“Mis abuelos murieron de tuberculosis. Recuerdo que, cuando la noticia se expandió por el barrio, algunos vecinos dejaron de ir a visitarnos. Yo era pequeña, no entendía mucho lo que sucedía, pero sí sentí que lo que tenían era algo muy malo”, cuenta Rosa Góngora, con cierto pesar.
Con 61 años, esta cubana recuerda cómo, en un momento impreciso de su infancia, la comenzaron a alejar de aquellos dos seres tan queridos que le leyeron sus primeros cuentos, en particular de su abuela, quien le cepillaba el cabello y le tejía las trenzas. “Cada vez los mentaban menos, hasta que nos golpeó la noticia de su muerte, separada una de otra por apenas unos meses. Ese mal siempre ha sido un fantasma”, dice.
Hace 128 años que el científico alemán Roberto Koch descubrió el agente causal de la tuberculosis (TB), un mal que había asolado a la humanidad desde el inicio de los tiempos. Pasado más de un siglo, Cuba, con una baja tasa, persigue eliminarla totalmente entre su población de 11,2 millones de habitantes.
La atención a esta dolencia en la isla tiene una historia larga. Apenas ocho años después del descubrimiento del bacilo, comenzó a funcionar en Santiago de Cuba, unos 900 kilómetros al este de La Habana, la primera liga antituberculosa, señala Gregorio Delgado, de la Oficina de Historia del Ministerio de Salud Pública.
La TB, reflejada e identificada en la literatura, la televisión y el cine con una tos persistente y manchas de sangre en el pañuelo, es una enfermedad infectocontagiosa que se propaga por el aire. Su fuente son las personas aquejadas de tuberculosis pulmonar.
Históricamente rodeada de prejuicios y discriminación, la dolencia se transmite cuando la persona enferma habla, tose, estornuda o expectora, al expulsar al aire las micobacterias tuberculosas que son inhaladas por alguien sano.
Entre los factores de riesgo están la infección por el VIH/sida; niños menores de cinco años y ancianos, alcoholismo, drogadicción, malas condiciones de vivienda: humedad, hacinamiento y poca ventilación, malnutrición, reclusión y tabaquismo.
Los expertos recomiendan acudir al médico sin demora ante una tos persistente (por más de dos semanas), expectoración a veces con sangre, fiebre, falta de apetito, cansancio, pérdida de peso y sudoración nocturna.
En la isla, la enfermedad está bajo control, aunque existen zonas donde las autoridades consideran preciso acentuar la búsqueda de casos, debido al incremento de enfermos.
“Los municipios de alto riesgo son aquellos donde se concentra el mayor número de casos, con asentamientos críticos y hacinamiento, por lo que la transmisión es mucho mayor”, declaró a SEMlac el doctor Antonio Marrero Figueroa, del Grupo Nacional de Enfermedades Respiratorias del Ministerio de Salud Pública.
En ellos, explicó el experto, el Programa Nacional de Control de la Tuberculosis trabaja de forma diferenciada y priorizada. Allí la pesquisa tiene que ser mucho más activa para obtener rápidamente el diagnóstico y reducir la transmisión.
Marzo de 2010