La Habana, junio, (SEMlac). –La necesidad de miradas críticas a la desigualdad racial y de estudiar el racismo desde enfoques que permitan adentrarse en sus intersticios más profundos son, a juicio de activistas y estudiosas del tema, desafíos medulares en la lucha contra los prejuicios por el color de la piel.
En ello coincidieron los participantes en el espacio “Martes de debate”, que organizó el 26 de septiembre el Centro de Investigaciones Psicológicas y Sociológicas (Cips) bajo el tema “Diálogo sobre afrodescendencias y racismo en el contexto cubano actual”.
En el encuentro trascendió la urgencia de comprender y desafiar el legado histórico de discriminación hegemónica que pesa sobre la población afrodescendiente.
Para Gisela Arandia, periodista, activista afrofeminista e investigadora, la deconstrucción del racismo debe partir de asumirlo como un fenómeno histórico, así como de aceptar su existencia y complejidad conceptual, como requisito indispensable para su eliminación.
A su juicio, el racismo va más allá del color de piel, pues representa una ideología y se convierte en una estrategia hábilmente empleada por las potencias de dominación para dividir países y preservar el sistema capitalista.
“Es esencial estudiar el racismo desde enfoques como la teoría de sistemas, que permiten adentrarse en las raíces más profundas de este conflicto. Se trata de visibilizar todo aquello que ha quedado oculto en la visión lineal que estableció la historiografía clásica”, señaló Arandia.
La activista tomó como ejemplo la trata africana, que constituyó una tragedia de larga duración: cinco siglos durante los cuales más de 20 millones de hombres y mujeres perdieron la vida.
“La esclavitud constituyó un proyecto económico enfocado en favorecer a las potencias europeas, dejando un legado de devastación en África, también por la legitimación de la inferioridad de las personas de origen africano como soporte político de esa ideología”, sostuvo.
Según la investigadora, “el racismo es la negación de las relaciones humanas y, a pesar de eso, resulta casi invisible para muchas personas, sobre todo para quienes no lo padecen y no perciben la humillación y el dolor que representa”.
Arandia explicó que, como conflicto geopolítico, para deconstruirlo es requisito indispensable aceptar su existencia y complejidad conceptual y resaltó la necesidad de desmontar pretextos culturales difíciles de identificar, pero que contribuyen a perpetuar el racismo.
Con este criterio coincidió la investigadora e integrante de la Cátedra Nelson Mandela, Elvira Edwards, para quien este es un tema que también debe ser analizado desde la complejidad, como paradigma de las ciencias sociales que se refiere a la forma en que vemos el mundo y nos comportamos en él, así como a las diferentes configuraciones que le damos, dijo.
Edwards afirmó que este análisis va más allá de caracterizar un fenómeno. “La mirada desde la complejidad a la desigualdad racial rompe con la linealidad, integra la diversidad y ofrece herramientas para comprender una realidad múltiple y plural”, sostuvo.
Para la investigadora, ese enfoque brinda recursos para desentrañar los procesos coloniales y neocolonialistas presentes en la dinámica social actual, así como los procesos hegemónicos que intentan imponer un orden, en no pocas ocasiones de un modo sutil, y ocultan relaciones verticales de poder donde las diferencias fenotípicas han sido usadas como expresión de diferencias sociales y raciales.
En un territorio como Cuba, donde se ha proclamado la eliminación de situaciones de opresión desde hace muchos años, con la apuesta por un sistema social más justo, es importante analizar desde esta perspectiva cómo se comportan los procesos de desigualdad social y racial.
Arandia enfatizó que el racismo, como pensamiento de dominación, puede causar daños irreparables para la salud de quienes son víctimas de esa realidad.
Sin embargo, la ascendencia africana no significa automáticamente comprender el racismo, puesto que se trata de un proceso cognitivo, exige de algunas referencias, y aun quienes lo padecen necesitan poder analizarlo en su complejidad política, aunque parezca una paradoja, agregó.
En su opinión, la deconstrucción del racismo implica a toda la sociedad y es el debate público el modo de romper con los prejuicios, en tanto “lo que no se nombra, no existe”.
Las mujeres afrodescendientes tienen hoy un rol fundamental en este debate, señaló la sicóloga Norma Guillard Limonta, investigadora, presidenta de la Sección de Identidades y Diversidad de la Sociedad Cubana de Psicología e integrante de la Articulación Afrofeminista Cubana.
Para Guillard, “ya no podemos limitarnos a hablar de un único feminismo, desde una perspectiva occidental, en un mundo cada vez más diverso. Es fundamental reconocer y valorar sus distintas expresiones, como el feminismo negro, que no es simplemente una categoría más, sino que representa la resistencia continua de las mujeres negras a lo largo de la historia”, dijo.
Agregó que para comprender plenamente el feminismo negro es necesario cuestionar los estigmas sociopolíticos y económicos, así como el racismo estructural e institucional, con el fin de reconocer y valorar sus contribuciones.
Hay una gran deuda con descolonizar y que se conozca esa historia ancestral de las mujeres afrodescendientes, sostuvo Arandia, a lo que Edwards agregó que es el primer paso para reflexionar sobre lo que ellas tienen que decir en el contexto cubano actual.
Guillard Limonta subrayó que han surgido diversos grupos y espacios para visibilizar la existencia del racismo.
Entre más de una treintena de iniciativas, la activista mencionó las experiencias de proyectos como la Red Barrial Afrodescendiente, Afroestética, Qué Negra, Afrodiverso y el Taller de Transformación del Barrio de Jesús María, que han trabajado en la discriminación racial, el empoderamiento, la imagen de las mujeres negras y el cuidado del cabello rizado, entre otras temáticas.
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