Cómo ser mujer, lidiar con el agua y no morir en el intento

El estudio reveló que las peores situaciones con el acceso al agua la viven los hogares encabezados por mujeres.

Por Raquel Sierra/ Fotos: Rady Rodríguez Pagés

Ernestina tiene 80 años, vive en la barriada del Cerro, en La Habana. Cada tarde, mientras su hijo trabaja, se sienta a velar cuándo llegará el agua al grifo. Entonces podrá bañarse, cocinar, fregar las vasijas del almuerzo y acopiar para el otro día. El agua dicta sus horarios.
En Los Sitios, otro barrio del centro de la capital cubana, Lisandra Puentes, de 24 años, sabe que, en días sin suministro de agua, lo mejor es demorarse bastante en la calle y hasta comer en casa de algún amigo.
«La falta de agua lo entorpece todo. Vives pendiente de cuánta queda para el baño, la cocina y hasta para lavarse los dientes. Hay mujeres que lavan de noche, que es cuando el líquido llega», comenta.
Las cifras publicadas en el Anuario Estadístico de Salud 2010 señalan que en Cuba 94,5 por ciento de la población tiene acceso a agua segura y 74,7 por ciento cuenta con conexiones domiciliarias. Sin embargo, la situación no es uniforme en todo el país y, aunque exista acceso y conexión, en ocasiones el agua escasea.

Los indicadores nacionales de acceso muestran que, si bien la cobertura de agua potable por conexiones domiciliarias en la población urbana es de 86,5 por ciento, en el área la rural solo alcanza 38,6 por ciento.

Incluso en La Habana, donde los mapas e indicadores estadísticos registran una mejor situación, existen diferencias entre los distintos municipios, por problemas como deterioro de la infraestructura y el sistema habitacional que se agudizan en tiempos de sequía.
Por demás, la capital de Cuba sufre una sequía iniciada en 2009 que clasifica entre las más severas de los últimos 50 años, según investigaciones de especialistas del Instituto Nacional de Recursos Hidráulicos.
Ante esta realidad, las familias buscan alternativas. En no pocos hogares existen tanques para acumular el líquido. Los hay de metal o plástico, nuevos o viejos, con instalaciones o no. Cualquier recipiente es útil si permite disponer de volúmenes de agua para garantizar las labores del hogar y hasta «por si acaso».
Estas situaciones tienen una repercusión particular en la vida de las mujeres, quienes -aun cuando trabajen fuera de casa-, generalmente se encargan de las tareas hogareñas, en las que el líquido es imprescindible, así como de su almacenamiento.
«Si los hombres están en el trabajo cuando llega al agua nos toca cargarla, o puede que no haya hombres en la familia. Lo cierto es que para las mujeres esta situación genera los más disímiles conflictos», comenta Adria Gómez, residente en Centro Habana, para quien la situación del agua fue una de las principales motivaciones a la hora de cambiar de casa.

Reina Fleitas, profesora del Departamento de Sociología  de  la Facultad de Filosofía e Historia de la Universidad de La Habana

Una mirada de género

Una investigación de la doctora Reina Fleitas, profesora del Departamento de Sociología de la Facultad de Filosofía e Historia de la Universidad de La Habana, corroboró los criterios existentes sobre los diferentes impactos que tiene la falta de agua para hombres y mujeres.
«Las diferencias entre hombres y mujeres en relación con el agua tienen que ver con los roles de género. Sin lugar a dudas, la mujer tiene una sobrecarga importante en su vida cotidiana, tiene que enfrentar el cuidado y la higiene del hogar y de otros miembros de la familia, niños y ancianos», explicó Fleitas a SEMlac.
Su estudio «Desigualdades de Género en el acceso al Agua potable y el saneamiento en el barrio de Jesús María», abarcó a 166 hogares compuestos por 528 personas, con prevalencia de la población femenina (56,1 %).
Las mujeres fueron mayoría en todos los grupos de edad, en particular entre ancianos, además el 57,8 por ciento de los hogares estaba dirigido por mujeres.
La mayoría de las personas entrevistadas afirmó que casi todos los días, o cada dos o tres días, debe cargar agua. La insuficiente cantidad de depósitos para almacenar, el reducido espacio de las viviendas y la precariedad de muchas de ellas influyen en esa periodicidad, indicó la investigación.
Aunque arrojó que prevalecen los hogares donde la carga es compartida, no es desestimable el número de hogares en los que quien carga es la mujer.
«Otras fuentes de información ratifican que son ellas quienes acarrean el agua, pues llega en horarios en los cuales solo están las mujeres y los niños en casa. En resumen, si se suma hogares donde cargan solo mujeres y donde se comparte, estos representan 49 por ciento del total de las viviendas encuestadas», explicó Fleitas.
A su juicio, la situación la viven de manera más difícil las mujeres, pues para ellas el proceso provoca una sobrecarga de trabajo porque además de cargar el agua «son las que llevan el peso de las tareas domésticas, fundamentales en la reproducción de la vida cotidiana que requiere de este preciado líquido: cocinar, fregar, lavar y limpiar».
«Esto tiene un impacto en su vida cotidiana, influye en la organización del tiempo de las mujeres, tienen que levantarse de madrugada para tareas domésticas, se reduce la cantidad de tiempo de ocio y descanso, impacta su vida laboral cuando llegan tarde para garantizar un mínimo de higiene en la casa, lo que afecta su imagen como trabajadora», explicó.
El estudio reveló que las peores situaciones con el acceso al agua la viven los hogares encabezados por mujeres. El 57,5 por ciento de los hogares donde no hay conexión domiciliaria tiene a una mujer como jefa de hogar.
Por otra parte, 70 por ciento de los hogares que declararon regular o malo el estado de las conexiones de las tuberías, eran dirigidos por mujeres.
«En muchos casos son mujeres solas, cuyos ingresos no les permite cubrir el costo de las instalaciones para hacer más cómoda su vida», indicó.
El ejercicio de acarrear el agua tiene impactos múltiples: 51,2 por ciento de las personas entrevistadas en el estudio afirmó que las condiciones difíciles del acceso, la carga prolongada del agua y su frecuencia están afectando su salud, sin saber explicar cómo.
Otras, refirieron enfermedades asociadas a las articulaciones, dolores en diferentes partes del cuerpo, enfermedades parasitarias debido a que durante la manipulación del agua no siempre se preserva la higiene, hernias, infección en los riñones e inflamación en las piernas, entre otras.
«Genera un estrés y problemas de salud mental porque los problemas en el acceso al agua son reiterados en el tiempo, casi crónicos, lo que trae como resultado un estrés crónico para las mujeres», declaró a SEMlac.
La investigación concluye que se afectan los servicios de salud y eso repercute en el rol de cuidadora de las mujeres, se visualizan relaciones de hegemonía entre piperos (hombres) sobre mujeres que necesitan el agua, la falta y llegada de líquido influye en su rutina, y que ellas no visualizan siempre el impacto sobre su salud y están más preocupadas por la de los otros miembros de su familia.
Esta situación, enfatizó Fleitas a SEMlac, no es exclusiva del barrio de Jesús María, es un fenómeno de la cotidianidad que puede presentarse en cualquier ciudad.

«Incluso, en espacios rurales los proyectos de mejoras llevan al agua hasta la calle y no conciben hacerlo al interior de los hogares, las mujeres se sienten beneficiadas porque no tienen que acarrearla desde lejos, pero el agua no llega al grifo», agregó.

Recuadro: Sequía agrava situación de abasto de agua
La situación del abasto de agua en La Habana es alarmante: unas 45.000 habitantes reciben actualmente agua potable mediante camiones cisterna, debido a la persistente sequía que afecta a la isla.
De acuerdo con el semanario Tribuna de La Habana, en una ciudad con más de dos millones de personas, las cinco presas fundamentales en la provincia «solo tienen un 21 por ciento de llenado, es decir, están prácticamente vacías».
El déficit de agua es de casi 200.000 metros cúbicos en la entrega diaria, lo que ha llevado también a suministrar el servicio cada cuatro días, una situación que ha llegado a afectar hasta a 800.000 habitantes de la capital.
La Habana es la provincia que padece el déficit hídrico «más preocupante» actualmente en Cuba, según especialistas del Instituto Nacional de Recursos Hidráulicos (INRH) citados por la Agencia de Información Nacional (AIN).

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