Camina despacio por la calle San Pedro, en La Habana. Su cara, casi de niña, tiene ojos alegres. Sin embargo, algo en su cuerpo parece anacrónico, como en esos juegos donde es preciso hallar los detalles que no se corresponden con la época: su embarazo.
Yaneisy Ojeda tiene 16 años. Cuando sus coetáneos están de vacaciones y suelen divertirse juntos, su paseo es hacia el consultorio médico donde la espera su ginecóloga: será mamá días antes de cumplir los 17 años.
Sus comentarios se parecen a los de otras muchachas de su edad: “no lo esperaba, ciertamente no es lo que querían mis padres para mí, ni yo misma, pero sucedió. Ahora, a ver cómo sale todo”.
Especialistas alertan que, sin llegar a los altos niveles de la década de los ochenta, el embarazo en la adolescencia regresa cíclicamente y requiere de la atención urgente de la salud pública.
“En Cuba, buena parte de las mujeres tiene sus hijos entre los 20 y los 24 años. En los ochenta, alrededor de la cuarta parte de la fecundidad se concentraba entre los 15 y 19 años. Con política, educación e intenciones, se logró disminuir”, comenta a SEMlac Grisell Rodríguez, investigadora del Centro de Estudios Demográficos (CEDEM).
Pero, después de esa reducción, las cifras han comenzado a alarmar a los especialistas por lo que representa en la vida de esas jóvenes, generalmente no preparadas ni física ni psicológicamente para la maternidad.
El Anuario Demográfico 2010, de la Oficina Nacional de Estadísticas reporta 19.357 nacimientos en muchachas entre 15 y 19 años, de un total de 127.746. Se produjeron, además, 361 embarazos en menores de 15.
“Entre 2007 y 2010 han subido de 43,4 a 55,4 los nacimientos por cada 1.000 mujeres en esas edades.
sto está diciéndonos que los embarazos de madres adolescentes están aumentando en números absolutos y eso es un tema al que hay que volver a prestarle atención en términos de política”, comenta Rodríguez.
En el caso cubano, esta realidad resulta contradictoria. Los condones y las píldoras están al alcance de todas las personas a precios muy módicos, acompañados de campañas que promueven su uso, y funcionan las consultas de planificación familiar gratuitas. Sin embargo, las cifras crecen.
“En mi opinión hay que insistir en la educación, porque los servicios están disponibles. Debe trabajarse la educación, desde la familia, la escuela y otros sectores, elementos que en los últimos tiempos no han impactado como desearíamos”, considera la psicóloga Rodríguez.
Embarazos jóvenes en la fecundidad cubana
A partir de la década del noventa del siglo XX, los nacimientos en Cuba mostraron una tendencia al descenso, situación que alcanzó su nivel más bajo en 2006 cuando solo se produjeron 111.323 nacimientos.
El mantenimiento de la fecundidad en niveles bajos —1,69 hijos por mujer—, por un período prolongado, provoca un aumento en la proporción de personas de 60 años y más con respecto al total de la población, proceso conocido como envejecimiento poblacional, advierten expertos.
Una de las interrogantes en torno a la maternidad adolescente es si ese incremento puede tener un impacto positivo en la fecundidad de la isla, realmente muy baja: al cierre de 2010 se registró una Tasa Global de Fecundidad (TGF) de 1,69 hijos por cada mujer.
Sin embargo, ese nivel es uno de los más altos en 20 años —desde hace tres décadas las cubanas no cubren el nivel de reemplazo poblacional: al menos una hija por mujer, el real es de 0,8— y se ha acentuado la expectativa de familia pequeña, dentro de un patrón que los expertos consideran no cambiará.
De acuerdo con Rodríguez, no es posible afirmar que el embarazo temprano puede cambiar el patrón de fecundidad de la isla.
“En los años ochenta, cuando la fecundidad adolescente era alta, la fecundidad general era igualmente baja y no se alcanzaba el nivel de reemplazo. Las muchachas tenían un hijo y luego no llegaban al segundo. Algunas esperaban tanto que se quedaban solo con el de la adolescencia”, explica.
Amarilys Suárez tuvo su hijo a los 17 años. Hoy, él tiene 15 y ella, todavía en edad para volver a procrear, no se decide. “¿Empezar de nuevo, ahora que he conseguido enderezar un poco mi vida, encontrar una pareja que ha acogido a David como si fuera hijo suyo? Quisiera, pero sencillamente, no me atrevo”.
“La fecundidad cubana tiene este nivel y es un logro, porque los procesos de transición demográficas son los pasos o las intenciones de las políticas sociales para que las personas regulen su fecundidad”, declaró a SEMlac la doctora María Elena Benítez, del CEDEM.
“Desde antes de 1950, se ha convertido en un patrón la familia pequeña, con pocos hijos. No se puede pensar que ni con la fecundidad adolescente va a repuntar, estos son nuestros niveles”, agregó.
A juicio de Rodríguez, “tampoco desde el punto de vista social sería beneficioso apostar por el embarazo joven. Dado el elevado envejecimiento poblacional, el país necesita que los jóvenes contribuyan desde la economía. Con un hijo estarían tronchando una parte de su vida”.
En un embarazo adolescente, apunta Benítez, la muchacha se ve obligada a abandonar los estudios. Luego, sus posibilidades de empleo pueden verse reducidas porque no tiene calificación, sobre todo cuando el país está optando por la reducción del número de empleos estatales.
Hijos no deseados y aborto
Además de los múltiples riesgos que implica el embarazo adolescente —bajo peso y complicaciones maternas y neonatales, fundamentalmente—, existe un hecho generalizado: no son hijos deseados y con frecuencia conducen a una disyuntiva de riesgo: tenerlo o abortarlo.
No hay que ir lejos a buscar las causas. El estudio “Embarazo en la adolescencia. Intervención educativa”, realizado por especialistas de la oriental provincia de Camagüey, indican que cerca del 50 por ciento de las adolescentes entre 15 y 19 años tienen una vida sexual activa y que existe un incremento de 10 por ciento anual de mujeres con relaciones sexuales a partir de los 12 años.
Los resultados de las investigaciones señalan que si bien 98-99 por ciento de los jóvenes tienen un conocimiento general sobre la utilización de la anticoncepción, no hay un uso continuo de estos métodos y no pocos (entre 25-30 por ciento) llegan a su primera relación sexual sin protección.
Para Rodríguez, “esto está muy vinculado a las tasas de aborto —todos hospitalarios y legales— que se mantienen altas, sobre todo en adolescentes, lo que significa que no se trabajan lo suficiente desde la familia y las instituciones”.
El aborto es legal en Cuba desde 1965, como un derecho de la mujer. La norma respectiva establece como período máximo para realizarlo la décima semana de embarazo y, a partir de ese momento, sólo se hace por razones de salud.
Expertos aseveran que en la isla, uno de cada cuatro abortos tiene lugar en mujeres menores de 20 años, en una proporción similar a la de todos los nacimientos vivos que ocurren entre las adolescentes.
Expertos en familia y adolescencia consideran importante que las parejas tengan los hijos que realmente desean, en el momento que lo desean, de manera planificada, pues las investigaciones arrojan que no hay un proceso de toma de decisiones estructurado a la hora de tener hijos.
En su investigación “Rol del adolescente varón en la anticoncepción”, la doctora cubana Laura Alvaré Alvaré, especialista en adolescencia, señala que, en la mayoría de los casos, los jóvenes varones usan el condón como prevención de las infecciones de transmisión sexual y no como método anticonceptivo.