Marta no es su nombre real, pero su historia es verdadera. Tenía 18 años cuando contrajo el VIH (virus de inmunodeficiencia humana, causante del sida) “y una vida muy agitada”, como la de cualquier muchacha de su edad.
“Nunca sentí peligro alguno cerca de mí. Menos me podía imaginar que un día me darían una noticia así”, dijo a SEMlac, recordando su diagnóstico de seropositiva al VIH, casi 10 años después de aquel momento.
Como ella, no pocas cubanas han contraído el virus por una relación de pareja desprotegida e insegura. En su caso, lo oadquirió durante un noviazgo relativamente breve. “Mi vida dio un giro de 180 grados. De momento me afectó muchísimo. De mi primera reacción emergió un sentimiento de impotencia por no poder cambiar las cosas”, cuenta la joven, residente en el municipio del Cerro, en La Habana.
“Todo lo aprendí después. Hasta entonces el sida era apenas eso: cuatro letras y una enfermedad que nada tenía que ver conmigo”, asegura.
Sin respetar edad, raza ni sexo, el sida sigue centrado en la población masculina en esta isla del Caribe. El 81 por ciento de las personas con VIH en Cuba son hombres, fundamentalmente que tienen sexo con otros hombres (HSH), quienes representan el 89 por ciento, según datos oficiales.
Ello no quita, sin embargo, que se haya identificado a las mujeres como un grupo vulnerable y en ascenso sostenido desde 2001, con una incidencia de 19 por ciento entre los más de 14.000 casos reportados desde la detección del primero, en 1985.
Tanto para unos como otras, la vía de transmisión que prevalece es la sexual.
La provincia que más mujeres aporta a las estadísticas es la capital, seguida de Villa Clara, al centro, y Pinar del Río, en el extremo occidental, precisó la master Rebeca Liliana Morales, a inicios de abril, durante el encuentro anual del Grupo de Prevención del sida (GPSIDA).
“Teniendo bien definidas las vías de transmisión y conociendo que todas son prevenibles, constituye un reto para las cubanas hacerle frente a esta situación a través de diversas acciones, principalmente la educación y la prevención”, comentó.
Las mujeres son vulnerables al VIH/sida tanto por factores biológicos y psicológicos, como sociales y epidemiológicos, alertan especialistas.
“Han sido educadas para una sexualidad en función del goce masculino y, por tanto, en la mayoría de los casos, les avergüenza exigir una relación sexual con responsabilidad, pues temen a que se les considere mujeres sin moral. Por ello no exigen ni proponen el uso del condón”, explicó Morales López.
De acuerdo con su práctica en la central provincia de Ciego de Ávila, cree que es posible y necesario “que las mujeres se impliquen, participen y cooperen en la detección de sus necesidades y la búsqueda de soluciones”.
Una experiencia desarrollada con 17 promotoras culturales, en cinco sesiones de trabajo y con énfasis en las experiencias subjetivas y el enfoque comunitario, permitió determinar los factores potenciadores y los de riesgo que vive la población femenina frente al VIH, en esa localidad.
Entre los primeros, destacan la existencia de bibliografía actualizada, las posibilidades de formar promotoras voluntarias y la adecuada preparación de especialistas que abordan las temáticas de prevención del VIH/sida.
En contra tienen la falta de conocimientos de la población femenina, la poca prioridad general que se le concede al tema y el desaprovechamiento de insertarlo sistemáticamente en las actividades culturales de la comunidad.
Sin embargo, “la participación comunitaria en el trabajo de las promotoras culturales da la posibilidad y capacidad de fomentar un análisis crítico y reflexivo”, considera la especialista.
La prevención del VIH en las mujeres adquiere relevancia particular, además, por su capacidad de trasmitir la infección a su descendencia a través del embarazo, el parto o la lactancia materna.
El Programa de Prevención y Control de la Transmisión Vertical, establecido en Cuba desde 1986, ha permitido reducir el número niñas y niños infectados, a niveles similares a los países desarrollados, precisó la doctora Ida González, pediatra del Instituto de Medicina Tropical Pedro Kourí (IPK).
Desde 1997, cada mujer positiva al VIH embarazada, que optó por mantener su embarazo, recibió 600 mg de AZT diarios desde la semana 14 hasta la 38 y desde 2008 todas reciben tratamiento antirretroviral de gran actividad (TARGA), con una combinación de tres o más medicamentos, independientemente de la carga viral y el conteo de células CD4, esenciales en el sistema inmunológico.
A ellas se les practica el alumbramiento por cesárea, reciben AZT endovenoso, se les impide la lactancia materna y los recién nacidos reciben AZT en jarabe durante las primeras seis semanas de nacidos, en dosis precisas cada seis horas, entre otras medidas preventivas.
A los 15 días, a los bebés se les hacen pruebas en papel de filtro para el diagnóstico precoz de infección por VIH y así comenzar con tratamiento, de ser necesario. Las niñas y niños diagnosticados, mayores de un año, reciben TARGA si lo precisan, según su conteo de CD4, carga viral y aparición de enfermedades oportunistas.
Entre enero de 1986 y agosto del pasado año se había reportado 2.552 mujeres seropositivas. De ellas, 398 (15,5%) habían tenido 432 niños. Un total de 27 han parido dos veces y siete han tenido gemelos.
Como resultado, de los 432 nacimientos, 37 niños y niñas fueron infectados por el VIH (8,5%), de los cuales 35 clasificaron con sida, dos son asintomáticos y 11 han fallecido. Actualmente están bajo estudio 76.
“Todavía tenemos que trabajar mucho en la prevención diferenciada, con mujeres y hombres. Por eso estamos formando promotoras y personas con enfoques novedosos, que nos permitan multiplicar los conocimientos”, precisó a SEMlac Nancy Mora, referente de género de GPSIDA.
“Al principio mi novio y yo tuvimos relaciones protegidas, pero luego todo se hizo formal, más estable y dejamos de usar el condón. Yo me sentí confiada y él también. Eso fue un error”, reconoció Marta en su diálogo con SEMlac.
La suya no es una historia aislada. Con años de trabajo en la prevención del sida, la psicóloga Sonia Margarita Salazar asegura que “aunque sintamos que nos hemos emancipado, en el imaginario y la subjetividad reproducimos roles tradicionales que nos perjudican”, sostiene.
“Seguimos siendo pasivas a la hora de asumir la sexualidad y no negociamos el condón. Sexualmente nos mantenemos sometidas al mandato del hombre”, agregó a SEMlac la referente de género de GPSIDA en la región oriental.
La psicóloga trabaja directamente la prevención con mujeres, hombres, jóvenes y familias en la comunidad de Aguas Claras, en Holguín, a unos 770 kilómetros de La Habana. “También hay que prevenir conductas que pueden estar asociadas, como la violencia o el alcoholismo”, estima.
Días antes de hablar con SEMlac, a inicios de abril, en su provincia se habían detectado tres nuevos casos de sida en una semana: dos fueron mujeres. “La mayoría son jóvenes, menores de 40 años”, describe la también presidenta de la Cátedra provincial de Sexualidad, adscrita al Centro Nacional de Educación Sexual (Cenesex).
A Salazar le preocupa, “sobre todo, lo que no se sabe”, incluidas las mujeres sin diagnosticar. “Muchas se sienten seguras con sus relaciones estables, sin pensar que también están bajo riesgo. Sus parejas, sea por prácticas bisexuales o de sexo no seguro, las pueden contagiar”, asegura.
Abril de 2011