A caballo regalado, no se le mira el colmillo

Por Ilse Bulit

Próximo el día del cumpleaños, surgen las expectativas. Y también en el Día del Amor, en el de otro aniversario o en el que celebramos dedicado a nuestra profesión u oficio. ¿Qué nos regalarán? Encerrada dentro de la ingenuidad de la sorpresa, triunfa, como sentimiento puro o juego de la imaginación, esta pregunta.
Hay quienes, con sutileza o abierto descaro, muestran tiempo antes sus predilecciones, sus deseos, sus sueños por cumplir; y lo hacen sin pensar en las reales posibilidades y condiciones del otro. Así, ponen en aprieto a los familiares cercanos, al colectivo laboral que desea homenajearlos. Y si se trata de la pareja, hasta brota el descalabro cuando, en el instante de la entrega, el rostro refleja la inconformidad. Si al crecer no nos desprendiéramos de la capacidad del asombro, de gozar las sorpresas, de destapar la imaginación en todas sus consecuencias, el regalo sostendría su personalidad espiritual propia, más allá de su forma física redonda, cuadrada, olorosa y con etiqueta de marca extranjera.
Cada regalo viene con una tarjeta invisible que nos dice: “te quiero, amor, te quiero”; “nunca te olvidamos”; “cuando lo mires o uses, recuérdate de mí”; “todos nos pusimos de acuerdo porque te admiramos y necesitamos”.
Su mensaje interior es amplio, cargado de aguda información. Porque, también se reciben presentes de circunstancias. Y esos, lujosos o de precio barato, en su lenguaje falso dice: “no me quedó más remedio”; “tenemos que resistirte”.
En ambos casos, lo inteligente es asirnos a los mensajes indirectos. Aceptar los realmente cariñosos con el sano orgullo de saberse apreciado. En el segundo, entregándoles mentalmente la mezquindad del engaño al portador y, después de la primera impresión, preguntarnos el porqué de la aversión o la incomprensión, pues hay razones quizás sobre nuestras espaldas, merecedoras de enmiendas.
Frente a la sonrisa de la empleada de la floristería, la librería o la perfumería, están ahora los autores del presente sincero.
Si es familiar cercano, conocerá los gustos y necesidades. Su acción dependerá del dinero en el bolsillo y de las ganas de complacer.
Para el enamorado en la cúspide de la pasión, el regalo representará un eslabón en la cadena del amor demostrado, eslabón material y peligroso, pues quien ate sobre la base del interés, siembra en terreno pantanoso. Si en la búsqueda de la complacencia erótica, alzarse con los mejores halagos materiales es pernicioso; reviste otras bajezas humanas utilizarlo con fines de compra de actitudes y favores dentro de la sociedad.
Para los amigos individuales o los del grupo de estudio o del trabajo, cuando las buenas intenciones reinan, será una suerte de adivinanza levantada sobre una realidad financiera.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

10 + 3 =