Embarazo adolescente: alertas encendidas

Zulema Antón no quiere reencontrarse con sus antiguas amigas de la escuela secundaria. Hace ya dos cursos separaron sus caminos y ahora se andan buscando para aprovechar estas vacaciones de verano y «ponerse al día» sobre sus vidas. Pero la muchacha, con 17 años recién cumplidos, no quiere apuntarse al plan.

«Es difícil sentarse con las muchachitas y oírlas hablar de las clases terminadas, las asignaturas que les dieron problemas, los novios o los paseos que planifican para agosto. Y si Raulito se pone majadero, entonces ni eso puedo escuchar», contó a SEMlac.

Para esta adolescente del capitalino municipio del Cerro, todo se hace más difícil. Raulito es su hijo y está a punto de cumplir tres años. El pequeño vino al mundo cuando su mamá terminaba la secundaria básica, en junio de 2010, y todavía no había tenido su fiesta de 15 años.

«Finalmente nunca los celebré. Fuimos dejando la fiesta para después, primero porque con la barriga no me entraba ningún vestido, después porque tuve un parto muy malo y luego porque con el bebé dando guerra ya no tenía ganas ni de bailar», confesó mientras acariciaba la cabeza de su pequeño.

Sin alcanzar aún las cifras de la pasada década del ochenta, cuando se producían más de 70 nacimientos por cada mil mujeres de entre 15 y 19 años, y alrededor de la cuarta parte de la fecundidad del país se concentraba en esas edades, el embarazo en la adolescencia vuelve a posicionarse en Cuba como un bombillo rojo que atrae la atención de investigadores y especialistas de disciplinas diversas.
Incluso, la situación fue identificada entre los retos urgentes que enfrenta la isla durante las sesiones científicas convocadas con motivo del Día Mundial de la Población, el pasado 11 de julio, dedicado este año al acceso universal a la salud reproductiva.
Actualmente, «buena parte de las mujeres cubanas tiene sus hijos entre los 20 y los 24 años, pues una combinación de voluntad política y educación logró disminuir el embarazo en la adolescencia de los altos niveles de fines de los años 80, pero el tema no está resuelto», explicó la doctora Grisell Rodríguez Gómez, investigadora del Centro de Estudios Demográficos (CEDEM), durante un curso de capacitación para periodistas convocado por el Instituto Internacional de Periodismo «José Martí», con apoyo del UNFPA, en junio último.
Efectivamente, desde 2000 la tasa de la también llamada fecundidad temprana había descendido a 49,6 nacimientos por cada mil mujeres entre 15 y 19 años.
Pero investigadores como Humberto González Galván alertaban a inicios del actual siglo que ese descenso significativo de las cifras respondía más a una disminución de la población de esas edades que a una caída real de los niveles de embarazo.
La evolución del indicador confirma la hipótesis de González Galván, en aquel momento especialista de la Oficina Nacional de Estadísticas, en su tesis doctoral «Aspectos teóricos para el estudio sociodemográfico del embarazo adolescente».
Según la más reciente edición del Anuario Demográfico de Cuba, a fines de 2011 la tasa específica de fecundidad para el citado grupo de edades fue de 57,3 nacimientos por cada mil mujeres.
Pero entre 2007 y 2010 la cifra creció de 43,4 a 55,4, con lo cual se confirma que «los embarazos de madres adolescentes están aumentando en números absolutos y eso es un tema al que hay que volver a prestarle atención en términos de política», aseveró Rodríguez Gómez a SEMlac.
Datos del Ministerio de Salud Pública (MINSAP) refieren que uno de cada cuatro abortos que se registran en el país tiene lugar en mujeres menores de 20 años, en una proporción similar a la de todos los nacimientos vivos que ocurren entre las adolescentes, con lo cual las cifras de embarazo crecen.
A fines de 2011 el tema fue objeto de debate durante la sesión ordinaria de la Asamblea Nacional del Poder Popular (Parlamento) correspondiente al cierre de ese año.
Entonces el doctor Julio Álvarez Fumero, director del Programa de atención a la madre y el niño del MINSAP, mencionaba entre los factores relativos al embarazo adolescente la falta de información sobre métodos anticonceptivos, la diferencia de edades en las relaciones sexuales, los abusos sexuales, la violencia contra la mujer y el ambiente en la infancia, entre otros factores que incluyen problemas socio económicos.

Impactos ocultos 

Para Antón la vida se ha complicado no solo por la carga extra de quehaceres domésticos que acompañaron la llegada de un hijo, sino porque ella también atravesó por trastornos psicológicos de los que aún le quedan huellas.
«Al principio no quería atender al niño y tampoco que nadie me viera. Me daba vergüenza ser madre tan joven y además, ser madre soltera, porque el papá se fue para Holguín (provincia oriental cubana a unos 700 kilómetros de La Habana), y nunca más lo he visto», dice.
Ahora se debate entre el cariño que siente por el pequeño y un sentimiento de culpa «porque a veces pienso que es por su causa que no puedo hacer una vida normal como otras muchachas de mi edad».
Para la experta sicóloga Ofelia Bravo, el principal impacto de una gestación temprana para la salud podría estar en el terreno psicológico, lo cual podría acumularse a largo plazo.
«El de madre y padre es un rol de adultos y el hecho de gestar y parir no hace que puedan obviarse los períodos de maduración de la personalidad del ser humano», explicó Bravo durante las sesiones del VI Congreso cubano de educación, orientación y terapia sexual, en enero pasado.
Según esta especialista, «la madre adolescente no tiene un orden de valores que le permita priorizar problemas o soluciones; por lo cual, si logra cuidar bien a su hijo se sentirá satisfecha, pero a nivel individual tendrá añoranza de hacer lo mismo que una adolescente sin hijos».

En busca de una respuesta perdida

Las investigaciones revelan otra contradicción alrededor del tema: en la isla existe una brecha creciente entre los conocimientos que tienen los adolescentes y la manera en que llevan esas informaciones a su práctica cotidiana.
Expertas cubanas coinciden en que adolescentes y jóvenes suelen estar al tanto de temas como anticonceptivos, embarazo temprano o, incluso, infecciones de transmisión sexual, pero muestran una gran incapacidad a la hora de actuar consecuentemente con ese nivel de información.
«El nivel de información es amplio por los medios de difusión y programas educativos. El asunto no es que llegue la información, sino lo que incorporan finalmente de ella», explicó la psicóloga Livia Quintana, del Centro Nacional de Educación Sexual (Cenesex), en la jornada por el Día Mundial de Población, celebrada el 11 de julio en la Escuela Nacional de Salud Pública (ENSAP), en La Habana.
Según la doctora Luisa Álvarez, especialista del Instituto Nacional de Endocrinología, en el perfil del embarazo adolescente impactan también las relaciones familiares donde predominan la incomunicación y la imposición de deberes y normas por parte de los padres, en detrimento de la conversación y las estrategias de negociación; además de la poca preparación para el momento de la iniciación sexual.
En Cuba las relaciones sexuales se inician como promedio a los 15 años y se evidencia poca preparación de la población adolescente acerca de qué puede esperar de ese momento en relación con las consecuencias biológicas y psicológicas que de él se derivan, explicó a SEMlac la experta.
Las muchachas suelen ver «los 15 años» como la meta para comenzar las relaciones sexuales, aunque pueden tener su primera experiencia antes, sobre todo bajo la presión del grupo de amigas y amigos, apunta un estudio realizado por Álvarez junto al doctor Nelli Salomón Avich, médico del Hogar Materno Indira Gandhi, del municipio de 10 de Octubre, en la capital cubana.
Los resultados de un sondeo periodístico realizado este año por la revista Muchacha entre 30 adolescentes de 14 a 19 años estuvieron en la misma línea de los obtenidos por estos especialistas.
«Si bien casi la totalidad de las y los entrevistados conoce de la existencia de anticonceptivos, la mayoría opta por sostener relaciones sexuales inseguras y solo lo concientizan cuando se practican una regulación menstrual o un aborto. A veces ni tan siquiera esta experiencia marca el inicio de la anticoncepción», explican en su artículo las periodistas Igrim Castillo y Lirians Gordillo.
La investigación de las colegas también detectó la «pervivencia de estereotipos respecto al papel que juegan las y los adolescentes en la negociación de métodos anticonceptivos, la primera relación sexual, la responsabilidad de los varones ante un embarazo no deseado y el cambio frecuente de pareja, entre otros temas».
El asunto se complica, según la doctora Álvarez, pues muchachas y muchachos suelen enfrentarse a sus relaciones sexuales y de pareja sin responsabilidad y con poca preparación, sobre todo por una evidente incomunicación con la familia.
A juicio de Quintana, la solución pasa, en primer lugar, «por insistir en la educación, pero partiendo de identificar realmente qué necesitan conocer y profundizar en estas edades.»

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