La profesión de vinatera, que ejerce desde hace casi 10 años, ha supuesto para Liudmila Valdés García la combinación de varias circunstancias: el abandono de su profesión original, una historia de amor, la mejoría económica y la decisión de abrirse camino para poder ayudar a otras mujeres.
Graduada en 2008 como chef de cocina, esta cubana de la ciudad de Santa Clara, a unos 300 kilómetros de La Habana, trabajó entre ollas, cuchillos y sartenes hasta 2015, cuando conoció a Orlando Moreno, su actual pareja, y descubrió el mundo de los vinos.
Ambos son socios de la pequeña empresa privada RegaleVino, la número 86 aprobada en Cuba, en diciembre de 2021, cuando se comenzaban a multiplicar ese tipo de negocios a partir del Decreto Ley 46, de agosto de ese mismo año.
Para esta emprendedora, la primera decisión fue romper casi completamente con lo que había sido su vida hasta entonces.
“Es muy difícil tener una familia mientras se trabaja como chef. Llegas a las dos de la madrugada del trabajo, cansada, no puedes salir, ir a un teatro… No tuve pareja mientras trabajé en la cocina”, reconoce.
Justo cuando Liudmila conoció a Orlando, recibía en paralelo una buena propuesta de trabajo: un chef dominicano le ofreció un puesto en el Hotel Inglaterra, en La Habana. “Le dije que no. Había conocido una persona que me entendía y me daba la paz que necesito, pese a ser más joven que yo”, dice en referencia a su esposo, a quien supera en 15 años de edad.
Solo ocho meses estuvo Valdés García en su primer empleo, al graduarse de chef. Ese breve tiempo en la gastronomía estatal le confirmó que aquello no era lo suyo.
“Cuando me gradué trabajé con un restaurante, aquí en Santa Clara, pero enseguida pasé a la gastronomía privada porque la estatal es fatal. La otra también, a veces; pero al menos en una cocina privada, como chef, podía poner mis normas, elegir la materia prima e incluso decirle al dueño: `no, con esto no te voy a trabajar, no tiene calidad´”.
De chef a vinatera
En Cuba hay buenos productores de vinos, incluso muchas mujeres, asegura Valdés García. “Tenemos ingenieras químicas de la primera graduación de la Universidad Central de Las Villas, con más de 80 años, que aún hacen vinos y vermú. Son espectaculares”.
Orlando también hacía vinos desde muy joven. Al principio fue una opción de ayuda económica, aparte del salario. “No estábamos institucionalizados ni éramos trabajadores por cuenta propia. Cada uno tenía su trabajo y, además, hacíamos vino, como parte del Club de Vinicultores”.
Luego ella empezó a entusiasmarlo con la idea de una vinicultura diferente, mezclar flores con frutas, probar otras variedades e incluso crecer en el número de envases.
“Finalmente decidimos crear la empresa. Dimos el paso con un capital muy pequeño, de nuestros propios salarios. Pero, como decía Orlando, mejor tener un plan malo que ninguno”, explica.
Liudmila y Orlando son los únicos socios de la pequeña empresa. “Todavía no hemos contratado otros trabajadores. Incluso, a veces no cobramos salario, sólo nos repartimos utilidades. Es un proceso lento”, reconoce.
Para Moreno, el esposo, las cuentas de la aún naciente empresa confirman el impulso de su socia. “Empecé a hacer vino a los 15 años y a ella la conocí con 25. Al inicio hacía unos 60 litros al mes y, luego de asociarme con Liudmila, hemos llegado a hacer 2.000”, detalla. “Con ella logré multiplicar la perspectiva, repensar todo lo que se podía hacer”, reafirma Moreno.
Ella asegura que no ha tenido dificultades por ser mujer al frente de un negocio de vinos. “Sé que hay machismo, pero yo no lo he sentido. Donde quiera que me presento, me respetan”.
Las únicas dificultades que ambos identifican se relacionan con la superación y el acceso a materias primas. “Nos escriben para cursos, pero muchos son muy caros y realmente en uno de tres días no se aprende”, explica Valdés García.
Aunque reconocen haber recibido buenas capacitaciones en el Centro de Información y Gestión Tecnológica, opinan que la Asociación Nacional de Economistas y Contadores podría organizar cursos de economía para quienes optan por las Mipyme y van descubriendo los pros y los contras en cada paso que van dando.
Por otro lado, está la escasez de insumos en moneda nacional. “No todos tenemos moneda libremente convertible, euros o dólares para poder importar una materia prima de manera estable”, comenta Valdés García.
Vinos que inspiran
En la pequeña empresa de esta pareja villaclareña, ella tiene su propia marca, que busca inspirar a otras mujeres a empoderarse y ser independientes.
“Siempre he defendido la independencia de las mujeres y le comenté a Orlando la idea de crear una marca asociada a un proyecto social. Así nació, en 2016, ‘Vino de ellas’, con la posibilidad de personalizar la botella, enviar mensajes en la etiqueta y participar en proyectos vinculados con las mujeres”.
A partir de ahí, esta vinatera ha emprendido acciones para empoderar a otras mujeres, en alianza con diversas instituciones y organizaciones.“Con la Federación de Mujeres Cubanas organizamos homenajes a mujeres cubanas de a pie, propuestas por mí”, relata. El 8 de marzo de 2022 reconocieron, en la Casa de Orientación de la Mujer y la Familia, a trabajadoras de los servicios comunales que se vincularon al enfrentamiento a la covid-19.
Junto al Fondo de Bienes Culturales han hecho algo similar con varias diseñadoras en eventos de moda, que luego se han quedado como clientas del `Vino de ellas´”. Junto a la campaña Evoluciona personalizaron etiquetas en apoyo a la lucha contra la violencia machista.
Para Valdés García, lo más importante es haber logrado que, cuando se hable de mujeres en Santa Clara, las personas piensen en su negocio y su marca. “Me gusta enaltecer el trabajo de las mujeres. Vivimos en una sociedad machista, donde ellas han sido subvaloradas, incluso en sus casas. No es mi caso, pero lo vi con mis abuelas, con mi mamá”.
El pasado mes de marzo participó en una exposición de la artista plástica Zaida del Río en Santa Clara, que luego se repetirá en La Habana; en Remedios, Villa Clara; y más adelante en Argentina. El dinero obtenido por la venta de cuatro botellas de vino dibujadas por la artista servirá para apoyar el proyecto que impulsa Valdés García bajo el nombre Octubre Rosa.
La iniciativa surgió luego de que, en octubre pasado, varios emprendimientos participaran en una actividad por el Día de Lucha contra el Cáncer de Mama, en el Hospital Oncológico de Santa Clara.
“Quedé muy impresionada por la actitud de las mujeres operadas de agarrarse a cualquier pedacito de vida que les quede y decidí poner a su disposición también el `Vino de ellas´”.
Desde diciembre han hecho equipo con el director del hospital, el administrador y las oncólogas. “Buscamos un profesor de deporte, abrimos posibilidades para que esas mujeres naden y, una vez al mes, organizamos una actividad recreativa sana”, expone.
“Hemos descubierto mujeres que escriben poemas; una muchacha que tiene un vivero y hace unas macetas preciosas; otra que es costurera. Ellas han tenido la oportunidad de mostrar su arte, hacemos exposiciones, rifas y se vende el “Vino de ellas”. Un porcentaje de esa venta se destina al proyecto, para adquirir alimentos para las mujeres de bajos recursos que estén en proceso de operación o insumos para la sala de atención al cáncer.
“Eso las ayuda a mejorar; lo demuestran sus análisis complementarios y sus estados anímicos han levantado mucho. Son mujeres con muchos deseos de vivir y hay que ayudarlas”.
En el futuro, RegaleVino seguirá apostando por las mujeres, confirma Valdés García. Entre manos ya tienen otros proyectos: emplear a mujeres desvinculadas, violentadas o que hayan cumplido sanción penal. “Porque es muy difícil reinsertarse en la sociedad en un caso como ese”, comenta.
“En la medida que sea posible, quiero abrir puestos de trabajo para ellas, enseñarlas a hacer vino; que sean mi competencia y sepan que también pueden abrirse un espacio propio”, concluye.
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