Familias en tránsito, la economía manda

Las familias cubanas han visto potenciada su función económica por encima de otras como la educativa, tras bregar con la intensa crisis experimentada por el país a fines del siglo XX y el proceso de ajustes que vive en la actualidad, aseveran especialistas.

«Hoy la familia es una célula productiva de bienes y servicios y eso hay que tenerlo en cuenta», confirmó a SEMlac la doctora Rosa Campoalegre, profesora e investigadora titular del Centro de Investigaciones Psicológicas y Sociológicas (CIPS) del Ministerio de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente (CITMA).

Según esta experta, se han identificado asimetrías en las funciones familiares, y la económica se ha hiperbolizado en detrimento de otras, debido a la impronta del período especial, nombre que en Cuba se le dio a la crisis económica y financiera de los años noventa, pero también a las estrategias de enfrentamiento que asumieron no pocos hogares.

Entrevistada durante el taller «Diálogos múltiples sobre familias», convocado por el CIPS el pasado 14 de mayo en La Habana, Campoalegre reiteró una particular preocupación por el valor que se da a las funciones educativa y afectiva en un momento en el cual la función económica ocupa el papel preponderante en muchas familias.

A más de 700 kilómetros al este de la capital cubana, en la ciudad de Santiago de Cuba, Daynelys Marzán, trabajadora por cuenta propia de 36 años, comparte las preocupaciones de esta investigadora, aún sin conocerla, quizás porque vive cotidianamente sus efectos.

Desde hace casi una década, Marzán renta dos habitaciones de su casa, ubicada a poco más de 800 metros del Parque Céspedes, en el mismo centro de esa ciudad del oriente cubano, considerada la segunda en importancia del país.

«Fue complicado tomar la decisión, pues tenía dos niños muy chiquitos, pero la necesidad es más fuerte. Lo que más nos preocupaba era el contacto con los turistas, que tienen otras costumbres», contó a SEMlac.

Desde el inicio, Marzán y su esposo acordaron algunas normas básicas: no se anuncian en internet, reciben solamente a personas recomendadas por otros vecinos que también alquilan o por clientes anteriores y, aunque rentan lo mismo a cubanos que a extranjeros, no lo hacen «por horas», o sea, a parejas que solo buscan pasar un rato en privado.

«Lo otro fue que delimitamos un área para los niños (hoy tienen ya 12 y 10 años) al fondo de la casa, con su mesa para comer y luego para hacer las tareas. Y, sobre todo, los niños no tienen nada que ver con el servicio al cliente, no los mandamos a hacer recados, ni a atender una llamada, ni a servir un refresco», detalló la joven, que anteriormente era ama de casa.

Sin embargo, las preocupaciones no alcanzaron para prever el tiempo que les queda para conversar o compartir en familia.

«Cuando los muchachos llegan de la escuela, yo estoy preparando la comida de los turistas, y si no tengo alquiler, aprovecho para darle una vuelta a mi mamá. Cuando termino todo, ya ellos prácticamente están para dormir. Mi esposo trabaja en el campo y llega muy tarde, así que apenas lo vemos. Ellos se pasan el día delante de la computadora o viendo series», explicó Marzán.

También trabajadora por cuenta propia, pero en La Habana, Sandra Parada, de 41 años, se decidió por una variante que no pusiera a su única hija, de 10 años, en el centro de la gestión productiva.

«Mi esposo y yo hacemos almuerzos por encargo y los repartimos en embajadas y otros sitios vinculados al sector diplomático. A las dos o las tres de la tarde ya estamos de vuelta y, cuando la niña llega de la escuela, ya pasó el ajetreo y ni se entera», narró a SEMlac.

«Como no trabajamos los fines de semana, podemos dedicar tiempo a ayudarla en las tareas, llevarla a sus clases de baile y de idioma. Yo siempre he dicho que no podría tener una cafetería ni nada parecido en mi casa, que además, es muy chiquita», agregó.

Una investigación del propio CIPS, publicada en 2010, asevera que la reestructuración de las estrategias familiares en respuesta a la crisis económica trajo como saldo positivo un fortalecimiento del valor del hogar como refugio, pero centró la mirada en buscar salidas económicas y financieras, lo cual trae consecuencias, por ejemplo, para la formación de valores en las nuevas generaciones.

Titulado «Las familias cubanas en el parteaguas de dos siglos», este estudio sostiene que desde la investigación se aprecia un «interés renovado por la familia durante los últimos años, sin dudas asociado a los efectos de la crisis, pues con ella debió asumir un papel más protagónico, y desempeñar roles y funciones que antes estaban a cargo del Estado».

Pero la problemática no llegó con el nuevo siglo. Sucesivos estudios de este mismo centro vienen advirtiendo esa tendencia desde antes de 1996.

Según la indagación «Familia cubana. Cambios, actualidad y retos», realizada en ese año en todo el país y actualizada en 2000 solo en La Habana, la mayoría de las estrategias identificadas se relacionaban «con el incremento de los ingresos para satisfacer necesidades sentidas por el grupo familiar».

Entre ellas se incluyeron lo mismo la decisión de mantener pequeños negocios, que la elección por parte de los más jóvenes de estudios «que den dinero o permitan trabajar por fuera», como la computación, los idiomas y algunos oficios tradicionales.

Más de dos décadas después, el debate debe centrase sobre cómo la función educativa, históricamente protagonizada por la familia y la escuela, está siendo compartida y golpeada de forma creciente por las exigencias laborales, y las nuevas tecnologías de la información y la comunicación, coincidieron los especialistas reunidos en La Habana el pasado mayo.

Familia no, familias

Pero, ¿de qué familia estamos hablando? Para Campoalegre, resulta importante tener en cuenta que todo este proceso de ajustes económicos ocurre en un momento en que la familia cubana está en tránsito.
«No puede hablarse de un modelo único de familia cubana, pues precisamente la diversidad y la complejidad son las tendencias rectoras que caracterizan el panorama familiar en la Cuba de hoy», aseveró durante el encuentro convocado por el CIPS.

Investigaciones del Centro de Estudios Demográficos (CEDEM), de la Universidad de La Habana evidencian que la familia cubana —aunque con características muy propias— no escapa actualmente a las tendencias mundiales.

Así, está marcada por la reducción de su tamaño, el aumento de las uniones consensuales y las rupturas conyugales, además del incremento de la maternidad temprana y los hogares monoparentales y reconstituidos, según el artículo «Familia cubana: nuevos retos y desafíos a la política social», de las doctoras Patricia Arés, psicóloga y jefa del Grupo de Estudios de Familia de la Universidad de La Habana, y María Elena Benítez, profesora del CEDEM.

El Censo de Población y Viviendas de 2012 reflejó, además, un incremento en los hogares unipersonales y de jefatura femenina, en correspondencia con el proceso de envejecimiento poblacional y las debilidades en la cultura del cuidado familiar.

Nos encontramos ante un universo tan plural que da cabida, incluso, a los extremos: el hogar donde una madre trabajadora sola mantiene y educa uno o dos niños o la familia larguísima, de tres generaciones, donde comparten la convivencia varias parejas con hijos y abuelos. Pero también, cada vez más visibles, a aquellas constituidas por parejas del mismo sexo.

Para Arés, además, «la familia cubana está tejida en redes sociales de intercambio, con los vecinos, con las organizaciones, con la escuela, con los parientes, incluidos los emigrados», lo cual, en su opinión, representa una gran fortaleza que no se puede desaprovechar, explica en su artículo «Una mirada al modelo cubano de bienestar», publicado en 2013.

Los desafíos son múltiples. Existen elementos clave de la política económica en el país, aún pendientes de solución, que condicionan el futuro de las familias cubanas como la dualidad cambiaria, el funcionamiento del mercado laboral y el poder adquisitivo de los ingresos provenientes del trabajo, asevera el colectivo de autores de «Las familias cubanas en el parteaguas…».

La doctora Norma Vasallo, psicóloga y presidenta de la Cátedra de la Mujer, de la Universidad de La Habana, alerta que es necesario evaluar con cuidado el contexto por el que atraviesa la sociedad de la isla y, sobre todo, medir sus impactos en el espacio doméstico.

«La potenciación de la función económica de la familia y los impactos de la situación demográfica cubana han incrementado en los hogares cubanos las cargas del cuidado y las tareas domésticas, pero generalmente sobre los hombros de las mujeres», aseveró Vasallo a SEMlac.

«Para ir revirtiendo estos procesos, es necesario también que las políticas no desconozcan el ámbito familiar para la toma de decisiones y el diseño de estrategias», coincide el ya citado estudio del CIPS de 2010.

Una fortaleza que no se debe desdeñar en este proceso, además, es la «creatividad que distingue a la familia cubana en el diseño de estrategias familiares de enfrentamiento», afirmó Campoalegre.

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