Con la carga del cuidado doméstico y familiar sobre sus espaldas exhaustas y la escasez del capital imprescindible para emprender un negocio, a las cubanas les sigue costando más aprovechar las oportunidades de trabajo independiente que impulsa la reforma económica vigente en el país caribeño.
Mayo de 2015 reportó la mayor cifra de mujeres cuentapropistas hasta el momento: 30,6 por ciento de las 504.613 personas dedicadas a este tipo de ocupación en el país, según un informe del Ministerio de Trabajo y Seguridad Social divulgado en junio.
El dato supera en 125.256 la cantidad de mujeres dedicadas legalmente al autoempleo en 2010, cuando inició el relanzamiento de esta modalidad ocupacional, con la ampliación de las actividades permitidas a algo más de 200, casi todas no profesionales.
Sin embargo, la incorporación femenina al cuentapropismo sigue siendo minoritaria y se concentra en áreas de poca remuneración y capacidad decisiva, coinciden reportes estadísticos e investigaciones sociales de los últimos cuatro años, sistematizados por SEMlac.
La tendencia muestra a los hombres como dueños de negocios y a las mujeres en condición de trabajadoras contratadas, administradoras o en oficios tradicionalmente femeninos como cuidadoras, encargadas de limpieza o peluqueras, advierte la psicóloga Dalia Virgilí Pino.
A su juicio, esta propensión reproduce una división sexual y sexista del trabajo, matizada por otras discriminaciones subjetivas como la imposición de un canon de belleza y juventud para contratar trabajadoras de cara al público, con mejores salarios y acceso a propinas.
«Ellos siguen teniendo el poder del control y la enunciación mientras ellas hacen el trabajo más pesado y operativo», señala en diálogo con SEMlac la joven investigadora, especializada en temas de género y empleo.
Virgilí coincide con otras estudiosas como Dayma Echevarría y Teresa Lara en que la reforma económica no se ha pensado en claves de género y, por tanto, reproduce desniveles de oportunidades para la mitad femenina.
¿Desventajas o inequidades?
El actual contexto de transformaciones emprendidas por el presidente Raúl Castro desde 2008 pretende mejorar la eficiencia y la productividad económicas como paliativo a una crisis prolongada por más de 20 años.
Una de las medidas ha sido la reducción de plantillas infladas, que comenzó en 2009 y había recortado, hasta inicios de 2014, unos 596. 500 empleos, sobre todo en el sector terciario, donde tradicionalmente se concentra la fuerza laboral femenina.
En consecuencia, la tasa de desocupación entre las mujeres ascendió de dos por ciento en 2009 a 3,5 en 2013, cuando existían 67.600 desocupadas, según el anuario estadístico más actual publicado por la Oficina Nacional de Estadísticas e Información (ONEI).
La economista Teresa Lara reseña en un reciente artículo que de 2010 a 2013 salieron del empleo estatal casi 62.000 mujeres, mientras que los hombres disminuyeron solo en 4.000.
Muchas de las salientes del sector estatal se incorporan al trabajo privado, pero de manera informal, sin contratos legales ni licencias para el trabajo por cuenta propia, arrojan resultados preliminares de estudios realizados en la Facultad de Psicología de la Universidad de La Habana.
Así lo aceptó Marlen Echemendía cuando le propusieron limpiar en las noches una peluquería ubicada en el céntrico barrio del Vedado, en La Habana, por 75 pesos (aproximadamente tres dólares) cada vez que hacía la limpieza.
De esta forma, el dueño del negocio no excede los impuestos por cantidad de trabajadores contratados ni ella tiene que pagar al sistema tributario. En su contra, carece de recursos legales que la respalden ante una eventualidad y no acumula ingresos para la jubilación futura.
Cuando su esposo se fue de casa, hace dos años, ella dejó el puesto de contadora en un policlínico en Marianao, en la periferia de La Habana, pues el salario de 345 pesos (poco más de 14 dólares) no le alcanzaba para mantener sola a sus dos hijas adolescentes.
«Soy hija única y vivo con mis padres en un apartamento. No tenía dinero ahorrado, ni casa grande, ni familia en el extranjero que me mantuviera, por lo que abrir un negocio propio no era opción para mí», explica a SEMlac la jovial mujer de 53 años.
Le propusieron vender de manera informal ropa y otros productos de bisutería traídos por personas que viajan a Ecuador y Estados Unidos. Con eso gana unos 60 dólares aproximadamente al mes, a los cuales suma lo obtenido en la peluquería.
«Con mis dos hijas estudiando y mis padres ancianos, el dinero solo dura para subsistir y uno tiene que esforzarse mucho, pero al menos logramos cubrir nuestras necesidades y me saqué de encima los jefes y los horarios», valora optimista.
Al examinar desde un enfoque de género el reciente auge del cuentapropismo en Cuba, la socióloga Dayma Echevarría subraya que esta modalidad abre oportunidades para las mujeres, al permitirles laborar dentro de sus casas o en lugares cercanos, con menos exigencias extralaborales e ingresos superiores al salario medio estatal (23 dólares aproximadamente), que oscilan entre tres y 10 veces más, según otras investigaciones.
Sin embargo, la mayoría de las actividades aprobadas siguen siendo tradicionalmente masculinas y con poco valor agregado, lo cual desaprovecha y desestimula el alto nivel de instrucción de las cubanas, quienes son el 66,3 por ciento de la fuerza laboral y técnica del país, según datos de la ONEI.
Otra limitante apuntada por la especialista en uno de los artículos del libro Miradas a la economía cubana (Editorial Caminos, 2014) es la necesidad de contar, antes de iniciar un negocio, con un capital (inmuebles, casa, transporte, dinero, tierras) que casi siempre se concentra en manos masculinas.
«Las mujeres pueden quedar en situaciones de vulnerabilidad, pues no cuentan con los recursos para desarrollar un negocio propio dentro del marco regulatorio establecido, lo que les deja probablemente más opciones como trabajadoras contratadas, revendedoras/intermediarias en el mercado negro o no legalizado, en la calle y de puerta en puerta», sentencia la analista del Centro de Estudios de la Economía Cubana.
Cuidado vs. empleo
Otro escollo surge al conciliar la exigencia de emprender un negocio propio con las responsabilidades domésticas y el cuidado de hijos, hijas y ancianos, socialmente atribuido a las mujeres.
Zaida Vizcaíno hace dulces y cakes (pasteles) por encargo en la barriada de Nuevo Vedado, en la capital cubana, desde hace siete años. Pero no quiere expandirse con un punto de venta fijo, para poder manejar el tiempo y atender a su hija de 13 años.
«Mi esposo es dirigente de una empresa, llega muy tarde, y yo, además de hacer los dulces, buscar las materias primas y gestionar los pedidos, tengo sobre mí todas las labores de la casa», le cuenta a SEMlac mientras hornea tres panetelas para un pastel de cumpleaños.
Esa sobrecarga de roles termina convirtiéndose en límite para el desarrollo laboral de las mujeres, confirma a SEMlac la economista Teresa Lara, a lo cual suma la ausencia de servicios subsidiados de apoyo a la vida doméstica familiar como lavanderías, comida rápida y otros.
La reforma ajustó el gasto público, por lo que redujo las escuelas internas en el campo, cerró comedores obreros y bajó el presupuesto de la asistencia social de 656,2 millones de dólares en 2008 a 262,9 millones dólares en 2013, según la ONEI, lo que representa 393,3 millones menos.
Como alerta Lara, estas labores reproductivas recaen ahora sobre las familias y, por las disparidades de género vigentes, casi siempre terminan siendo asumidas por las mujeres.
En la isla caribeña urgen políticas públicas para aliviar las desigualdades por género, raza, territorio y posición económica que pone sobre el tapete la actual reforma económica cubana, según expuso la socióloga Mayra Espina en un panel realizado durante XXXIII Congreso Internacional de la Asociación de Estudios Latinoamericanos (LASA), celebrado en San Juan, Puerto Rico, en mayo de 2015.
«La reforma crea nuevas oportunidades, pero obvia que los grupos tienen diferentes puntos de partida y, por tanto, no pueden aprovechar las oportunidades por igual», abundó la experta en temas de pobreza.
Investigadoras cubanas de distintos campos de las ciencias sociales como Echevarría, Lara, Espina, Virgilí, Marta Núñez y María del Carmen Zabala han formulado propuestas al respecto.
Por consenso, aciertan en que debería aprovecharse la preparación profesional de las mujeres; implementar políticas de microcréditos e impositivas con perspectiva de género y capacitarlas en oficios no tradicionalmente femeninos, donde se localizan los mejores ingresos en el sector cuentapropista.
La nominación en lenguaje inclusivo de las ofertas laborales del sector privado y la creación de servicios de apoyo a las labores domésticas en horarios extendidos son también sugerencias reiteradas.