La Habana, marzo (SEMlac).– Anabell Antuña Alfonso sueña con una Cuba que permita a todos ser felices, una Cuba en transformación. Más que soñar, actúa para lograrlo desde su militancia feminista, que para ella es lucha por una vida digna y colectiva.
Recién graduada de Sociología en la Universidad de La Habana y actualmente investigadora de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (Flacso), en el área de políticas y desarrollo, esta joven cubana considera que el feminismo trasciende la lucha por los derechos de la mujer y apuesta por una manera de sentir, pensar y relacionarse diferente, en defensa de los derechos de todas las personas.
“Llego al feminismo por la educación que mi mamá me dio. Descubrí ahora, de grande, que muchas cosas que hacía de niña, para mí normales, pude hacerlas gracias a que mi mamá es feminista y no tenía prejuicios. Eso sembró la semillita”, comenta a SEMlac.
Sin embargo, fue en la universidad donde comenzó a tener una conciencia feminista más profunda, inició sus estudios sobre el tema y sintió la necesidad de buscar a otras personas con iguales intereses. Esa práctica cotidiana, el intercambio con otras mujeres, los debates, discusiones y experiencias compartidas han sido su mayor escuela.
Así surgió la Red Feminista de la Universidad de La Habana, de la cual Antuña Alfonso es cofundadora. Nació de crear un espacio para compartir qué cosa era el feminismo y desmontar muchos de los mitos, estereotipos y mentiras que existen sobre el tema, relata.
“La universidad no es un espacio libre de violencia o que se separe de las desigualdades que vive la sociedad en general. Nos preocupaba que cada vez veíamos más prácticas, comentarios, discursos machistas por parte de nuestros compañeros y profesores; la existencia del acoso en la universidad y que nadie se preocupara por eso. De ahí que sentimos la necesidad de hacer algo”, dice.
La red se creó el 29 de noviembre de 2022, en el contexto de la Jornada por la no violencia contra las mujeres y las niñas, pero desde el comienzo apostaron por la actuación permanente, porque “una actividad una vez al año no cambiaría nada”. Formación, articulación y organización fueron palabras claves desde entonces.
“Ahora la red está un poco desmovilizada, en parte porque perdimos mucho tiempo intentando encontrar la manera de poder existir institucionalmente. Había prejuicio sobre una organización aislada de las organizaciones tradicionales, pero a nuestras organizaciones tradicionales les propusimos trabajar juntos y no entendían de qué se trataba”, rememora.
No obstante, aunque la red no esté en su mejor momento, no está muerta, afirma Antuña Alfonso. Lo evidencian los mensajes que comparten en redes sociales y los deseos de mantener la conexión, de reencontrarse.
“Cuando pensamos los espacios nos propusimos que quienes llegaran quisieran volver y eso siempre pasaba”, dice, al referirse a cómo concebían las actividades, donde una de las apuestas era la incorporación de los hombres.
“Ellos tienen una responsabilidad en la lucha feminista y es una forma de desmontar esos mitos de que el feminismo es una cosa entre mujeres y hombres, cuando es algo entre todos y todas por la justicia, por cuestiones de derechos”, subrayó.
Justamente, el de las masculinidades fue el tema escogido por la joven socióloga para su tesis de licenciatura. “No es un tema nuevo para Cuba, pero en medio de la lucha muchas veces ha quedado un poco olvidado. Hoy día hay un renovado interés por parte de investigadoras, militantes y activistas feministas en retomar los estudios sobre masculinidades y posicionarlos en nuestra agenda y debates”, agrega.
“La lucha contra el patriarcado los incluye. Mujeres y hombres no estamos educados ni socializados igual. Por tanto, no afrontamos los mismos problemas ni tenemos la misma forma de reconstruirnos. Son procesos diferentes que requieren atención diferente. Por eso es importante trabajar con fuerza las masculinidades”, sostiene.
Su trabajo se centró en los imaginarios que tenían los estudiantes hombres de su facultad sobre la idea de ser hombre y “cómo esas ideas, que responden al modelo hegemónico de masculinidad, justifican la violencia de género”, precisa.
“Todas las personas somos portadoras de esa cultura machista; incluso nosotras, las mujeres, reproducimos la masculinidad hegemónica cuando educamos a un hijo; o cuando a la pareja o un amigo les exigimos determinadas conductas porque “no son propias de un hombre”, considera.
Aunque la socióloga dejó la vida estudiantil, la universidad sigue siendo un espacio importante de lucha. Uno de sus propósitos este año es reorganizar la red, retomar su programa de trabajo y objetivos.
“Vivimos otro contexto, contamos con el apoyo de las organizaciones, hay más personas interesadas en formar parte, en debatir sobre el tema; más estudiantes sensibilizados y eso es algo positivo. Es un momento para pensarnos, ver qué estamos haciendo mal, reorganizarnos”, apunta y agrega que persiste la necesidad que le dio origen a la red.
“La universidad tiene un compromiso con la transformación social del país y el desarrollo de la sociedad. No avanzaremos si seguimos con lógicas de dominación machista, con prácticas patriarcales. Desde los diferentes saberes, ciencias y pensamientos, debemos construir paradigmas emancipatorios alternativos, que permitan una vida más justa, feliz y sostenible”.
Construir en colectivo
Anabell Antuña Alfonso tiene una idea fija: la necesidad de la vida colectiva. Piensa que el feminismo lleva eso en su esencia y, en lugar de detenerse ante resistencias, retos y obstáculos, se ha propuesto reflexionar, contribuir a la formación y educación de otros y actuar para transformar la realidad.
“Todo lo que sea contrahegemónico siempre encontrará resistencia y el feminismo es contrahegemónico. El feminismo que defiendo es popular, revolucionario y se enfrenta a todas las lógicas de dominación”, asegura.
Para ella, se impone posicionar el tema, que las personas se cuestionen, debatan, piensen. “Ahora mismo llevo poco tiempo en Flacso y el proyecto en el que estoy involucrada se centra en el desarrollo rural. No tengo definida una temática específica, pero obviamente estará vinculada al género y a la perspectiva feminista”.
En la lucha del feminismo contra la violencia patriarcal, estima que un camino esencial es visibilizar la violencia simbólica, que es necesario contrarrestar con educación y formación.
“La violencia simbólica está muy ligada con la cultura y la subjetividad, con la manera de entender las relaciones sociales y la forma en que está organizada la vida. Se evidencia desde antes de nacer, cuando definen el tipo de ropa o los juguetes que usarán niños y niñas. El reto es construir espacios libres de eso, porque aunque a nivel discursivo digamos que está mal, lo tenemos tan dentro que es muy difícil romper con esas lógicas machistas”, reflexiona.
“Siento que todo el tiempo estamos hablando del problema, pero hablamos poco de la alternativa. En tiempos cada vez más duros, tenemos que actuar. Es hora de cambiar realmente, porque de lo contrario iremos hacia atrás y perderemos muchas conquistas”, remarca.
Para ella, el momento actual del país, con la aprobación de programas, leyes y estrategias en torno a la problemática de la mujer, es una oportunidad que debe aprovecharse para impulsar avances.
También para superar el discurso sobre la existencia de una voluntad política y progresar más en la formación de quienes toman las decisiones, para poder conducir las transformaciones necesarias y promover acciones que vayan verdaderamente a la raíz, opina.
Derribar muros
En su criterio, la organización de un verdadero movimiento feminista en Cuba implica conocimiento y reconocimiento entre los diferentes grupos pequeños que actúan hoy.
“No se dan a conocer todas las experiencias, no nos interesamos por llegar a los espacios de las otras, quizá porque consideramos que tenemos diferentes posturas de entender el feminismo, o diferentes horizontes a los cuales queremos llegar; pero es importante crear espacios para escucharnos y saber las apuestas comunes o las diferencias. Se trata de organizarnos para ser más fuertes”, apuntó.
El trabajo de base es otro desafío. La joven socióloga insiste en llevar los debates sobre el feminismo a las comunidades donde están los índices de violencia más elevados y las desventajas sociales, donde la Federación de Mujeres Cubanas (FMC) no ocupa el lugar que le corresponde.
“Muchas de nosotras sentimos que no es el espacio donde podemos realmente actuar y yo me pregunto por qué. Qué pasaría si un grupo de mujeres en un barrio se organizan y activan el bloque de la FMC y crean sus espacios de debate, de formación, de acompañamiento, de cuidados. Si somos parte de esa organización, ¿quién nos dice que no podemos comenzar a transformar desde ahí?”, reflexiona.
Otro asunto relevante para ella es educar desde edades tempranas con lógicas contrahegemónicas, en espacios seguros, sin discriminación; donde se pueda ser, sentir y pensar como cada quien desee, siempre preocupándose por el colectivo.
Aboga también por diseñar un programa político que muestre la apuesta del feminismo en Cuba, qué propone, a dónde quiere llegar y cómo, pues ello resulta indispensable para que las personas puedan identificarse y participar.
Alegre, rebelde, atrevida, decidida a enfrentar sus miedos y siempre pensando en las otras personas, esta joven remarca la necesidad de una sociedad actuante.
“Cuba se propuso una organización de vida diferente a la que dice el mundo y es un reto mantenerlo y construirlo. Si apostamos por una manera diferente de ser y de vivir, tenemos que estar todo el tiempo cuestionándonos y buscando la manera de poder ser más justos y felices, de tener más derecho a vivir”.
Vea la versión en video de esta entrevista en el episodio #3 de Cubanas
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