Por Dixie Edith / Foto: Randy Rodriguez Pages
En Cuba, poco a poco, muchas mujeres vuelven los ojos a la tierra y asumen funciones consideradas tradicionalmente típicas del ámbito masculino.
Esa es la historia de Ramona Hernández Pérez y Yelennis Ronda Peña, dos cubanas residentes en la provincia de Holguín, a más de 740 kilómetros al oriente de La Habana, quienes tras varios años de ser amas de casa decidieron incorporarse a la producción agropecuaria.
Integrantes de la Asociación Cubana de Producción Animal (ACPA) -organización que desde 1974 agrupa a quienes producen-, ambas crian animales, investigan y se dedican a la docencia en relación con la producción e industria animal. Actualmente ninguna de las dos se imagina lejos de sus labores.
Además del importante apoyo económico que representan para su familia, trabajar les ha abierto otros horizontes.
Hernández, de 40 años, comenzó como obrera agrícola hace tres en el vivero de la Unidad Básica de Producción Cooperativa (UBPC), Juan José Fornet, en el municipio holguinero de Rafael Freyre.
«Toda la vida fui ama de casa, nunca pensé que podría trabajar fuera. Las compañeras de aquí me convencieron. Al principio llenaba bolsas de tierra, ponía las semillas en las bolsas de nylons, recogía plantas. Ahora, hasta me quedo al frente del vivero cuando el jefe está de vacaciones», contó a SEMlac
Para Hernández, incorporarse al trabajo implicó romper más de un mito y hacer muchos cambios en la organización de su familia para poder garantizar los quehaceres domésticos
«Tengo tres hijos que todavía estudiaban cuando empecé a trabajar. Ahora, uno está casado y los otros dos siguen viviendo conmigo. Casi siempre adelanto algo de la comida antes de irme y ellos me ayudan con lo que queda cuando llegan», explicó.
De ser mantenida económicamente por su esposo, hoy comparte el surco a su lado y, en las ocasiones en que cubre las funciones de jefe de vivero, él se convierte en su subordinado.
María Teresa Cruz, económica de la UBPC, es testigo de sus avatares.
«Hay hombres a quienes no les gusta que las mujeres trabajen, pero ya la mujer no es la de antes y tienen que entender. Hoy tenemos muchas muchachas en la cooperativa que han estudiado y están claras de que quieren trabajar y eso nadie se los puede discutir», reflexionó Cruz.
La historia productiva de Yelennis Ronda, sin embargo, comenzó de otra manera. Ama de casa desde que culminó el preuniversitario (bachillerato), a esta joven de 28 años, residente en las afueras de la ciudad de Holguín, su hijo pequeño la convenció para criar un conejo.
Hoy tiene más de 80 animalitos y mediante ACPA se convirtió en beneficiaria de un proyecto de pequeñas inversiones financiado por la Agencia Suiza de Cooperación para el Desarrollo (COSUDE).
«Gracias a eso ahora tengo recursos que antes no tenía: jaulas, techos, una turbina. Pienso que las cosas me empiecen a salir más fáciles», reflexionó con SEMlac.
Ronda, quien también accedió a un crédito bancario con bajas tasas de interés y amortizable en cinco años, sigue ocupándose de las labores domésticas y el cuidado de conejos u otros animales de consumo familiar, mientras el esposo siembra los alimentos y maneja el ganado mayor.
A pesar de sus éxitos, esta productora, única mujer en su órgano de base de ACPA, no ha podido desprenderse de tabúes machistas muy arraigados en el sector campesino cubano, heredero de rígidos patrones patriarcales.
«Los otros productores dicen que yo llevo muy a prisa a mi marido; pero él, por suerte, no les hace caso y no tenemos problemas», aseveró.