Si los profesionales de la salud conocieran sobre violencia hacia las mujeres, podrían detectarla y brindar asistencia adecuada con vistas a reducir los daños, el sufrimiento y la revictimización de las mujeres maltratadas, consideran investigadores y especialistas en Cuba.
«El desconocimiento sobre estos temas por parte de los proveedores de salud hace que la mujer violentada que llega a estos servicios sea revictimizada», asegura a SEMlac Mariolis Ruiz Hernández, psiquiatra infantil y master en atención integral a la mujer.
Ruiz Hernández reside en la ciudad de Cienfuegos, a unos 230 kilómetros de la capital, donde ha investigado este tema, hizo un diagnóstico sobre los cocimientos y actuación del personal de salud ante cados de violencia machista hacia las mujeres en la pareja y, finalmente, elaboró una propuesta de formación.
Al igual que en el resto del país, la provincia de Cienfuegos tiene una subdimensión de la percepción de la violencia, con desconocimiento generalizado de las formas posibles que puede adoptar este fenómeno, asegura la experta en su tesis de maestría.
«La prevalencia real del maltrato no se conoce, la vigilancia epidemiológica es muy insuficiente, por tanto, los casos de violencia conyugal no se diagnostican», suscribe la psiquiatra infantil en su tesis de maestría «Superación profesional. Una alternativa para mejorar el manejo de la mujer violentada por su pareja».
Aunque, en la mayoría de los casos, la víctima reprime el impulso de denunciar el hecho por múltiples causas, estudios realizados en Cienfuegos evidencian que 97 por ciento de las mujeres adultas encuestadas reciben actos de violencias de sus parejas.
También indican que la violencia de género es significativamente más frecuente hacia el sexo femenino.
Si bien se ha logrado identificar el maltrato conyugal como problema de salud, con discretos avances en lo jurídico, educativo, político y social, actualmente las acciones en el sector de la salud se centran en la atención a las lesiones físicas de las mujeres que acuden a esos servicios.
El diagnóstico realizado por Ruiz Hernández tuvo en cuenta a 21 mujeres que denunciaron maltratos en oficinas de la policía y otras 42 que recibieron actos violentos en la pareja sin denunciarlos, entre enero de 2007 y septiembre de 2010.
Entre las primeras predominó el maltrato psicológico y en el segundo grupo, el físico. Todas, en general, desempeñaban el rol productivo-reproductivo y el móvil principal que las llevó a denunciar fue la amenaza de muerte. Las que callaron lo hicieron por miedo.
Entre las conclusiones del estudio resalta, sin embargo, que las mujeres violentadas tienen una percepción insuficiente sobre la ayuda que podrían recibir por los equipos básicos de salud.
Al explorar el universo de las y los proveedores de salud, la fulana constató que existen insuficiencias en el conocimiento por parte de los profesionales del equipo básico de salud de la atención primaria para el manejo de la mujer maltratada.
En concreto, la autora entrevistó a 11 especialistas en Medicina General Integral y 11 licenciadas en enfermería que prestan servicios en la primera línea de atención, en consultorios del médico de la familia.
La totalidad desconocía las acciones que podrían realizar ante casos de este tipo, solo 54,5 por ciento de los médicos de la familia dominaban la charla educativa como única alternativa de prevención primario y quienes ejercían la enfermería desconocían totalmente del tema.
La totalidad de los profesionales de los equipos básicos de salud admitía no poseer conocimientos y habilidades para brindar la primera ayuda psicológica, consejería o asistencia a las mujeres violentadas por sus parejas que acudían a solicitar asistencia.
Igualmente, desconocían cuándo y cómo los servicios de salud infringen victimización secundaria a esas mujeres, a la par que apuntaban la importancia de diseñar e instrumentar un curso de superación que permita mejorar el desempeño profesional para el manejo integral de la mujer violentada por su pareja.
«Esa investigación evidenció la importancia de la capacitación y superación profesional en proveedores de salud para poder aumentar las competencias y poder dar una atención adecuada a la víctima de violencia, no solo física», comenta a SEMlac Yoan Hernández Cabrera, obstetra de Cienfuegos.
La propuesta de formación de su colega busca que especialistas en medicina general integral y enfermería sean capaces de identificar las causas originan a violencia de género en la pareja, los factores de riesgos, acciones posibles a realizar, consecuencias y repercusiones sobre la salud.
«Los médicos vemos los síntomas, tratamos las consecuencias y, muchas veces, no actuamos sobre las causas», reflexiona Hernández Cabrera.
«En el curso hemos tratado de integrar todo los factores que vinculan la asistencia primaria y secundaria de salud en una buena atención a las mujeres que acuden en busca de ayuda y muchas veces, si no la reciben, vuelven a ser víctimas, esta vez del maltrato profesional, y entonces dejan de pedir ayuda», razona el médico.
En opinión de Laura Magda López Angulo, profesora de Ciencias Médicas en Cienfuegos, es muy importante que estos contenidos se introduzcan intencionadamente en la carrera de Medicina.
«No que se haga todos los años un curso lectivo, opcional, sino que se incluya este contenido en el currículo regular de estudios», reitera López Angulo, quien ha investigado este tema en Cienfuegos y ha impulsado allí, por muchos años, la formación, consejería y atención en torno a este problema social y de salud.
Sería esa una forma de incentivar la prevención y adelantarse en la actuación directa sobre el problema, sus consecuencias y costos personales y sociales.
«Cuando hablamos de violencia hacia las mujeres no puede pensarse solo en la repercusión inmediata. Se sabe que incluso 10 años después de haber recibido el maltrato, todavía se sufre y se mantienen daños y secuelas sobre la salud de quienes lo reciben», alerta la estudiosa.