculinidad”, definió la especialista, moderadora del espacio.
Precisamente, por esas características, esas ideas preconcebidas impactan en aspectos como la división sexual del trabajo, de manera que se ve a los hombres como más apropiados para las labores instrumentales y de raciocinio, mientras que a las mujeres se les asocia con las vinculadas a la atención al público, el cuidado de otras personas y la atención de la belleza.
“Esto provoca que muchos hombres y mujeres se limiten a desempeñarse en profesiones donde podrían explotar su potencial intelectual y realizar grandes aportes profesionales”, acotó Padrón Suárez, quien explicó que esa experiencia está relacionada con un fenómeno denominado “la amenaza del estereotipo”.
“La persona considera que no tiene todos los recursos y condiciones para enfrentarse a un determinado puesto de trabajo más asociado a su sexo opuesto y, por lo tanto, se le generan estados de mucha ansiedad y angustia, debido a la inseguridad sobre su potencial, que en ocasiones conducen al fallo”, añadió.
Asimismo, dijo que entre los grandes problemas que genera la construcción de estereotipos de género es que no se contemplan otras posibilidades de expresión identitaria, dejando al margen e invisibilizando a muchos grupos que no encajan en la normativa hegemónica tradicional.
La usuaria Sam HD señaló que un efecto es también la llamada masculinidad hegemónica, que hace que el estereotipo construido comience a generar conflictos, tanto para hombres como para mujeres, al ser inalcanzable en ocasiones.
Muchas veces se piensa que esas construcciones solo los afectan a ellos, pero también inciden en las mujeres, pues condicionan lo que esperan de los hombres y lo que enseñan a sus hijos, agregó.
De acuerdo con la experta del Cenesex, estas construcciones les generan angustia a ellos, al no poder expresar su verdadero yo, y en ocasiones los lleva a sentir que no tienen la libertad de ser auténticos y originales, debido a la presión social por no encajar en el molde socialmente construido.
“A ellos se les exige comportarse como un seductor experto en la cama, adivino y responsable de las necesidades y el placer de su pareja; siempre dispuesto y deseoso, siempre con iniciativa y control de la situación”, detalló Padrón Suárez y apuntó que, por el contrario, la mujer asume un papel mucho más pasivo, obediente y objeto de los deseos sexuales de su pareja, a partir de esas mismas concepciones.
Joviana, otra de las participantes, puso la mirada en el rol de cuidadoras que sueles asignarse a las mujeres. “Nos toca cuidar a nuestros padres viejos y los hermanos varones son los encargados de proveer. A pesar de que las mujeres hemos salido al espacio público y aportamos a la economía familiar, seguimos con esa responsabilidad”, expresó.
Los hombres también tienen la capacidad de dar amor y ser afectuosos ante la vulnerabilidad de una persona dependiente de cuidados, remarcó la moderadora y añadió que la idea preconcebida de que ellos no pueden expresar sus emociones y no deben mostrarse vulnerables es una de las condicionantes para que se les perciba como más fríos e incapaces de cuidar.
La familia emergió en el debate como un eslabón fundamental para derribar estas concepciones tan dañinas, que anteceden incluso al momento del nacimiento, pues desde que se identifica el sexo biológico del bebé, ya se construyen expectativas con las cuales quieren que se identifique.
Muchas veces es el hogar donde se afianzan las divisiones antagónicas y excluyentes entre niños y niñas, lo cual da lugar a relaciones dispares y de inequidad entre los géneros, a que haya discriminación y diferencias en las oportunidades para cada persona, consideró la experta del Cenesex.
“Se nos divide por el mundo rosa y el mundo azul. Las hembras y los varones, el sexo débil y el sexo fuerte, el emprendedor y la ama de casa, el hombre fuerte e inquebrantable y la mujer sensible y emocional. Sin embargo, son hipergeneralizaciones que dejan afuera muchos matices enriquecedores de una personalidad auténtica”, manifestó.
La influencia de los estereotipos en la educación que se proporciona desde la primera infancia y el bombardeo cultural –desde las princesas de Disney, laboriosas y en espera del príncipe salvador, hasta los juguetes diseñados para uno y otro sexo biológico– contribuyen a entronizar estos patrones, comentaron varias de las personas participantes.
Es importante reflexionar acerca de que la sexualidad y los juguetes no tienen color o son multicolores, subrayó la especialista del Cenesex Ana María Cano, quien cuestionó la costumbre de diferenciar a niños y niñas por los colores con los que visten o la de castigar a los varones que jueguen con muñecas, si después queremos que cuiden de sus hijos.
“A los niños hay que enseñarles a ser personas de bien, personas que ejercen sus derechos con responsabilidad, personas que respetan los límites propios y de los demás; se les debe enseñar sus derechos y sus responsabilidades como sujetos de derecho”, enfatizó Padrón Suárez.
Lo mejor es educarlos como personas con valores, capaces de defender sus criterios y emprender las tareas en todos los espacios de la vida, concordó la forista Olga Cecilia García.
La influencia de los estereotipos sexistas en la educación que se proporciona desde la primera infancia y el bombardeo cultural contribuyen a entronizar estos patrones, coincidieron en las intervenciones.