Por Sara Más/saramas_2000@yahoo.com
De diseñadora a cocinera, de periodista a arrendataria de vivienda, de desempleada a costurera, de trabajadora del hogar a peluquera, de jubilada a cuidadora de niños y niñas… las cubanas optan por el autoempleo en la economía no estatal como una opción laboral y financiera posible para sus vidas, aunque aún con desventajas e inconvenientes.
Cada vez son más las que abren su propio negocio o emprenden alguna iniciativa, pero siguen siendo minoría frente a los hombres y enfrentan no pocos obstáculos en esa alternativa económica, ampliada hace dos años junto a otros cambios dirigidos a reestructurar el empleo en la isla, buscar eficiencia estatal y fomentar la iniciativa propia.
«No me quejo porque estoy ganando más que cuando trabajaba como maestra, pero a esta altura creo que podría irme mejor», comentó a SEMlac Albertina Sierra, quien mantiene desde hace dos años un servicio de comida a domicilio en la capital cubana.
Así y todo, no renuncia a ese proyecto, que la mantiene «activa, entusiasmada y llena de planes», asegura. «Además, soy mi propia jefa, busco las mejores opciones y quiero crecer económicamente, tengo esa posibilidad», agrega esta mujer de 53 años, soltera y con un hijo universitario.
Sierra llevaba varios años sin trabajar cuando decidió fundar su propio negocio, al reabrirse esa posibilidad en octubre de 2010. Ahora, luego de restar costos, gastos e impuestos, se queda con una suma entre 100 y 120 pesos convertibles cubanos (CUC) cada mes.
Ese monto equivale a poco más de seis veces el salario medio en entidades estatales y mixtas, que es de 448.00 pesos cubanos, según «Salario medio en cifras. Cuba 2011», informe publicado en mayo de este año por la Oficina Nacional de Estadísticas e Información.
«Tengo entre 25 y 30 clientes fijos, pero quiero tener más para poder bajar los costos, que se elevan a cada rato por el aumento de los precios de los insumos», asegura. Tampoco puede ampliarse a más clientela, ahora mismo, por falta de transporte propio y respaldo financiero inmediato; pero espera hacerlo más adelante. Para ello tiene su propia estrategia.
«Nadie prospera en un día; este es un tema de trabajo y paciencia, de irse consolidando»; dice convencida, aunque también lamenta la falta de un mercado de insumos para este sector emergente, los altos precios de los productos que debe adquirir en la red regular de comercio y la inestabilidad de esa oferta que atenta contra la calidad y garantía de sus servicios.
Por si fuera poco, la suya es una actividad de mucha competencia, al ser de las más practicadas, en particular por las mujeres, lo que también implica riesgos y retos. En opinión de la economista Teresa Lara y la socióloga Dayma Echevarría, ellas pueden constituir el grupo más frágil para enfrentar condiciones precarias de empleo.
«Por lo general no cuentan con capital para invertir, capacitación, redes sociales o información suficiente para emprender un negocio propio», suscriben las expertas en «Las mujeres: reservas potenciales e invisibles de productividad», ponencia presentada en junio pasado en un seminario del Centro de Estudios de la Economía Cubana.
Según datos informados en la Asamblea Nacional del Poder Popular, en agosto de 2011, el 18, 5 por ciento del total de ocupados en esas actividades eran mujeres, la mayoría de las cuales se ocupaba del trabajo en el hogar, eran jubiladas y en menor número trabajadoras estatales y estudiantes antes de emprender el empleo por su cuenta.
Las especialistas identifican, entre otras limitaciones, que las mujeres se mantienen y son mayoría en actividades consideradas tradicionalmente femeninas, como elaboradora de alimentos, cuidadora de niños, niñas y ancianos, peluquera o modista, muchas veces ejercidas en el propio hogar.
Señalan, además, el poco valor agregado de esas actividades, con lo cual se desaprovecha el alto nivel de instrucción de la población, en especial la femenina.
Además, las actividades aprobadas fomentan el autoempleo en oficios que no han sido priorizados en el sistema educacional y alertan sobre la necesidad de incentivar políticas de formación en este tipo de enseñanza, especialmente sensibles a la problemática de género.
«Muchas de estas actividades superponen los planos familiares y laborales, con lo cual la cantidad de horas que las mujeres les dedican al trabajo puede ser excesiva y generar interminables jornadas», alertan Lara y Echeverría.
Tampoco descartan que, por el tipo de relación de confianza que estas trabajadoras desarrollan con su clientela y su carácter temporal, falten incentivos reales para que ellas soliciten las licencias de trabajo.
Pocas aparecen dedicadas a labores no tradicionales, como la de aguadora, amoladora (de instrumentos cortantes y punzantes), carpintera, arriera, cerrajera, turbinera, enrolladora de motores o vinatera, lo que ha hecho reflexionar a especialistas acerca de cierta tendencia a la reproducción de la división sexual del trabajo con la cual ha irrumpido esta modalidad laboral.
Para Jacqueline Aguilar, residente en la capital cubana, el autoempleo no estatal vino a ser, además, una tabla de salvación personal y familiar, tras quedar sin trabajo por la reducción de plazas estatales y el reordenamiento laboral en la empresa de turismo donde laboraba.
Ocho días después ya había obtenido su licencia como productora-vendedora de útiles del hogar, labor que comparte con el empleo estatal de vigilante nocturna que le ofrecieron poco después en otra entidad turística.
«La ventaja de trabajar por mi cuenta es que puedo planificar mi vida sin tener que cumplir un horario específico, sobre todo cuando se está al frente de una familia», comentó a SEMlac. «No me es fácil», reconoce. «Hago grandes sacrificios, pero los veo como etapas que debo vencer para mejorar», concluye.