Mujeres viven costos y ventajas del trabajo privado

Más independencia laboral y una mejor economía personal y familiar son las grandes ventajas que identifican varias mujeres cubanas tras haberse empleado en el sector no estatal, en pleno incremento desde 2010 en el país.

Pero a la lista de beneficios también añaden la de costos y sacrificios: menos descanso y tiempo libre para disfrutar del fruto de su trabajo.

Mujeres y hombres consultados por SEMlac y que trabajan en la producción y venta de alimentos como dueñas, dueños, empleadas o empleados, piensan que el agotamiento físico acompaña el incremento de sus ingresos monetarios, desde que se iniciaron en esos menesteres.

El sondeo consideró las opiniones de 50 trabajadores por cuenta propia, 55 por ciento mujeres que, en más de la mitad, están contratadas como dependientas o vendedoras de alimentos o bisuterías.

Entre otros hallazgos, la exploración constató que varios derechos laborales, aunque contemplados por la ley, no son disfrutados por quienes se contratan en esta modalidad laboral, sobre todo en lo referido a tiempo para descanso y almuerzo, horario de trabajo y vacaciones.

Aun cuando no se aprecian diferencias entre mujeres y hombres en cuanto a la igualdad de derechos laborales en el sector por cuenta propia, a la larga ellas sí viven desventajas asociadas a que, además, disponen de menos oportunidades y mayores responsabilidades en el hogar.

El disfrute de los derechos laborales parece variar, también, de acuerdo con el tipo de actividad.

Las asociadas al alquiler de viviendas, la artesanía, la peluquería, el cuidado de niñas, niños, ancianos y los servidos profesionales parecen transitar mejor, en ese sentido, que las relativas a la industria, la construcción, el transporte y la agricultura.

Pero en un estadio inferior de condiciones y derechos se ubican las relacionadas con la producción y venta de alimentos.

“Es verdad que se gana más, que este negocio deja mejores ingresos, pero es un trabajo muy demandante, casi esclavo; a veces siento que no tengo vida”, comentó a SEMlac una mujer de 45 años, residente en la capital y dueña de una cafetería.

Oportunidades de empleo, mejores ingresos económicos, nuevas dinámicas laborales, crecientes opciones de servicios y hasta renovación en la arquitectura y la imagen de locales y espacios donde se abren negocios particulares son algunos de los saldos visibles del trabajo por cuenta propia en los últimos años.

De una política de pleno empleo estatal, Cuba transitó en 2010 a la actualización de su modelo económico, que contempla la reducción del empleo estatal, a la par que acepta y promueve el sector privado como una forma más de gestión económica, que deberá abarcar al 40 por ciento de la fuerza laboral este 2016.

De los 504.613 trabajadores por cuenta propia reportados en el país hasta mayo de 2015, el 30, 6 por ciento eran mujeres, según indicó un informe del Ministerio de Trabajo y Seguridad Social divulgado en junio del pasado año.

Una de estas mujeres, auto empleada primero y contratada después, relató a SEMlac los avatares que ha vivido como cuentapropista y que la llevaron, finalmente, a retornar su puesto inicial como vendedora de discos, en la puerta de su casa, por el bien de su salud física y mental.

“Había dejado mi empleo estatal en un entidad donde el salario es de los mejores, pero a mí no me alcanzaba para mis gastos y los de mi familia en un mes”, cuenta esta mujer de 51 años, que pidió no revelar su identidad.

Tras pensarlo mucho, sacó una licencia en 2012 de vendedora de discos, de régimen simplificado, que le permitía tener un trabajador contratado y por la cual pagaba 100 pesos mensuales (aproximadamente cuatro dólares estadounidenses), más la seguridad social.

“El resultado fue inmediato, pues en un mes de trabajo aumentaron mis ingresos a unos 170 CUC al mes (cifra aproximada en dólares)”, precisa.

En lo personal, ella notaba aspectos positivos y negativos. Adaptada a una vida socialmente activa, el nuevo trabajo la limitaba a estar disponible en casa para llegar a esos resultados. “Pasaban días en que no veía ni la calle”, recuerda. “Sin duda trabajaba más que en el sector estatal”.

También sentía un aumento en el esfuerzo doméstico, en parte porque trabajaba en su propio hogar. “A veces estaba ocupada con los discos y sentía que le debía a las actividades domésticas. Otras, cuando lavaba y limpiaba, me parecía que dejaba de hacer mi trabajo…Tuve que organizarme e independizar bien los horarios para sentir algún alivio”.

Así y todo, había perdido privacidad y confundía los límites entre lo público y lo privado. De modo que aceptó un cambio de trabajo cuando le propusieron irse contratada a administrar un hostal. “Quise probar en otra dimensión y me lancé a la aventura”, sostiene a SEMlac.

Al principio le atrajeron el cambio y lo agradable de su nuevo puesto: practicaba el inglés, perdía el miedo a comunicarse, conocía personas agradables e interesantes y establecía muy buenas amistades que se mantienen hoy día…

“Para este tipo de actividad no constó ningún contrato, solo acuerdos verbales con la dueña que yo acepté sin prever las consecuencias”, reconoce.

“Aunque podía regresar a mi casa después de las seis de la tarde, el trabajo no me permitía irme a esa hora. Me levantaba muy temprano y aquello parecía no tener fin”, explica.

Tras despertar a las seis de la mañana, empezaba una larga lista de tareas: supervisar el desayuno, servirlo, salir a hacer las compras, reemplazar todos los insumos, llevar el libro de registro antes de las 12 del día, atender al turista, buscarle un taxi, explicarle cualquier duda, orientarlo, esperarlo a que regrese, estar al tanto de cada detalle…

“Un desgaste físico y mental que no era sostenible para mí”, admite. “Aguanté aquel trabajo solo cuatro meses”, dice y precisa que la ganancia, aunque mayor, no se correspondía con el esfuerzo.

El salario fijo era de 200 CUC, que se incrementaban con otras tareas eventuales. “El ingreso más alto que obtuve, por dos meses, fue de 275”, precisa.

Finalmente, esta mujer abandonó su condición de administradora contratada y regresó a su oficio inicial de cuentapropista, en la venta de discos, donde podía conciliar mejor trabajo, ganancias, salud y condiciones de trabajo.

La elevada demanda de empleo, por un lado, y la falta de conocimientos y de mecanismos para exigir y fiscalizar sus derechos, por otro, inciden en que se repitan situaciones como estas.

El 45 por ciento de las mujeres entrevistadas por SEMlac no conoce, por ejemplo, el contenido del Código de Trabajo en relación con sus derechos como cuentapropistas.

Sin embargo, como la mayoría procede de un empleo estatal, prefiere los pagos de acuerdo a las horas.

La mayoría dispone de tiempo para almorzar, pero no puede planificar sus vacaciones; tampoco saben a quién acudir para solucionar ese conflicto.

En caso de trabajar jornadas laborales extendidas, el 71 por ciento respondió que no recibe pago para la comida.

Aunque 15 por ciento de las entrevistadas dijo no tener licencia para trabajar, por lo que no paga la seguridad social, las que lo hacen reconocen que la pagan para tener una jubilación y no reciben subsidio por enfermedad o accidente de trabajo.

Las contratadas, además, no reciben ninguna remuneración si el establecimiento cierra temporalmente, algo que puede ocurrir por decisión estatal, si la entidad incumple algún parámetro.

El contrato, documento de garantía para el cumplimiento de los derechos laborales, en realidad se hace verbalmente en gran parte de los casos, indicó la mayoría. Solamente las trabajadoras de las cooperativas no agropecuarias los han realizado por escrito.

A juico de la economista Teresa Lara, “cumplir con los derechos laborales necesita, además del marco legal, de una gran voluntad política”.

En su opinión, se impone restructurar la empresa estatal socialista desde una mirada de eficiencia productiva positiva y no triunfalista, pero avanzar también en el adecuado funcionamiento del sector privado.

“En cuanto al emergente trabajo por cuenta propia, queda demostrado que los comportamientos humanos desbordan las leyes y regulaciones, en tanto no se establezcan mecanismos que faciliten el control del cumplimiento de las normativas establecidas de los derechos laborales para este sector”, asegura a SEMlac.

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