Madres sin trono

Problemas asociados a la capacidad reproductiva, el embarazo y el parto suelen estar entre las principales y más conocidas afectaciones de salud de muchas mujeres, coinciden investigaciones. A juicio de especialistas, además de mirar con lupa los diferentes aspectos involucrados en la mortalidad materna, cada vez es más necesario visibilizar también los costos que el mito de “ser mujer es igual a ser madre” trae para esa parte de la población femenina que no quiere –o no puede- tener hijos.

Para Dayana Ramírez, por ejemplo, la decisión de no ser madre, pese a estar respaldada por trastornos de salud, le ha traído dos divorcios y casi tres años de visita a una consulta de psiquiatría.

“Nací con una cardiopatía y tuve dos operaciones cuando era niña. Los médicos me advirtieron siempre que, para tener hijos, tendría que someterme a otros procedimientos complicados y probablemente hacer reposo durante todo el embarazo”, contó a SEMlac esta economista de 33 años, residente en La Habana.

Tras muchos debates familiares, Ramírez decidió no arriesgarse y comenzó a organizar su vida sin pensar en la maternidad. Se casó por primera vez a los 22 años, mientras cursaba la universidad. Estaba muy enamorada y su novio tampoco quería ser padre, así que creyó haber encontrado su “historia feliz”.

“Vivimos casi cinco años espectaculares, hasta que él conoció a otra muchacha que, enseguida, salió embarazada. Me dijo que se le había despertado el reloj biológico y que, realmente, ya no estaba feliz con la idea de no tener hijos”, recordó Ramírez.

Algo similar pasó con su segunda pareja que, aunque ya tenía una niña de un matrimonio anterior, enseguida comenzó a presionarla para intentar el embarazo.

“Dos años estuve en medio de una pelea permanente porque él decía que yo no ponía de mi parte, que la ciencia estaba muy avanzada y no entendía cómo yo no me sentía incompleta sin hijos”, detalló.

A Ramírez le costó mucho volver a reconciliarse con su plan original de no exponerse a un embarazo de mucho riesgo. Hoy agradece el apoyo de sus padres y su terapeuta, pero se pregunta si está condenada a vivir sin una pareja estable.

Para la doctora Beatriz Torres, psicóloga y sexóloga, vincular siempre a las mujeres con el hecho de ser madres y responsables de la familia “impacta en su salud durante prácticamente toda su vida, aunque de maneras diferentes”, explica a SEMlac.

“Se trata de una asignación de roles que viene de la sociedad primitiva y está muy asociada a la carga reproductiva y a esa reducción biologicista que habla de la existencia de un ‘instinto maternal’”, afirma la antropóloga Leticia Artiles.

Pero el hecho de que solo las mujeres “tengan la posibilidad biológica de parir, no quiere decir que todo lo reproductivo les toque luego. Lo más terrible de esa idea del instinto maternal es que ya estás presuponiendo que esa distribución no puede ser diferente”, precisó Artiles.

“Las prácticas de crianza y protección de los hijos, promoción de su salud y cuidado cuando enferman son, según la división sexual del trabajo, labores de mujeres que el encargo social ha perpetuado a lo largo del tiempo”, detalla la psicóloga mexicana María Montiel Carbajal en su artículo “La conformación psicosocial del maternaje y su impacto en la salud de la familia”.

Y justo ese maternaje, que Montiel describe como “la conformación psicosocial del rol materno o ejercicio de la crianza”, sitúa a las mujeres como cuidadoras por excelencia, lo cual repercute en su salud y calidad de vida.

Esos roles tradicionales aprendidos no solo recargan la salud femenina en el aspecto físico, sino que las impactan psicológicamente e inciden negativamente en su autocuidado, su vida sexual y personal, sostienen especialistas.

“El asunto se complica cuando las mujeres son sancionadas y enjuiciadas desde lo que se espera de ellas: que sean, ante todo, buenas madres”, explica Torres.

Cuando se apuesta por la maternidad

Otras mujeres, que sí apuestan por la maternidad, asumen entonces otros riesgos, que si bien se han ido reduciendo aún conllevan no pocos motivos de preocupación. Aunque la mortalidad materna en Cuba, por ejemplo, muestra una tendencia a la baja, especialistas advierten que todavía no es un problema totalmente resuelto en el país.

Niley Bárzaga, ingeniera informática de la provincia de Mayabeque, a menos de 100 kilómetros de La Habana, lo sabe muy bien. En las primeras semanas de su embarazo fue diagnosticada con anemia y le recomendaron reforzar su dieta.

“Como tenía muchas náuseas y vómitos, los primeros meses me alimenté a base de helados, batidos y yogurt, que era lo que mejor toleraba. Y fue peor el remedio que la enfermedad”, narró a SEMlac.

Bárzaga pasó los tres meses previos al parto con diabetes gestacional y finalmente su bebé nació tras una intervención quirúrgica (cesárea) de urgencia. Luego pasó varias semanas ingresada, con una severa infección.

“En vez de disfrutar los primeros días de mi hijo, los pasé en terapia, llena de agujas y con muchos dolores”, contó.

Al cierre de 2019, la mortalidad materna total en Cuba fue de 37,4 fallecimientos de mujeres por cada 100.000 bebés nacidos, frente a 43,8 en 2018. En números enteros, el dato representa 10 defunciones menos.

A diferencia de momentos anteriores, el año pasado se redujo tanto la mortalidad materna directa (de 27,5 por cada 100.000 nacimientos a 23,7) como la indirecta (de 16.3 a 13.7).

Como su nombre lo indica, el primer indicador está relacionado con el embarazo, el parto y el puerperio, mientras el segundo se asocia a causas como las enfermedades del sistema circulatorio o respiratorio, la anemia, infecciones y otros padecimientos menos frecuentes.

“Actualmente, las principales causas de muertes maternas directas son la sepsis puerperal y los fenómenos tromboembólicos”, detalló a SEMlac el doctor Roberto Álvarez Fumero, especialista en salud materno infantil.

Para este médico, quien se desempeñó hasta hace poco como director del Programa de Atención Materno Infantil (PAMI), resulta muy significativo que en 2019 no se reportaran muertes maternas por hemorragia posparto, un problema persistente en muchos países y del cual Cuba no estuvo al margen.

En mayo de 2018, la doctora Mercedes Piloto, especialista en Ginecobstetricia del PAMI, reconocía al diario Granma que en los cinco años previos la hemorragia relacionada con el parto aportaba aún entre 4 y 9 por ciento del total de las muertes maternas.

“Haber superado esta causa se muerte responde a la intensa preparación en la actuación ante la hemorragia obstétrica que se ha llevado a los equipos de guardia de todas las maternidades provinciales del país”, explicó el experto.

Esta estrategia, también conocida como Código Rojo, consiste en el tratamiento del shock hemorrágico bajo principios de optimización del tiempo, reposición adecuada del volumen sanguíneo y trabajo coordinado en equipo. En Cuba fue introducida a partir de una alianza entre el Ministerio de Salud Pública y el Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA).

Sin embargo, es apenas un paso. A juicio de especialistas, existen dos medidas efectivas que pueden reducir la ocurrencia de hemorragia y una de ellas es la prevención de la anemia antes del embarazo, para evitar casos como el de Bárzaga u otros más complicados y fatales.

Esa situación apunta directamente a la necesidad de fortalecer el programa materno desde la prevención, asegurando la educación en materia de salud sexual y reproductiva, sobre todo en la adolescencia, grupo que aporta muchos de los casos de complicaciones durante el parto.

Se trata de promover la preparación antes de decidir el embarazo, para ganar en la responsabilidad individual ante el cuidado de la salud sexual y reproductiva, opina Álvarez Fumero.

Pero también de modificar hábitos de vida y nutrición asociados a mitos muy arraigados en la sociedad cubana, como aquel que dicta que la futura mamá debe “comer por dos”, cuando en realidad se trata de “comer para dos’”.

Igualmente, implica erradicar hábitos como fumar o ingerir alcohol durante el embarazo y tomar con regularidad suplementos de vitaminas y minerales.

Por su parte, el doctor Andrés Breto, presidente de la Sociedad Cubana de Obstetricia y Ginecología (SCOG), identifica como otro desafío el desarrollo de un programa para promover partos respetuosos, que contribuya a erradicar manifestaciones de la llamada violencia obstétrica, según precisó en su intervención durante el XVII Congreso de la Sociedad, en junio de 2019.

“Es muy importante realizar una fuerte labor educativa con todos los profesionales de la salud, pero también con las familias y la población en general”, precisó Álvarez Fumero.

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