Idania Cedeño podría dividir su vida en antes y después de convertirse en presidenta de la Cooperativa de Producción Agropecuaria (CPA) «17 de mayo», del municipio de Jiguaní, en la provincia de Granma, a más de 760 kilómetros de la capital cubana.
«Antes creía que solo podía trabajar en el campo. En dirigir ni pensaba. Además, mi esposo me lo prohibía todo pues era muy machista», narró a SEMlac esta mujer que no llega a los 40 años y desde hace cinco cambió drásticamente su vida.
En 2008 y 2009 la CPA «17 de mayo» estaba en una profunda crisis. Incluso, se valoró su disolución. Pero entonces decidieron cambiar las estrategias de organización productiva y de funcionamiento y eligieron a una mujer, Cedeño, como presidenta. La decisión funcionó.
«La cooperativa dio un giro de 180 grados», aseguró a SEMlac Sandra Brizuela, presidenta en Jiguaní de la Asociación Nacional de Agricultores Pequeños (ANAP), organización que agrupa a los agricultores dueños de tierra en Cuba.
«Cuando asumí la presidencia, el costo de producción de la cooperativa duplicaba las ganancias. Al año, ya se había reducido aproximadamente 20 por ciento y actualmente ha bajado a más de la mitad», detalló Cedeño, para quien los esfuerzos de aquellos primeros momentos «nunca se van a borrar de la memoria».
Dedicada fundamentalmente al cultivo del tabaco, lo cual impone no pocos retos a la organización productiva, la «17 de Mayo» también produce hortalizas, viandas y granos como maíz, ajonjolí y frijoles.
Además, cuenta con un huerto intensivo y una mini industria en la que elaboran aceite para el autoconsumo, procesan frutas y vegetales que luego comercializan.
Cedeño está convencida de que tuvo las fuerzas y la habilidad para asumir los desafíos de dirigir un espacio productivo en deterioro porque ya tenía algunas lecciones aprendidas y caminos andados.
«En 2009 ya había pasado varios años de un proyecto de equidad de género desarrollado por la ANAP y la organización OXFAM que me hizo sentir mejor preparada», explicó Cedeño.
«Al principio no sabíamos bien claro qué cosa eran todas aquellas capacitaciones, pero entendíamos que era algo diferente y mejor para nosotras.
Lo bueno fue que se involucró todo el mundo: hombres, mujeres, personas mayores, jóvenes. Luego ellos confiaron en mí gracias al cambio que trajo esa enseñanza al pensamiento y las actitudes en la CPA», agregó.
Según esta dirigente campesina, el problema mayor que enfrentó fue con la Empresa Tabacalera de la provincia de Granma, «porque allá decían que una mujer no podía dirigir la cooperativa en las condiciones en que estaba», contó.
Pero al final terminaron por entender, sobre todo porque la CPA ha llegado a contar con cuatro mujeres muy eficientes en la junta directiva, compuesta por nueve personas.
Para Cedeño implicó un alto costo personal, pero cree que fue «para bien».
«Junto con el inicio del proyecto comenzaron los problemas entre mi esposo y yo. Traté de hacerlo entender porque yo quería un cambio, pero fue inútil. Tuve que seguir sola, pero ahora estoy mucho mejor», recordó.
«En general, el proyecto me transformó y no solo dándome herramientas de superación. En esos talleres que hacemos en el aula de género de la cooperativa aprendí qué es la violencia, pero también la autoestima, el empoderamiento. Me convertí en otra persona», insistió la presidenta de la CPA.
Su historia no es única y otras experiencias no siempre suelen llegar a buen fin.
Para la doctora Niurka Pérez Rojas, del Equipo de Estudios Rurales de la Universidad de La Habana, entre los principales obstáculos para que las mujeres se incorporen a las cooperativas están la influencia de su papel tradicional como cuidadoras, la actitud pasiva ante las decisiones productivas de los hombres y la invisibilización de su aporte productivo.
La decisión se complica cuando se trata de asumir un cargo de dirección. Según datos de la ANAP, a fines de 2012 las mujeres en cargos de dirección en las CPA del país representaban alrededor del 24 por ciento.
Proyecto fructífero
El proyecto «Apoyo a la estrategia de género de la ANAP», de la organización no gubernamental OXFAM internacional, inició a mediados de la pasada década, localizado en la zona oriental del país.
A juicio de Yohanka Valdés, especialista en género de esa agrupación de organizaciones internacionales que buscan potenciar el desarrollo, «quisieron favorecer la estrategia de la organización campesina, que funcionaba desde 2005 para promover la equidad entre hombres y mujeres», explicó a SEMlac.
En Jiguaní, en particular, apoyaron la implementación piloto de esa estrategia con la lógica «de crear empleos femeninos, apoyar la incorporación de las mujeres, crear condiciones de trabajo indispensables para ellas y, sobre todo, no valorar el género enfocado solo en las mujeres».
Además de la capacitación y sensibilización, se apoyó a algunos espacios productivos con sistemas de riego, equipamiento para armar mini industrias procesadoras de frutas y vegetales.
Los resultados se sintieron poco a poco en toda la provincia, que ha llegado a sumar ocho presidentas municipales de la ANAP, seis de ellas en áreas de montaña, según detalló en enero de 2014 Jackelín Puebla, presidenta de la ANAP de ese territorio, a la revista Mujeres, de la Federación de Mujeres Cubanas.
«Es necesario aprovechar todo el liderazgo de las mujeres para desarrollar y consolidar el movimiento cooperativo y que, además de ser rentables, sean un ente económico, productivo y social en el campo cubano, que se ocupe de la escuelita, del consultorio y del médico de la familia, de los caminos en definitiva, que aglutine y organice la vida del campo», precisó Puebla a la publicación.
Valdés coincide. Para ella, «el empeño de OXFAM también pretende promover una gestión económica sólida y diversa entre las mujeres, dentro de una organización como la ANAP», detalló.
En tanto, Sandra Brizuela reconoce que aún tienen mucho trabajo por hacer, pues el cambio todavía no es profundo, le falta echar raíces y partir también de que las propias mujeres comprendan su necesidad y defiendan sus derechos y posibilidades.