Cuando las niñas se convierten en «mujeres fatales»

Identificada a nivel global como sexualización infantil, la cada vez más extendida práctica de vestir y maquillar a niñas muy pequeñas como mujeres «sexys» promueve un imaginario social erotizado, patriarcal y asociado a una cultura del consumo, coinciden especialistas.

En Cuba, en los últimos años, además de los polémicos modos en que suele celebrarse la llegada a los 15 años de edad, se ha puesto de moda realizarles a las niñas de cinco y 10 años fiestas con fotos, exuberantes vestidos, poses artificiales, tacones y mucho maquillaje.
Son los llamados «mini-quince» y «pre-quince», formas recientes que ha tomado en la isla esa sexualización infantil, por obra y gracia, entre otros factores, de influencias culturales con una alta carga mercantil, según constató la periodista Taissé Del Valle en su tesis de licenciatura, defendida en 2014.
Titulado «Mis quince primaveras», el estudio detalla que esas celebraciones, con sus más actuales variantes, «se deben a que en la sociedad cubana convergen variados consumos culturales, y niveles de uso y acceso a las tecnologías de la información y la comunicación, que realzan tal novedad».
Del Valle observó, por ejemplo, que las fotos temáticas son muy aceptadas para estos eventos: «poses como una Venus, en alusión a la ‘inocente’ sexualidad de la niña; imágenes en actividad de compras usando las bolsas de la multimillonaria marca Victoria’s Secret, así como imitaciones de sujetos de pasarela o artistas», están entre las más demandadas.
Según un informe de la Asociación Americana de Psicología (APA por sus siglas en inglés), publicado en 2007 (Report on the Sexualization of Girls), en el caso de niñas y niños, la sexualización alude a una realidad sociológica relacionada con expresiones, posturas o códigos del vestuario que buscan la seducción desde edades tempranas.
Se trata de un proceso progresivo, en el cual la influencia de las imágenes sexuales que a menudo rodean a pequeñas y pequeños determina la apreciación personal y aquello con lo que sueñan ser o poseer.
De manera similar resumió el fenómeno el Informe Bailey, encargado en 2011 por el ex primer ministro británico David Cameron, ante las quejas de madres y padres acerca de la conversión de los menores en consumidores precoces.
Concursos para elegir a misses de 10 años o publicidad de bikinis con relleno, orientados al sector más joven de la población, a la par de dibujos animados al estilo de las Barbie o las Bratz, muy consumidos también en Cuba, fueron citados en el reporte británico como principales detonantes del conflicto.
Según la investigadora cubana Silvia María Pozo Abreu, especialista en Medicina General Integral y Bioestadística, se trata de «la propensión de adelantar los comportamientos y actitudes sexuales a edades tempranas».
Son muchos los menores que «viven en un entorno erotizado, donde los padres alientan a sus hijas a imitar actrices y modelos que derrochan erotismo, permitiendo que sigan patrones que ni siquiera son reales», explicó Pozo Abreu, quien coordina el boletín electrónico Prevemi, cuya edición de julio-septiembre de 2017 fue dedicada al tema.
«No solo se les expone a imágenes hipersexualizadas, sino se les vende la idea de que tienen que verse sexys», remarcó la experta.
Otras especialistas prefieren hablar de «erotización» para definir mejor el fenómeno.
«Es mejor tratar este tema en términos de ‘erotizar el cuerpo de las niñas’, porque el cuerpo humano es sexualizado en todos los momentos de su evolución, por el propio dimorfismo sexual y porque además hay tradiciones culturales que se empiezan a depositar desde que las criaturas están en el vientre materno», defiende la psicóloga Livia Quintana Llanio, doctora en Ciencias y especialista del Centro de Estudios Demográficos (CEDEM), de la Universidad de La Habana.
Quintana considera que también es una forma de comenzar «a preparar a las niñas como un objeto sexual», aseguró en conversación con SEMlac.
Con ella coincidió la periodista Isabel Moya Richards, también doctora en Ciencias y directora de la Editorial de la Mujer.
«Las personas nacemos sexuadas y esa sexualidad va adquiriendo diferentes formas de expresión durante toda la vida. El problema es cuando se produce una erotización a destiempo en relación con la edad de las niñas, con la cual se vulnera el tránsito natural de la construcción de esta sexualidad», explicó Moya a SEMlac.
Para ambas estudiosas, la erotización temprana se manifiesta no solo por el uso de ropas que no se corresponden con la edad o la forma del cuerpo, sino que también adquiere una condición simbólica cuando las niñas mueven las caderas, se maquillan o adoptan posturas y gestos acuñados como seductores en términos sexuales.
«Hay una construcción de esa feminidad que se estereotipa y la niña o la adolescente, al no sentirse cómoda con esas atribuciones que se le han impuesto, crea un ruido en la conformación de su propia identidad, es por esto que también es considerado un acto de violencia», insistió Moya.

¿Costumbre o moda peligrosa?
Rosa María Ortega, maestra jubilada de 72 años, madre de dos hijas, abuela de cuatro nietas y bisabuela de una bebé de tres años, observa con preocupación que ha cambiado lo que las niñas ven, imitan y cómo visten.
«A mi hija menor, cuando era pequeña, le encantaba ponerse mis tacones, mis collares, pintarse los labios y hacer poses frente al espejo. Creo que imitar a las mamás es una parte normal de lo que hacen las niñas en todas las épocas», explicó Ortega a SEMlac.
«El problema aparece cuando ese hábito deja de ser ‘el disfraz de mamá’, para convertirse en lo normal, en la manera en que visten y se comportan todos los días», agregó.
En línea con los resultados del estudio de la periodista Taissé Del Valle, la doctora Quintana observa en Cuba elementos culturales de trasfondo que hacen más fácil la reproducción del fenómeno.
«Muchas veces en las familias no existe una intención clara de erotizar a niñas y niños, sino que se hacen eco de un movimiento cultural particular, o imitan otros patrones», aseveró.
Aunque el tema ha sido poco tratado en los medios de comunicación nacionales, ya en 2015 el espacio televisivo «Pasaje a lo desconocido», con alcance nacional los domingos en la noche, abordó el asunto en entrevista con la doctora Patricia Arés, presidenta de la Sociedad Cubana de Sicología y profesora de la Universidad de La Habana.
Arés llamó al fenómeno «adultización» y destacó que uno de sus componentes es la educación sexista que se deriva de esos comportamientos.
Las actitudes machistas que imitan modelos de cómo ser hombre y mujer promovidos por muchos videoclips, el reforzamiento de estereotipos de belleza y comportamientos banales que vienen con las ya citadas Barbies, entre otros, son ejemplos de esos elementos culturales de trasfondo.
Para Arés, además, el uso sin supervisión por parte de niñas y niños de dispositivos móviles e Internet, donde es posible acceder a materiales que estimulan la atribución a los infantes de cualidades físicas y sicológicas propias de otras etapas de la vida, también está en las raíces de la problemática en Cuba.
Entre las peligrosas consecuencias de la erotización infantil, estudios diversos identifican el incremento del sexismo a nivel social y familiar, el aumento del acoso y la violencia de género y hasta el freno a proyectos de vida sólidos e independientes en el caso de las muchachas.
El Informe Bailey, por ejemplo, identificó como costos la posibilidad de que pocas mujeres sigan carreras asociadas a la ciencia, tecnología, ingeniería o las matemáticas, pero también una demanda cada vez más creciente de la pornografía infantil.
Igualmente, este fenómeno puede estar en el origen de problemas psíquicos y físicos como los trastornos alimentarios (anorexia, bulimia) y la insatisfacción con el propio cuerpo, que lleva a las muchachas a cirugías peligrosas e innecesarias.
Para Moya, la responsabilidad de su atención toca a toda la sociedad.
«Debe haber un trabajo mancomunado. En primer lugar, la familia que debe tener en cuenta las edades de los niños y las niñas. La familia tiene que replantearse muchas veces la manera en que está educando a los más pequeños, huir de este tipo de modas o imitaciones que, al final, no conducen a nada más que a crear conflictos», reflexionó.
«Por otra parte, la escuela debe de ser un lugar potenciador para acercarse a los valores fundamentales de la niñez, por supuesto, a tono con los tiempos actuales; y los medios de comunicación tienen que trabajar en el rescate de esos programas para la niñez de toda la vida», sostuvo la doctora en Ciencias de la Comunicación.
«Urge valorar este problema, visibilizarlo e insistir en que va más allá de que una niña use mucho maquillaje con poca edad, o imite comportamientos adultos», considera, por su parte, la también periodista Lisandra Fariñas, especializada en el tratamiento temas de salud y género en el diario oficial Granma.
«Está en juego la construcción de la identidad femenina y que esas menores aprenden a valorarse solo sobre la base del atractivo y el deseo que despiertan. Es un tema a trabajar desde todos los espacios sociales», aseveró a SEMlac.

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