Los riesgos de ser tu propia jefa

Por Dainerys Mesa Padrón

Cuando Migdrey decidió comenzar en el cuentapropismo, había trabajado en tres cafeterías y llevaba cinco meses desvinculada de cualquier actividad laboral.

¿Las razones? Los horarios que tenía en estos lugares se encontraban con los momentos de dejar y recoger a su hijo del círculo infantil; por no hablar de los días de reunión o cuando este enfermaba.

«Me lancé a dejarlo, sin calcular mucho lo que ganaba o perdía con esta determinación. Con mi esposo pocas veces puedo contar para los temas del niño, porque su trabajo demanda más horas y él es quien más aporta a la casa, por eso arreglamos que mis trabajos sean más flexibles.
«Estuve cinco meses en la casa, lidiando con todo lo que hay que hacer en el hogar, pero no puedo estar sin tener ingresos propios. No me gusta ser una ´mantenida´. Por eso me lancé a hacer mi propia mini cafetería».

Se trata de un pequeño espacio de la sala de su casa, donde Migdrey ubicó un mostrador para expender refrescos y panes con elaboraciones sencillas, como tortilla, pasta de bocaditos, jamón y queso. A veces también vende dulces que le suministra un proveedor cercano.

«Esto de ser mi propia jefa tiene sus riesgos», confiesa a SEMlac. «No tengo quien me controle ni a quién rendirle cuentas, pero a la vez soy todo en uno. Cocino, despacho, llevo las finanzas… Además, al estar cerca de un hospital, tengo una clientela fija en los trabajadores de la salud que saben de la limpieza y buena calidad de mis productos, y con ellos tengo que ser fiel.

«En ocasiones he estado enferma y vienen doctores, doctoras y enfermeras que se han hecho mis amistades y me levanto de la cama para hacerles una merienda, porque las pobres, no tienen dónde más comer».

Lidiar con los horarios, saber hasta dónde imponer los límites es uno de los tropiezos con que topan las mujeres autoempleadas en la Cuba de hoy. Cómo organizar las vacaciones. ¿Cómo no sobrepasar los horarios impuestos por ellas mismas sin dejar de satisfacer a los consumidores?

Según las investigadoras Ileana Díaz-Fernández y Dayma Echevarría-León, el propósito de darle un espacio al trabajo por cuenta propia no siempre ha estado respaldado por acciones claras, sino que más bien se encuentra envuelto en vacíos de políticas que admiten la discrecionalidad o la ausencia de condiciones elementales para el desarrollo de negocios saludables. Aunque destacan que estas características del sector afectan tanto a hombres como a mujeres que decidan dedicarse a esta actividad, las mujeres enfrentan desafíos particulares para abrirse paso en este ámbito de negocios.

En su texto de 2016, «El emprendimiento en Cuba: un análisis de la participación de la mujer», Díaz- Fernández y Echevarría – León advierten que la participación de las mujeres en el trabajo por cuenta propia está marcada por una visión sexista de las actividades. Describen, además, que el acceso a créditos bancarios es una limitante que tiene mayor peso en el caso de ellas, ya que, por lo general, han estado alejadas de la propiedad sobre los activos y el acceso a los créditos bancarios.

Migdrey reconoce que gana más que cuando era empleada de otro negocio y que, aunque «se mata trabajando» en la jornada hasta las cinco de la tarde, después tiene tiempo para dedicarle a su hijo de 6 años.

De acuerdo con trabajos publicados por SEMlac anteriormente, muchas mujeres confiesan que prefieren abrir su negocio que trabajar para el Estado. Por esto, y por motivaciones provenientes del plano personal o familiar, es que muchas se lanzan al camino del autoempleo. Una vez en esta senda, y seguras de no regresar a trabajar «para nadie», sortean la inseguridad, las extensas o intermitentes jornadas de trabajo, los irregulares horarios para almuerzos y descansos, la ausencia de vacaciones y otros tantos elementos que cargan de inseguridad esta modalidad de trabajo privado.

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