Escuelas con igualdad protegen la salud

Las conductas de niñas y niños en escuelas primarias de Cuba suelen reproducir patrones sexistas que pueden afectar su desarrollo, e incluso su salud, coinciden investigaciones recientes.

Entre estudiantes, pero también entre docentes, «suelen encontrarse creencias de que el sexo pre establece diferencias de comportamientos para hombres y mujeres», explicó a SEMlac la doctora en Ciencias de la Comunicación, Tania del Pino, de la Universidad de La Habana.
Para su tesis doctoral «Comunicación educativa para la construcción de género saludable en el entorno escolar», Del Pino indagó entre estudiantes y maestros de dos escuelas primarias: una en el capitalino municipio de Boyeros y otra en Cumanayagua, localidad montañosa de Cienfuegos, a poco más de 250 kilómetros de La Habana.
Y aunque la comunicadora encontró algunas diferencias en la manera en que se organizaban los procesos docentes y educativos, no halló divergencias en cuanto a la presencia de estereotipos de género.
En ambos centros predominó «la idea de que las niñas y mujeres deben esforzarse por ser atractivas, lo que trae comportamientos femeninos muy artificiales que, en ocasiones, estimulan una erotización prematura», detalló la profesora de la Facultad de Comunicación del centro de altos estudios capitalino.
Igualmente, la comunicadora constató que en ambas escuelas se asignaba regularmente a las niñas tareas que reproducen «roles de género tradicionales, como vigilar la disciplina, ordenar el aula, ayudar a estudiantes con dificultades o cuidar a hijas e hijos de maestras». No ocurría así con los estudiantes varones.
Del Pino también encontró diferencias en el tratamiento de los personajes femeninos y masculinos de la historia patria.
«Las figuras masculinas se describen más como valientes, inteligentes y autores de grandes hazañas; mientras que de las femeninas se habla menos y muchas veces son presentadas como esposas o madres de héroes, sin que se reflexione lo suficiente sobre otros valores, virtudes o condiciones que reúnen», agregó durante su defensa de la investigación, a inicios de 2018.
Para ella, estas diferencias en la educación pueden llevar a comportamientos que afectan la salud de manera directa, como es el caso de la violencia y el acoso escolar; o de manera indirecta, cuando se refuerzan patrones como que el cuidado es una responsabilidad de las mujeres.
Identificados como problemas relacionados con la salud, el embarazo adolescente, el bullying o acoso escolar o el incremento de las infecciones de transmisión sexual, por solo poner algunos ejemplos, son fenómenos presentes hoy en toda Cuba.
Con diferentes intensidades de acuerdo a la zona geográfica en que ocurren y a su comportamiento en relación con la edad, casi todos esos asuntos tienen su origen en la educación tradicional sostenida sobre patrones muy machistas.
La doctora Yoanka Rodney coincide con Del Pino y, además, identifica a la educación sexista como un caldo de cultivo para la ocurrencia de violencia en los entornos escolares.
«En el interior de los centros escolares, niños, niñas, adolescentes y jóvenes presionan a diversos coetáneos para hacerles respetar valores culturales y prácticas sociales que definen lo que significa ser masculino o femenino», afirmó la pedagoga en su artículo «Acoso escolar homofóbico: rompiendo el silencio», escrito junto a la también doctora Mirtha García Leyva.
Publicado por SEMlac, el texto resume un estudio realizado a finales de 2015 por la Universidad de Ciencias Pedagógicas Enrique José Varona, en colaboración con la UNESCO, en varias instituciones educativas cubanas.
Entrevistas con 150 estudiantes de todos los niveles educativos de dos municipios capitalinos de Marianao y Boyeros permitieron confirmar que «el acoso entre escolares dentro y fuera de la escuela es un fenómeno común que afecta a las instituciones educativas», y es cada vez más visible.
La violencia escolar nace del uso inadecuado de poder que puede o ejerce cualquier miembro de la comunidad educativa, aseveró Rodney a SEMlac en una entrevista el pasado noviembre.
Ese uso inadecuado del poder «afecta la dinámica escolar, transgrede los derechos de las víctimas, provoca daños a personas y bienes materiales, y atenta contra el desarrollo de la personalidad del estudiantado», abundaron Rodney y García en el artículo «Políticas públicas sobre violencia escolar en Cuba: entre lo jurídico y la realidad», publicado en 2015 en la revista Sexología y Sociedad.
Otra maestra de experiencia, Anaberta Méndez, jubilada de la enseñanza primaria del municipio habanero de Arroyo Naranjo, asegura que lo que se enseña en estas edades suele permanecer por mucho tiempo en los comportamientos de niñas y niños.
«Sean temas de valores o simplemente académicos, estas son las edades en que se fijan las conductas. Y ocurre sobre todo a través de ejemplos, imágenes y mucha imitación, por lo cual es muy importante ver cómo se diseñan los programas docentes y qué se muestra para reforzarlos», explicó a SEMlac.
«En nuestros libros de texto y en las conductas cotidianas de maestros y trabajadores de las escuelas, hay violencia y eso lo están aprendiendo los estudiantes», precisó Méndez.

Educar en género para cuidar la salud
Tanto los estudios de género como las investigaciones sobre los procesos de salud han demostrado que las mujeres y los hombres tienen diferentes maneras de enfermar y hasta de morir.
«La salud de mujeres y hombres es diferente y desigual», afirmó el doctor Pedro Luis Veliz Martínez, director del Consejo Nacional de Sociedades Científicas de la Salud (CNSCS), durante un panel dedicado a la salud en la VI Conferencia Internacional de Género y Derecho, realizada en 2016.
Para este experto, múltiples factores biológicos se manifiestan de forma diferente para cada sexo; pero hay otros, vinculados a patrones y estereotipos sociales o culturales, que influyen «de manera injusta» en la salud de las personas.
Veliz sostiene que mirar desde un enfoque de género a los procesos de salud permite responder a interrogantes como por qué los varones llegan a los servicios con cuadros patológicos más avanzados, complejizando su pronóstico y elevando la mortalidad.
O también, por qué en Cuba la sobrevida de las mujeres al final de la vida es menor de lo que se esperaría, según los comportamientos de otros países con indicadores similares.
«Se puede decir que resultados de estudios diversos apuntan a que, aunque las mujeres viven más, también enferman más y están más discapacitadas, lo cual guarda relación con el modelo de feminidad que las sobrecarga y las hace cuidar del resto de las personas», explicó Del Pino a este servicio.
Mientras, «los hombres mueren más prematuramente, en correspondencia con un modelo de masculinidad que los presenta como omnipotentes, responsables de la sustentación de la familia, y los expone a mayores riesgos», agregó.
Su investigación doctoral no solo apunta directamente a causas fundamentales que originan estas problemáticas, sino que articula una propuesta que puede colaborar en su atención y prevención desde la educación.
En esencia, Del Pino propone un proceso de construcción de género más saludable desde la escuela, donde no se refuercen «representaciones de género sexistas, discriminatorias o heteronormativas».
En esa misma línea, Rodney cree que cualquier espacio educativo debe «satisfacer las necesidades de conocimiento que tienen niñas, adolescentes y jóvenes, los cuales constituyen aprendizajes para la vida», pero fomentando aquellos contenidos «que aseguren la igualdad de género y se traduzcan en un cambio en las actitudes hacia todas las formas de violencia».
Para Méndez, en tanto, un buen primer paso sería enseñar a niñas y niños lo importarte de cuidar su propia salud, «porque eso puede ayudar a desarrollar la autoestima y personalidades más independientes».
Fiel a su formación de comunicadora, para Del Pino, además, un elemento clave es que esos procesos docentes sean menos «encartonados», más democráticos y participativos y ocurran, también, fuera de las aulas.

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