Lograr un mayor reconocimiento social y protección económica del trabajo reproductivo, que realizan fundamentalmente las mujeres, es uno de los actuales retos de la sociedad cubana identificados por las asistentes al Encuentro Nacional de la Red Ética y Política del movimiento de mujeres, el pasado 21 de septiembre, en la capital cubana.
Convocado por el espacio feminista «Berta Cáceres», del Instituto de Filosofía, el encuentro contó con la participación de cubanas de diversas profesiones, universos laborales y regiones del país.
Entre otros desafíos, ellas identificaron la necesidad de seguir trabajando para lograr igualdad de oportunidades profesionales para mujeres y hombres, lo que se ve lastrado muchas veces por determinados conceptos patriarcales.
«A pesar de todos los esfuerzos y programas que se han desarrollado en el país, solo ocho mujeres han realizado un largometraje en su vida», expuso como ejemplo la directora de cine y televisión Magda González Grau.
Otras ideas y propuestas apuntaron a velar por un mayor respeto a los derechos laborales de las mujeres en el sector privado, en el cual rigen muchas veces criterios discriminatorios, evidentes en anuncios que solicitan muchachas jóvenes, de piel blanca y buena apariencia para ocupar algún empleo.
Lograr que se entienda a todos los niveles lo positivo de que las mujeres ocupen cargos directivos, dar mayor valor al autocuidado y avanzar en corresponsabilidad estado-sociedad de cara a la economía del cuidado fueron otras de la ideas manejadas por integrantes de la red.
Para Georgina Alfonso, directora del Instituto de Filosofía, se impone recuperar la centralidad del trabajo libre en la sociedad, desde valores como cooperación, integración, solidaridad, cuidado, justicia social, igualdad y respeto a la diversidad.
«No desde la lógica del mercado, sino desde un escenario en que mujeres y hombres tengamos igualdad de capacidades y oportunidades para desarrollar la vida», precisó.
En su criterio, los valores del trabajo reproductivo son, precisamente, los que están directamente comprometidos con el sostenimiento de la vida humana y no los estamos poniendo en la centralidad del trabajo, argumentó.
Alfonso compartió los resultados de una investigación-acción participativa que desarrolla el Grupo de investigación América Latina: Filosofía Social y Axiología (Galfisa), del Instituto de Filosofía, en diferentes formas de gestión y propiedad de la economía cubana.
En esa investigación se involucran un total de 63 experiencias, 60 por ciento del sector cooperativo urbano, 30 por ciento de cuentapropistas y 10 por ciento de empresas estatales, de seis provincias del país: Artemisa, Mayabeque, La Habana, Matanzas, Villaclara y Sancti Spíritus.
El estudio da cuenta de un desplazamiento de la centralidad del trabajo como principal criterio de distribución, reconocimiento y base de la prosperidad, además de que su centro es un sujeto productor esencialmente masculino.
«El punto de partida para entender el proceso de trabajo no está en la propiedad ni en la gestión, sino en la persona que trabaja», precisó Alfonso.
Explicó, sin embargo, que el valor que estas les otorgan a los componentes esenciales del proceso del trabajo, varían en las distintas formas de gestión, según el estudio.
En la empresa estatal, por ejemplo, el valor más significativo lo tiene el trabajo como posibilidad de creación y reconocimiento social, en tanto resulta menor en la satisfacción de necesidades inmediatas (materiales, espirituales y de cuidado) y en la posibilidad de realizar proyectos futuros.
Para el sector cooperativista no agropecuario, con cuatro años de experiencia, se aprecia un desplazamiento hacia la satisfacción de necesidades inmediatas, pero sus trabajadores y trabajadoras no pasan a tener una proyección de vida a partir de esos resultados. Tampoco el reconocimiento social es el esperado por ellos, según sus aportes.
En el sector privado, finalmente, el trabajo reduce su significado creativo y eleva su valor como medio para satisfacer necesidades inmediatas, con proyectos de vida incluidos, pero menos reconocimiento social.
Como aspecto peculiar, Alfonso destaca que solo los hombres, cuando aluden a sus cualidades, mencionan la de ser buenos padres. «Ninguna mujer se percibe así ni lo dice, quizás en el entendido de que no hay que comentarlo, no hay que reconocerlo, porque siempre ha sido así».
Por otra parte, las mujeres (70 % de la muestra) señalaron que dedican al trabajo casi todo su tiempo, menos de la mitad lo consagran a su familia y termina siendo ínfimo el que se tributan a sí mismas.
«Pero las estrategias de vida se siguen construyendo desde la familia, que no es a la que dedicamos la mayor parte del tiempo; no se piensan desde el trabajo, desde el espacio del cual estamos saturadas»; apuntó Alfonso.
A ello añade que el hogar sigue invisibilizado, la labor reproductiva no entra en las dinámicas del trabajo y su jerarquía está determinada por la cultura patriarcal.
«Es más importante la elaboración de la comida que el tiempo que se dedica a hablar y comunicarse con los hijos; más importante planchar la ropa de otros en casa, que el cuidado de nuestro cuerpo», expuso como ejemplos.
Predomina así la visión de una sociedad dividida en dos: la esfera pública y la privada.
La primera es masculina, centrada en lo llamado social, político y económico-mercantil; regida por criterios de éxito, poder, derechos de libertad y propiedad universales, vinculada sobre todo a satisfacer necesidades humanas, indicó.
La segunda, la doméstica, es femenina, centrada en el hogar, basada en afectos y sentimientos, alejada de la participación social, política o productiva y relacionada directamente con las necesidades subjetivas y siempre olvidadas de las personas, agregó.
«En esta rígida dualidad, solo el mundo público goza de reconocimiento social. La actividad o participación en la denominada esfera privada, asignada socialmente a las mujeres, queda relegada al limbo de lo invisible, negándole toda posibilidad de valoración social», apuntó Alfonso.
Las integrantes del espacio feminista «Berta Cáceres» suscribieron una declaración en la que reconocen que «las mujeres cubanas no hemos dejado nunca de ubicar en el debate sobre el futuro de la sociedad, la necesidad de crear y fortalecer la conciencia crítica y revolucionaria contra la cultura machista (patriarcal) y el papel de los valores y la subjetividad de las mujeres en la lucha contra la opresión y la discriminación de cualquier índole en la sociedad cubana».
El documento apunta que «la diversidad de espacios de luchas, debates, movilizaciones y propuestas desde las mujeres reta al pensamiento feminista a articular visiones y sentidos para encarar los procesos actuales definiendo futuros escenario para la incorporación protagónica de las mujeres como actoras políticas, económicas, sociales y culturales».
Igualmente llama a «recuperar la experiencia de la Revolución, allí donde creó nuevas formas de relaciones entre mujeres y hombres».
Como cierre del encuentro, fueron premiadas las ganadoras del concurso de fotografía Dignidad de Mujer, realizado en el Consejo Popular Colón de Centro Habana, municipio de la capital cubana. Luego de un taller en el cual recibieron nociones básicas de fotografía, las participantes hicieron sus propias obras en su comunidad, con sus celulares.
Las ganadoras fueron Kirian Díaz, con su serie de mujeres en generaciones, que recoge varios rostros de cubanas de diversas edades y cierra con su propia selfie; y Niurka Díaz, por una foto cotidiana de las mujeres que limpian las calles de su barrio. Otras seis concursantes recibieron menciones.
«Todas son imágenes que reflejan una preocupación distinta con la realidad, rostros e historias de mujeres que luchan contra el escepticismo y las dificultades, en vínculo directo con su comunidad», destacó Magda González Gray, presidenta del jurado.