La Habana, septiembre (SEMlac). – El alcance intelectual de la académica cubano-dominicana Camila Henríquez Ureña trasciende a su tiempo y funde en una sola persona activismo feminista, rigor literario y pasión pedagógica.
Al cumplirse 50 años de su fallecimiento, la Cátedra Avellaneda del Instituto Cubano de Literatura y Lingüística (ICLL) dedicó el martes 12 de septiembre un espacio de evocación a la reconocida intelectual y feminista.
Camila Henríquez Ureña (1894-1973) nació en Santo Domingo, República Dominicana, el 9 de abril de 1894. Hija de la poetisa y pedagoga Salomé Ureña y de Francisco Henríquez y Carvajal (médico, abogado, escritor y político dominicano), migró a Cuba junto a su familia, a la edad de nueve años.
«Camila eligió ser cubana», recuerda con emoción la ensayista Zaida Capote Cruz, haciendo referencia a su adopción de la ciudadanía cubana en 1926.
Capote Cruz, presidenta de la Cátedra Avellaneda, y Caridad Tamayo Fernández, investigadora de la Casa de las Américas, tuvieron a su cargo un espacio de rememoración para traer al presente anécdotas e hitos del intenso quehacer de Henríquez Ureña.
“La marcada vocación pedagógica fue un alelo dominante recibido de su madre, la excepcional Salomé Ureña, y fomentado más tarde por su padre y sus hermanos, también maestros”, recordó Tamayo Fernández.
El talento y rigurosidad de Camila acompañaron la creación y desarrollo de instituciones y sucesos importantísimos en la historia literaria y social de Cuba y América Latina. Colaboró con la Institución Hispanocubana de Cultura (IHC), fundada por Fernando Ortiz; fue editora en la prestigiosa editorial Fondo de Cultura Económica (FCE), en México y formó parte de la gestación de la sociedad Lyceum, fundada en 1928 por un grupo de cubanas.
Tamayo Fernández ponderó el rol de la admirada maestra como integrante de la directiva de la institución cultural entre 1937-1938 y en la concepción de su revista homónima.
“Camila se ocupó de la coedición, junto a la periodista, escritora y feminista Uldarica Mañas, de la revista Lyceum durante sus cuatro primeros números (1936-1937), en los que fijaron su estructura y dejaron pautadas las líneas generales de la publicación en cada una de las ‘Directrices’ que incluyeron en ellos”, puntualizó.
Luego del triunfo de la Revolución cubana, y tras casi 20 años de ausencia, se vinculó rápidamente a la creación del nuevo sistema educativo y a la labor editorial de Casa de las Américas. Desde 1962 y hasta su muerte, formó a varias generaciones de lingüistas como profesora de literatura del Departamento de Lengua y Literaturas Hispánicas, en la Escuela de Artes y Letras de la Universidad de La Habana.
“Regresó con 66 años de edad y los últimos 18 dedicados a la academia estadounidense. Había renunciado, como se sabe, a los privilegios que ganó como profesora titular del Departamento de Estudios Hispánicos de Vassar College, en Nueva York, incluido el pago por su retiro”, enfatizó la investigadora de Casa de las Américas.
“Para una maestra como ella, se abrían las puertas a nuevos retos donde anheló hacerlo siempre; tenía abonado el camino para iniciar otra etapa y se entregó a ello con la pasión de un alma joven”, agregó.
Camila fue, además, una adelantada feminista. Su conferencia “Feminismo” (1939) se publicó en 1973 por Casa de las Américas, en un momento en el que esta crítica al patriarcado “causaba erizamientos de diverso tipo”, dijo Tamayo Fernández.
Esa visión de avanzada y la defensa permanente de los derechos de las mujeres, aún motiva y conmueve profundamente a Capote Cruz.
“Lo que más me preocupa hoy es la pertinencia de las ideas de Camila porque podemos verla como algo del pasado, pero es una personalidad intelectual de la que tenemos que apropiarnos para comprender nuestro presente”, dijo la también crítica literaria.
Sus vínculos con la defensa de los derechos de las mujeres y el feminismo pueden rastrearse en textos y conferencias sobre la literatura de mujeres hispanoamericanas y también vinculada al movimiento feminista cubano de los años 30 y 40 del siglo XX.
“Adelantó una reflexión que ha sido fundamental en el curso de los estudios literarios feministas, se trata del análisis de lo que hoy se llaman los discursos del yo, la autobiografía y la carta, por ejemplo”, expuso Capote Cruz.
“Estos son espacios de creación femenina que siempre han tenido más atención de la crítica literaria feminista. Y dice algo importantísimo, que las cartas eran un espacio de libertad y por eso las escritoras estudiadas por ella lograron hacer obras maestras, porque no tenían ninguna presión externa”, agregó la especialista.
Como parte del agasajo, Casa de las Américas presentó y distribuyó al público el Número 6 de la Colección Cuadernos de Calibán, dedicado al ensayo. El volumen reúne los textos «La mujer y la cultura» y «Feminismo», ambos de la autora homenajeada.
“En ‘Feminismo’ alerta acerca de que uno de los graves problemas de la mujer es que su razón de ser está fuera de sí misma y tiene que pensar en sí, y encontrar en sí la razón de vivir; esto es lo que la filosofía feminista llamó, en los años 70 del siglo pasado, la razón de ser para los otros”, precisó Capote Cruz.
Para la también feminista cubana ha sido revelador encontrar una entrevista a Camila Henríquez Ureña publicada por la revista Mujeres, en diciembre de 1967. En el texto, la intelectual cubano-dominicana habla abiertamente de la necesidad de la educación sexual en las escuelas y de la importancia de que los servicios de aborto se realicen en instituciones de salud, por parte de personal especializado.
“Esta entrevista nos recuerda que Camila nunca dejó de ser feminista y siguió insistiendo en la necesidad de defender los derechos de las mujeres”, afirmó conmovida Capote Cruz.
El homenaje del ICLL incluyó la inauguración de una exposición con parte del fondo dedicado a la familia Henríquez Ureña, que supera los 3.000 documentos. La institución académica también recibió el donativo de una efigie de la querida maestra por parte de Alejandro Batista Martínez, director del Instituto Preuniversitario en el Campo Ernesto Guevara, en la provincia de Artemisa, a poco más de 80 kilómetros al oeste de La Habana.