Por Sara Más
Con más semejanzas que diferencias, académicas cubanas y mexicanas suelen pasar por situaciones de vida y profesión muy similares, en gran medida condicionadas por la cultura patriarcal y la tradición, aunque vivan en geografías y sociedades distintas.
Así lo explicaron la mexicana Olga Bustos y la cubana Lourdes Fernández Rius durante del VII Congreso Iberoamericano de Ciencia, Tecnología y Género, celebrado en La Habana del 18 al 21 de febrero, donde expusieron algunos resultados preliminares de un estudio comparativo, actualmente en proceso, y que toma como escenarios la Universidad Autónoma de México y la de La Habana. Luego de entrevistar a varias académicas mexicanas y cubanas entre los 57 y 70 años, que ejercen su profesión en diferentes áreas del conocimiento, las investigadoras concluyen que, en esencia, la vida en familia y los papeles históricamente asignados a la mujer en el ámbito doméstico se erigen en obstáculos que deben vencer para alcanzar su progreso académico.
Ellas, si bien han logrado cumplir sus propósitos e intereses científicos, han tenido que desplegar un mayor esfuerzo, con más elevado costo personal que los varones.
El estudio confirma que las entrevistadas, aunque no desisten en sus empeños profesionales y alcanzan una trayectoria científica que les depara grandes satisfacciones, viven una gran tensión para conciliar la profesión y la vida de familia.
De acuerdo con sus vivencias, se sienten presionadas y se ven obligadas a recurrir a sobre jornadas de trabajo, les falta tiempo para el disfrute personal y de la familia, refieren conflictos y frustraciones en sus relaciones de pareja y no pocas veces experimentan vivencias de soledad, entre otras situaciones como culpas y un agotamiento ilimitado.
Una de ellas confesó que un día se quedó dormida en la alfombra del baño, en una casa donde fue invitada a comer junto a su esposo.
En el caso de las mexicanas, «reconocen su procedencia familiar como herencia intelectual en la que se cultiva el conocimiento y la creatividad, y provienen de ámbitos donde el padre es profesional y las madres tienen estudios de nivel superior, pero se han dedicado al hogar y la familia», explicó Bustos.
Las cubanas, en cambio, en una realidad social distinta, «proceden de familias humildes, sin la presencia de intelectuales que sirvan de ejemplo, y representan la primera generación de mujeres universitarias en su familia. En todos los casos reconocieron figuras masculinas como un factor estimulante de la motivación hacia estudios superiores», precisó Fernández Rius.